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Saboteador: médico que pide atender diez minutos a cada paciente adulto y quince a cada niño

En el mundo del fútbol se dice que un gol tras un saque de esquina es la suma de un buen centro, un buen remate y un fallo de marcaje. Con las huelgas pasa lo mismo, son el resultado de un problema laboral, el ejercicio de un derecho democrático y una mala negociación, de una de las partes o de todas. Por supuesto, un paro es una herramienta legítima que también crea problemas e incomodidades, pero no hay nadie medianamente respetuoso con las libertades colectivas que ponga en duda su legitimidad y su necesidad cuando se está en un callejón sin otra salida. Ahora, llega la protesta de otra parte de la Sanidad pública en Madrid contra la presidenta Isabel Díaz Ayuso y su ataque continuo en contra de ese sector al que su antecesora Esperanza Aguirre y ella han tratado de debilitar con todas sus fuerzas y sin renunciar a ningún golpe bajo. La actual lideresa no ha tenido ni que desenterrar el hacha de guerra: sencillamente, se lo dio su mentora al pasarle el testigo. Que no se pongan sus batas blancas cuatro mil doscientos cuarenta médicas y médicos y setecientos veinte pediatras de Atención Primaria afectará a numerosos pacientes, pero ¿qué pueden hacer si no: quedarse de brazos cruzados mientras les y nos arrasan los pilares de la Seguridad Social?

A ver qué les llama esta vez Ayuso, si vagos, absentistas, saboteadores o agentes del enemigo rojo, porque ya les ha dicho todo eso, igual que calificó a los cientos de miles de participantes en la última manifestación de filoetarras, alborotadores independentistas y demás. ¿Por qué va a dejar de decir disparates, pensará, mientras haya quienes se los siguen aplaudiendo y echándole una mezcla de pólvora y azúcar a la teoría de que cuantas más barbaridades se le ocurran, más se le criticará y cuanto más se la descalifique más votos sacará? Tras la manifestación y la huelga, mayoría absoluta, se chulean sus partidarios. No sé si habrá corral para tanto gallo.

Que no haya dinero para contratar a más doctoras y doctores en la misma región donde los familiares de la propia presidenta han cobrado cientos de miles de euros de dinero público no tiene nombre

La reunión de los médicos con la Consejería de Sanidad, para intentar buscar soluciones al conflicto, no sirvió de nada porque no se atendió a ninguna de sus reivindicaciones, que son, entre otras, las de incrementar el personal y reducir el número de consultas para que se pueda atender en ellas diariamente a un máximo de treinta y un pacientes en el caso de los facultativos para adultos y a veintiuno en el de los que se ocupan de los niños. Qué poco piden, en realidad, dado que eso equivale a dedicarles a cada uno, respectivamente, diez y quince minutos. Estos días de saturación, lógicos con la bajada de las temperaturas, hay algunos que han tenido que ver a más de cincuenta. Que no haya dinero para contratar a más doctoras y doctores en la misma región donde los familiares de la propia presidenta han cobrado cientos de miles de euros de dinero público no tiene nombre. Que se trate de volver a engañar a la gente, para salir del paso, tampoco; que el PP diga que han presupuestado para 2023 la cantidad de 9.789,6 millones de euros para la Sanidad y que eso es un “un 11,4% más que en 2022” es, simplemente, mentir: en 2021 el gasto sanitario real fue de 10.300 millones de euros. Así que son 510,4 millones menos. ¿Quién ha soltado el embuste? Decimos que ha sido Lasquetty y no añadimos nada.

Pero está claro que ni a Ayuso ni a sus asesores y correveidiles les interesa hablar de números, lo suyo son las palabras, que se las lleva el viento, y agarrarse al clavo ardiendo de que todo el mundo miente porque esto es un asunto político: mienten las asociaciones vecinales que protestan por las Urgencias cerradas o abiertas pero sin un médico que las atienda; mienten los sanitarios, que en realidad están manipulados y siguen órdenes de la oposición, y no son más que unos peseteros, cuando lo cierto es que son los segundos peor pagados de España; mienten quienes dicen que Madrid es la autonomía con menor número de médicos de Atención Primaria por cada diez mil habitantes; mienten quienes dicen que los menospreció, los llamó saboteadores y les puso a los pies de los caballos y también miente quien diga que dijo que “no todos ellos quieren arrimar el hombro y trabajar”; mienten los familiares de los miles de ancianos muertos en residencias tras mandar su Gobierno un protocolo en el que se conminaba a no trasladarlos a un hospital; mienten quienes salen a la calle a expresar su descontento y, además, va a otra cosa; naturalmente, las privatizaciones son mentira y ella ama lo público y lo defiende a capa y espada; mienten quienes cuenten que el Zendal fue un desastre, que no sirvió más que para que ella se hiciera unas fotos promocionales y que ahora es un sanatorio fantasma; y, por supuesto, miente cualquiera que no acepte que una consulta en un centro de urgencias se puede hacer por vídeoconferencia y que eso es mucho mejor o, al menos, igual de práctico que ser atendidos en persona. Todo ello dicho, eso sí, con un desparpajo gemelo de la campechanía del rey emérito. Ya nos sabíamos el chiste y no tiene gracia, aunque haya quienes se la rían. Por algo será.

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