... No habrá mención para los malvados Raquel Martos

Hablamos de la realidad en singular, como si fuera una sola cosa, algo uniforme, simétrico, proporcional a todas las personas. Sin embargo, no es así y como dice una frase hecha que es el abecé de la resignación: siempre ha habido ricos y pobres. El problema añadido es que en pleno siglo XXI, la era de las redes, los drones y los viajes turísticos al espacio, las teorías neoliberales han reconstruido la pirámide de las clases sociales, y esa es una edificación que sólo puede hacerse con esclavos, un sistema cuyo fin es que unos carguen las piedras y otros acumulen tesoros en sus cámaras secretas, unos vivan con el agua al cuello y otros naden en la abundancia. En los discursos lo siguen llamando democracia, pero exageran.
Si hay un terreno en el que esa batalla de una élite contra el resto sea más obvia y más cruel, es el de la Sanidad, algo que necesitamos todos tarde o temprano y que al final marca la frontera entre una existencia digna y otra de segunda clase, una en la que se puede combatir el dolor o incluso retrasar la muerte y otra en la que quienes no tienen dinero para una clínica privada están condenados a padecer lo indecible. Lees las noticias y hablan de los negocios de la Comunidad de Madrid y los allegados de la presidenta con el grupo Quirón, ves los cientos de millones que se le han dado, y por otra parte encuentras denuncias de ambulatorios de la Seguridad Social cerrados o atendidos sólo por una enfermera o las continuas quejas de las y los pacientes que sufren intolerables listas de espera: vas a la consulta de la doctora en septiembre, te manda hacerte unas pruebas y te dan cita para mayo: ocho meses de incertidumbre, y eso es el pan nuestro de cada día.
Vas a la consulta de la doctora en septiembre, te manda hacerte unas pruebas y te dan cita para mayo: ocho meses de incertidumbre, y eso es el pan nuestro de cada día
Los defensores de la desigualdad no ven pacientes sino clientes, y a su forma de robar a la gente sus derechos y el fruto de su trabajo lo llaman “privatización.” El que quiera curarse, que pague, sostienen. Pero ¿es que no pagan o han pagado ya con sus impuestos? Lo público no es una limosna que te da el Estado, es una construcción colectiva, hecha con el esfuerzo de las y los contribuyentes. La Sanidad privada tiene todo el derecho a existir y una función médica es tan honorable como la otra, pero no debería recibir un euro público: lo que llaman conciertos ya sabemos cómo acaban.
Pero no sólo es la Comunidad de Madrid. La periodista Lara Carrasco ha explicado en infoLibre lo ocurrido con el antiguo Hospital del Generalísimo Franco, construido en 1950 y de uso militar hasta 2001, un complejo de más de veinticuatro mil metros cuadrados que el Ministerio de Defensa ha cedido a la Fundación Jiménez Díaz por ciento setenta millones para que lo gestione durante setenta y cinco años. La Jiménez Díaz es parte del entramado Quirónsalud, que en 2023 ganó cuatro mil setecientos setenta millones. Lo repito en números, que son más claros: a un lado, 170 millones; al otro, 4.770. ¿Cuántas listas de espera podrían desaparecer si ese sanatorio enorme fuera público? ¿Cuánto sufrimiento y cuánta angustia, que es lo que hay tras las enfermedades que no se tratan con prontitud?
O, sin ir más lejos, ¿por qué seguimos con el asunto de Muface y los funcionarios? ¿No sería más justo que estos pasaran a la Sanidad pública, como todo el mundo, y el dinero que van a darle a un seguro privado lo recibiese la Seguridad Social? Se puede hacer de forma gradual, sin perjudicar a quienes estaban acostumbrados a ese régimen, pero con vocación de igualdad y eficacia de cara al futuro inmediato.
La Sanidad pública es la clave, defenderla es la primera esencia de la democracia. ¿O es que esta también la han privatizado y aún no nos hemos dado cuenta?
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