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Si hay cafetería en el infierno, que le den café, mucho café a Queipo de Llano

A los matices les pasa como a todo: dependiendo de para qué se usen y en qué manos caigan, lo mismo pueden ser una herramienta de precisión que un arma homicida, un hallazgo poético que un truco de la retórica. Pero si hay algo para lo que, en buena lógica democrática, nunca deberían utilizarse, es para ponerle paños calientes a un asesino. No hay pero que valga, ni es que de recibo, ni sin embargo que tenga un pase cuando se habla de criminales, genocidas, dictadores o terroristas, y además tendría que ser muy fácil de entender: Putin puede tener razones, pero jamás puede tener razón; puede argumentar que le habían puesto la OTAN a las puertas de Rusia, pero no invadir Ucrania, arrasarla a sangre y fuego y llevarse por delante la vida de miles de personas; lo primero, lo podría haber ido a defender a la ONU; lo segundo, debería acabar con él en el Tribunal Penal de La Haya.

En España, por desgracia, hay gente que lleva ochenta y seis años buscándole razones al golpe de Estado del año 1936 y disfrazando de gobernante a un bandido que se hizo con el poder a tiros e instauró un régimen de paredón y garrote vil que llenó el país de fosas comunes y víctimas inocentes cuyas sentencias de muerte firmaba en El Pardo mientras desayunaba chocolate con picatostes. No se puede legitimar a un carnicero así, que no vino a salvar a nadie de nada, sino a quedarse con todo para él y los suyos. Nuestra derecha, que con su actitud de aromas negacionistas se acepta a sí misma, de forma hoy ya innecesaria, como heredera intelectual, y en algunos casos económica, del truculento franquismo, nunca ha llegado a condenar aquel régimen totalitario y siempre se ha opuesto a las leyes encaminadas a recuperar la memoria sepultada de quienes fueron borrados del mapa con una etiqueta de antiespañoles atada al cuello.

El alcalde de Madrid ha llegado a devolverle el nombre de una calle a Millán Astray, con la explicación de que “no está probado su papel en el alzamiento”, y no se sabe qué es peor, si que no sepa de qué habla o sí lo sepa, pero sí que cualquiera de las dos cosas lo descalifican: ineptitud o cinismo, lo de fascista yo no se lo diría, pero ya se lo llamó él solo: “Seremos fascistas, pero sabemos gobernar.”

Gracias a la Ley de Memoria Democrática, a la que se han opuesto la derecha y la ultraderecha, el Gobierno ha ordenado a la Hermandad de la Macarena que saque de allí “a la mayor brevedad” los restos del indeseable Queipo de Llano. Ya están tardando

A pesar de todos los palos de bandera que han puesto en las ruedas de la justicia, el caso es que primero salió Franco del Valle de los Caídos y ahora saldrá de la Macarena de Sevilla el ignominioso general Queipo de Llano –el que le llamaba, por cierto, “Paca la culona”–, en aplicación del artículo 38.3 de la recién aprobada Ley de Memoria Democrática, que establece que “los restos mortales de dirigentes del golpe militar de 1936 no podrán ser ni permanecer inhumados en un lugar preeminente de acceso público, distinto a un cementerio, que pueda favorecer la realización de actos públicos de exaltación, enaltecimiento o conmemoración de las violaciones de derechos humanos cometidas durante la Guerra o la Dictadura.”

El histriónico Queipo de Llano, famoso por sus alocuciones beodas en la radio y sospechoso –hay biógrafos que lo ponen en duda e historiadores que lo avalan– de haber sentenciado a muerte a Federico García Lorca con la frase de clave siniestra “café, que le den mucho café”, pronunciada cuando le telefonearon desde Granada para decirle que tenían detenido al poeta y preguntarle qué hacían con él, fue uno de los represores más salvajes del bando sedicioso. Se estima que el número de fusilados por orden suya, principalmente en Sevilla pero también en otros muchos lugares de Andalucía, oscila entre los 45.000 y los 54.000. La pregunta cae por sí sola: ¿Hay derecho a que semejante malhechor sea exhibido en un lugar público, además en uno de culto, reciba homenajes y haya gente que se haga fotos en su tumba, lo mismo que si fuera una atracción turística? ¿Cómo creen que se sienten las familias de las personas a las que hizo que torturasen y mandaran al otro mundo?

Gracias a la Ley de Memoria Democrática, a la que, naturalmente, se han opuesto la derecha y su otro yo hasta que se demuestre lo contrario, la ultraderecha, el Gobierno le ha ordenado a la Hermandad de la Macarena que saque de allí “a la mayor brevedad” los restos del indeseable. Ya están tardando. ¿Habrá cafetería en el infierno en el que aparentemente él creía? Si es así, no vamos a decirles al diablo y sus demonios que le den café, mucho café a Queipo de Llano, pero sí que nos sirvan la copa de después; nos la tomaremos con gusto y para brindar a la salud de la justicia. Más vale tarde que nunca. 

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