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IDEAS PROPIAS

De relatos, tratos y mentiras

Hay una frase que se repite en política que sostiene que el relato es fundamental. Tiene una explicación: cuando quieres imponer tu versión de los hechos, el discurso resulta más comprensible si se articula en torno a un principio, un nudo y un desenlace. Así, nuestra cabeza lo asimila de manera más rápida y sencilla. En el fondo, esta forma narrativa nos permite entender la realidad como si estuviéramos leyendo un cuento infantil

Durante meses, el relato político del PP ha sido deslegitimar el gobierno de Sánchez. Una estrategia de crispación, de política del barro, que comenzó el pasado 29 de mayo. Fue ese día cuando Pedro Sánchez, de manera totalmente inesperada, convocó elecciones generales tras haber perdido los gobiernos regionales de Extremadura, C. Valenciana, Baleares, La Rioja, Aragón y la mayor parte de las capitales de provincia. Sólo unos días antes, la presidenta de la Comunidad de Madrid ya había sentenciado: Sánchez se va a ir como llegó, con un intento de pucherazo”. Se refería Ayuso a la moción de censura —una herramienta democrática, por cierto— que acabó con los socialistas en La Moncloa. 

Esa afirmación ya presagiaba la tormenta que se venía. Durante la campaña electoral, no solo agitaron el fantasma del fraude electoral criminalizando a los trabajadores de Correos, a los que acusaron de ser simpatizantes de Sánchez. También volvieron a resucitar a la banda terrorista ETA —que dejó de asesinar hace más de una década— con el doloroso eslogan Que te vote Txapote, a pesar de que parte de las víctimas pidieron expresamente que no lo hicieran. 

Pensaron que tirando de trumpismo patrio, de ese del que tanto alardea la ultraderecha, ganarían las elecciones. Así que se lanzaron a los bulos, a la desinformación y a las fake news. Una estrategia que no resultó del todo acertada porque el 23 de julio, a pesar de tener mayor número de votos, perdieron las elecciones al contar solo con el apoyo de Vox.  

Aún así, Feijóo fue designado por el rey como candidato a la investidura. Y ahí, las líneas rojas que los populares tantas veces repitieron que no iban a cruzar, se desdibujaron. No sólo con las formaciones independentistas, a las que primero habían tachado de golpistas y que en esos días avalaron asegurando que Junts “era un partido cuya tradición y legalidad no estaban en duda”. También se transformó su relato del sanchismo. Y lo hizo tanto que, de querer acabar con él, llegaron a plantear a los socialistas un acuerdo de legislatura de 2 años y el reparto de algunos ministerios. 

Hoy, medio año después de aquello, tenemos la respuesta al porqué de ese giro discursivo: los populares estaban negociando con Puigdemont. De esos tratos hay muchas dudas y pocas certezas. De estas últimas conocemos las que fuentes del más alto nivel de Génova confirmaron a 16 periodistas durante una comida en Sarria, en Lugo. Que los populares tardaron 24 horas en desestimar la posibilidad de la amnistía —o lo que es lo mismo, que durante un día entero se plantearon su viabilidad—, que se mostraron dispuestos a indultar con condiciones a Puigdemont, que Cataluña necesitaba un "plan de reconciliación" y que, a pesar de lo que tantas veces han dicho en público, no creían que la vinculación del procés al terrorismo tuviera recorrido judicial.

Otra verdad inapelable: el jueves de la semana pasada Carles Puigdemont escribió una carta pública en la que afirmaba que si hubiera apoyado al líder del PP habría amnistía y no le habrían acusado de terrorismo. "Todo se sabrá", concluía con tono amenazante. Hay diferentes teorías sobre los motivos de esta revelación del PP en este momento. ¿Voladura controlada o sincericidio ? El tiempo y, probablemente, los intereses de Junts lo dirán.

Dijo Feijóo que él no era presidente porque no se había vendido. Hoy sabemos que no lo es, pero que lo intentó a toda costa. No hay nada ilegítimo en ello. El problema es construir un relato político en torno a una mentira.

Dijo Feijóo hace unos meses que él no era presidente porque no se había vendido. Hoy sabemos que no lo es, pero que lo intentó a toda costa. Se reunió con Junts, tanteó a ERC, ofreció un ministerio al PNV… No hay nada ilegítimo en ello. De hecho, es un mandato democrático que los partidos traten de conseguir la mayoría parlamentaria para gobernar el país. El problema es construir un relato político en torno a una mentira.

El PP ha agitado la calle e incendiado el ambiente alentando manifestaciones contra la amnistía por toda España y durante dos meses en Ferraz, la sede socialista de Madrid en la que se llegó a apalear a un muñeco con la cara de Pedro Sánchez. Tanto quisieron tensar la cuerda que hasta propusieron que se ilegalizara a los partidos que promovieran un referéndum de autodeterminación. En ese momento, el portavoz popular en el Congreso redujo los contactos con Junts a que sólo habían "tomado un café".

No sólo están desconcertados los votantes de derecha que compraron al pie de la letra el relato de "España se rompe". Entre muchos dirigentes del PP el asombro también es mayúsculo aunque, de momento, cierran filas en torno a Feijóo. Se juegan mucho. A la vuelta de la esquina, las elecciones gallegas y la posibilidad de perder un territorio emblemático. Si ya se leían en clave nacional, la bomba que estalló el sábado ha convertido estos comicios en una prueba de fuego para el líder de los populares.

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