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La trituradora madrileña y el error de Lobato

La maldición del PSM es que el domingo se publique una información de Juan Lobato en el Abc y en menos de 72 horas la Wikipedia refleje que el puesto de secretario general en Madrid está “vacante”. La maldición es que la pareja de la presidenta de Madrid esté investigada por dos delitos de fraude y acabe cayendo el líder de la oposición. O que el próximo jueves, en el pleno de la Asamblea, Ayuso pueda aplastar al portavoz o pasearse triunfal porque no hay nadie enfrente. No importa todos los familiares que acaben recibiendo contratos millonarios o investigados por fraude, si el de enfrente no conoce a la bestia, caerá. Lobato no ha sido el primero y es probable que no sea el último. Cada candidato de Madrid, de Tomás Gómez a hoy, ha tenido una gestora. En nueve años, tres. Y cada vez que el PSM se enfrenta a Ferraz, la cosa acaba mal.

En la caída de Lobato, la fatalidad pasa por varios errores de cálculo mortales. El que ignora la realidad de Madrid, el de la Justicia y una gestión política incomprensible. El correo del abogado de la pareja de Ayuso, “el reconocimiento de que sí hubo delito” como denunció Lobato en la Asamblea horas después de recibirlo, se lo ha llevado por delante. Y todavía puede acabar peor. La declaración ante el Supremo le obligará a entregar en la notaría los mensajes que registró ante notario. Ahí está la clave y la futuras imputaciones, qué mensajes de su compañera de partido, Pilar Sánchez Acera, anterior persona de confianza y número dos del jefe de Gabinete, Óscar López, ha entregado y bajo qué hipótesis. 

Las variaciones de la versión de Lobato han pasado por salvarse a él y alinearse con La Moncloa. “Ni los socialistas madrileños ni la Moncloa habíamos recibido de la Fiscalía ninguna información”, escribió en su primer comunicado; después llegó una segunda versión donde sólo se salvaba a sí mismo alegando que fue al notario para demostrar que el correo se había publicado antes en los medios. Y una tercera, en rueda de prensa, donde dispara hacia arriba con ese “intento de que fuera yo quien hiciera público un documento con origen posiblemente irregular y las consecuencias legales y políticas que hubiera tenido para mí”. 

Hay un error propio, no tener un relato comprensible para los suyos; y otro de bulto, la apisonadora madrileña está más engrasada que en tiempos de Esperanza Aguirre

Para gran parte de la militancia socialista, cualquier versión es un chivatazo a un tercero. Está por ver qué declara ante el Supremo y a quién apunta. Si Lobato señala al Gobierno, abre la vía al volcado del correo y el teléfono de un alto cargo de La Moncloa. En esa salvación, no hay relato heroico posible. Lobato está denunciado la filtración de un fraude, no una corrupción propia. Una gestión que un dirigente debe saber manejar políticamente sin recurrir a un notario. Porque si sospechó del origen ilícito, no tiene sentido que lo utilizara al día siguiente. Y si se protegió ante Ayuso, es incomprensible entregar a un notario comunicaciones de una compañera sin decírselo. Ante un relato difícil de seguir, a Lobato le va a costar recuperar la confianza de una mayoría. A la interna, el enfrentamiento con Ferraz ha llevado a un dirigente joven y honesto, que empezaba a manejar las claves de la oposición en Madrid, a cometer errores que pueden acabar con su imputación o la de su compañera de partido. Ninguna de las dos salidas es buena. Y ambas, cortan de raíz su carrera a medio plazo. 

El ya ex secretario general de Madrid no ha sabido medir las fuerzas que operan a favor de Ayuso y las pocas que tenía a su favor. La más importante, el exceso de diligencia y la velocidad extrema con que el Supremo instruye la revelación de secretos contra el Fiscal General del Estado. Para declarar legal el matrimonio homosexual o el aborto necesitaron años, para ordenar un registro y la incautación de dispositivo de Álvaro García Ortiz, apenas semanas. Para citar a Lobato, tampoco. Fue cuestión de horas y se publicó antes de que recibiera la citación. Por supuesto coincidiendo con el Congreso Federal del PSOE.

Hay un error propio, no tener un relato comprensible para los suyos; y otro de bulto, la apisonadora madrileña está más engrasada que en tiempos de Esperanza Aguirre. La realidad es que Lobato está fuera, el Gobierno enredado en una filtración mientras la instrucción de la pareja de Ayuso por fraude avanza a duras penas en los tribunales, con el poderoso Colegio de Abogados madrileño defendiéndole de oficio, el Supremo a su favor y Miguel Ángel Rodríguez con todos los recursos del Gobierno de Madrid. No haber entendido esto, es morir (otra vez) en la batalla de Madrid.

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