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Covid-19: Después del martillo, a danzar

Uno de los trabajos recientes más interesantes que se han publicado sobre el coronavirus ha sido el realizado por el investigador Tomás Pueyo. Se titula “El Martillo y la Danza”. Vale la pena dedicar tiempo a leerlo con calma. El informe presenta una visión abierta y evocadora de los escenarios que nos podemos encontrar en los próximos meses en el mundo.

La idea central del trabajo de Pueyo defiende la aplicación de políticas de choque activas e intensas frente a la propagación del coronavirus, tal como hicieron en China, Corea del Sur o Singapur. De alguna forma, es el modelo que se ha empezado a extender en los países europeos más afectados por la pandemia como Italia o España. El título del trabajo pretende visualizar las dos fases que se requieren para salir adelante tras la crisis sanitaria que padecemos. En primer lugar, el objetivo prioritario es la urgente y contundente aplicación del martillo. Es decir, doblar la curva de crecimiento de los contagios y, consiguientemente, la de víctimas de la enfermedad. Se trata de aplicar una estrategia de supresión y no una de simple mitigación.

El estudio intenta avanzar más allá y plantea el escenario que puede abrirse una vez superada esta primera fase de contención. Después de que, a base de martillazos, consigamos doblar la tendencia creciente de la curva de contagios, acabaremos por llegar a un nuevo territorio que resulta muy difícil de imaginar para muchos de nosotros. Para Pueyo, una vez cubierta con éxito la fase de supresión, que en el caso español diversos especialistas piensan que puede alcanzarse en las próximas seis semanas, entraríamos en la fase de danza. El propio Pueyo la explica de esta manera: “Si se usa el martillo con el coronavirus, en unas semanas estará controlado y las condiciones para hacerle frente serán mucho mejores. A continuación, se requerirá un esfuerzo a largo plazo para mantener el virus contenido hasta tener un tratamiento o una vacuna”. Y añade que hay gente que cree “que tendrá que quedarse encerrada en sus hogares durante meses. No es cierto. De hecho, es posible que nuestras vidas vuelvan a ser casi como antes”.

Para entender el futuro que nos espera es clave asimilar que mientras no exista una vacuna eficaz extendida en todo el mundo tendremos que vivir supervisando muy de cerca los movimientos del virus. La clave, una vez controlado el contagio masivo y descongestionados los sistemas sanitarios hoy colapsados, está en realizar un continuo y detallado seguimiento de la tasa de transmisión de la enfermedad, para que la sanidad pueda asumirla sin desbordarse. El problema es mantener el equilibrio entre la apertura de las medidas de confinamiento y el posible impacto en una reactivación de la tasa de contagio. Por tanto, en ese periodo que se abrirá, la sociedad deberá danzar entre el deseo de volver a recuperar la vida tradicional con una completa actividad económica y verse obligada a tomar medidas de aislamiento social si las tasas de transmisión vuelven a crecer puntualmente.

Resulta indiscutible que todo el mundo fuera de la Asia afectada hace casi dos décadas por el SARS, por tanto escarmentada ante una epidemia, se ha visto sobrepasado por el impacto del COVID-19. Nadie fue capaz de atisbar la que se venía encima. Todos los países hemos reaccionado tarde y con diferentes niveles de intensidad en la reacción. Es también indiscutible que España es el país que, tras el despiste generalizado inicial, ha reaccionado con mayor firmeza y rapidez en el escenario europeo. Deberíamos aprender la lección y asumir que no podemos reaccionar tarde en lo que queda por delante. Es fundamental controlar la iniciativa en la batalla contra el virus.

La anticipación va a ser clave en el futuro. Tenemos que crear una nueva forma de convivir en una sociedad que será inevitablemente diferente. El peso de la tecnología va a ser clave. En las zonas afectadas por la pandemia, los ciudadanos se están acostumbrando a volver a la actividad con nuevas reglas de comportamiento. La gente se ha habituado a conocer su estado de salud día a día y a comunicárselo a los demás vía aplicaciones de móvil creadas a tal fin. La única manera de impedir contagios descontrolados es extender la colaboración social. Paso a paso podremos ir recuperando espacios hoy cerrados de relaciones laborales, de ocio o de relaciones personales.

Necesitamos que la política se dedique a trabajar hoy, martillo en mano, para torcer la curva de contagios y letalidad. A la vez, es trascendental que empecemos a diseñar ese nuevo espacio en el que deberemos danzar durante meses para recuperar lo que hoy echamos de menos. De paso, podemos aprovechar para hacer algunas trascendentales reformas en nuestro modelo de convivencia: potenciar nuestro estado de bienestar, reinventar una economía equilibrada, luchar contra la desigualdad, incorporar la tecnología para cubrir las nuevas necesidades, cuidar nuestro entorno natural, valorar nuestra identidad como país, entender la importancia del esfuerzo colectivo y solidario, etc.

Seguro que todo cambiará cuando esto termine… siempre y cuando no colaboremos en que termine con nosotros.

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