Buzón de voz

La ‘vieja guardia’ y un teniente general

Rajoyólogos de guardia y videntes de la política en general andan estos días compitiendo en los pronósticos sobre los “cambios profundos” que supuestamente se plantea abordar Mariano Rajoy en el PP y/o en el Gobierno como reacción al escándalo político derivado del caso Bárcenas. Llama la atención que las primeras quinielas de víctimas del estropicio surjan de los medios más afines al propio Rajoy, ya sea por cercanía ideológica (ABC) o por necesidades crematísticas (El País). Y roza el sarcasmo la pretensión de situar el carajal interno del PP en términos de confrontación entre la nueva y la vieja guardia, batalla en la que Rajoy dicen que apostaría por la “renovación”.

Delirante. Así que un señor que lleva en la política los mismos años que cumplió Jesucristo, y que el próximo 30 de agosto celebrará su décimo aniversario como líder del Partido Popular, estaría madurando la ocurrencia de encabezar una especie de sector “renovador” del PP con el fin de hacer una limpia en el partido y eliminar definitivamente a la “vieja guardia” heredada de Aznar (o sea del mismo a quien Rajoy debe el cargo por nombramiento 'digital'). Suena extraño, aunque cosas más raras se han visto en la política española, desde siempre.

Vuelan los cuchillos entre quienes anuncian la defenestración de Javier Arenas por haber defendido el pactismo con su amigo Bárcenas y quienes proclaman que el gran error ha sido de María Dolores de Cospedal, por haber encabronado tanto a 'Luis El Cabrón' que ahora éste es capaz de llevarse el partido por delante con tal de pasar menos años en la cárcel. Si Rajoy tuviera una estrategia inteligente definida, más allá del sempiterno "resistir es ganar", daría la impresión de que pretende entretener al personal desviando la atención hacia algún chivo expiatorio.

"Algo hay que hacer"

Las elucubraciones parten de una base tan obvia como arriesgada: "algo hay que hacer". Lo admiten fuentes del entorno monclovita y de los propios cuadros dirigentes del PP. Por sólida que sea la ceguera del poder, todos saben que la tendencia reflejada en las encuestas es contundente: casi nadie confía en Rajoy. El 'tesorero infiel', en prisión, inspira más credibilidad que el propio presidente del Gobierno.

Ahí está el mayor problema. Los ciudadanos saben que han sido engañados reiteradamente en las explicaciones sobre el 'caso Bárcenas', y a estas alturas las manipulaciones periodísticas rozan el ridículo cuando se empeñan en difuminar la responsabilidad de Rajoy con la monserga de que su pecado consistió en confiar en gente que no merecía tal confianza. Insistirá en que no se enteró de nada, pero hoy mismo contamos en infoLibre que el extesorero Álvaro Lapuerta sostiene que avisó a la cúpula del PP en 2008 sobre los sobornos de la trama Gürtel.

Ahora es Bárcenas, pero antes fue Matas, y después Camps, y Fabra... Ahora pagarían el pato Arenas o Cospedal, como en su día pagaron la derrota electoral Acebes o Zaplana... Con una diferencia esencial: lo que investiga la justicia es un sistema de financiación ilegal presuntamente engrasado durante décadas, y que incluía sobresueldos y dinero negro. En un partido que Rajoy preside desde hace casi diez años y en el que antes de esa fecha ya dirigía las principales campañas electorales. Si Rajoy intenta culpar a la 'vieja guardia', podría ser señalado como su teniente general. Cosa suicida.

Aprovechar la Convención Nacional del PP prevista para otoño o convocar un congreso extraordinario para escenificar una especie de ritual de sacrificio ajeno no parece fácil de digerir ni en las propias filas del partido ni mucho menos en la calle. Ese "algo hay que hacer" apretará al presidente a la vuelta de agosto, con el proceso judicial en marcha y con la presión parlamentaria que seguirá exigiendo que asuma su responsabilidad. Pero Rajoy es capaz de enrocarse en su mayoría absoluta y no mover pieza hasta poco antes de las elecciones europeas, a la espera de que algún brote verde crezca en la economía. Rajoyólogos y videntes de la política parecen más preocupados por la salud del PP que por la de la democracia. "Nosotros somos nosotros", decía Antonio Maura, referente clave del conservadurismo español. Lo demás es secundario. 

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