El constitucionalismo asintomático de Feijóo

El aniversario constitucional transcurrió con la habitual normalidad de cada año. La izquierda defendió la carta magna mientras recordaba los artículos más sociales (y por desgracia, más olvidados) y la derecha atacando al Gobierno y negando el constitucionalismo de todos los que no sean ellos. Una bonita jornada de celebración que, una vez más, fue reemplazada por la habitual guerra de dardos cargados de buenas dosis de hipocresía histórica que comienza a sonar a farsa.

Antes de comenzar el acto en el interior del Congreso de los Diputados, los diferentes líderes políticos ofrecieron sus declaraciones ante la prensa. La portavoz de Vox habló de golpe de Estado —por supuesto—, Yolanda Díaz e Ione Belarra pusieron palabras a sus diferencias y a su reciente separación, Pedro Sánchez insistió en la renovación del CGPJ tras cinco años de un bloqueo escasamente constitucional y Feijóo… hacía de las suyas. Se presentó frente al atril de declaraciones y el líder popular comenzó explicando, con bastante acierto, cómo nuestros padres y abuelos lograron, tras la dictadura y dejando sus diferencias a un lado, sacar adelante una Constitución Española. Sin embargo, tras acertar con su primera declaración, continuó recordando que “hace 45 años hubo algunos grupos minoritarios que la combatieron" y que "había partidos de Estado que nunca aceptaron el chantaje de partidos minoritarios que estaban en contra de la convivencia y la concordia en nuestro país”. Y en ese momento ocurrió una de las dos siguientes cosas: o se equivocó porque no sabe suficiente de historia de España (lo cual no es descartable ya que aparentemente no conocía ni a un narcotraficante con el que compartía yate) o directamente mintió para intentar tapar sus propias vergüenzas históricas. ¿Por qué? Porque entre esos grupos minoritarios que combatieron la Constitución se encontraba la mismísima Alianza Popular, que finalmente acabó cambiando su nombre a Partido Popular.

Entre esos grupos minoritarios que combatieron la Constitución se encontraba la mismísima Alianza Popular, que finalmente acabó cambiando su nombre a Partido Popular

El 31 de octubre de 1978, el pleno del Congreso de los Diputados aprobó el dictamen de la Carta Magna por 325 votos a favor, seis en contra y catorce abstenciones. De los seis votos en contra, cinco de ellos fueron de Alianza Popular, los antecesores del partido del señor Feijóo, y un diputado de Euskadiko Ezkerra, la rama política de ETA político-militar que estaba compuesta mayoritariamente por ex militantes de ETA amnistiados. Mientras el Partido Comunista, tan denostado siempre por el PP, votaba a favor de la Constitución del 78, una parte importante de sus diputados primigenios se declaraba francamente en contra de la misma. Pero como la distancia es grande y el tiempo emborrona la memoria, Feijóo se presenta el día del 45 aniversario de la Constitución Española para distorsionar el clima de consenso y entendimiento que debería prevalecer en un día como ese para acusar de chantajes, fraudes y de anticonstitucionalidad a sus adversarios. Aun a costa de olvidar su propia historia.

Pero la diferencia entre la posición de Feijóo que opta por retorcer la historia hasta que le sea favorable y los que de verdad defendemos la posibilidad del reencuentro entre todos los españoles radica en una cosa muy básica. Que incluso aquellos diputados como los de Alianza Popular que votaron 'no' por aquel entonces merecen espacio dentro de nuestra democracia y que la historia no está para ser recordaba como reproche falso en discursos revisionistas como el del señor Feijóo, sino para aprender de los errores y mantener la humildad que solamente la perspectiva histórica es capaz de imponernos. Ojalá la derecha española estuviese menos preocupada por expulsar a otros españoles de la Constitución y más por defender la Constitución más allá de la sobreactuación.

Porque, como de costumbre, la derecha es constitucionalista hasta que se trata de tener trabajos suficientemente remunerados como dice el artículo 35 y luego se oponen a la subida del salario mínimo, o hasta que se trata de ponerles impuestos a los que más tienen como dice el artículo 31 y luego se oponen a los impuestos a la banca y a las energéticas, o hasta que toca renovar el Consejo General del Poder judicial como dice el artículo 122 y luego lo bloquean durante más de cinco años. Porque sin todo ello, al final lo único que queda es una memoria interesada y un constitucionalismo asintomático.

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