Tras una encuesta del CIS y la ignorancia de una generación

La guerra civil española fue el resultado de la conjunción de dos evoluciones: la primera, interna; la segunda, exterior. Las dos están hoy bien documentadas merced a los avances registrados por la historiografía extranjera y española. La primera progresó más que la segunda, porque los archivos foráneos se abrieron antes que los españoles, cerrados por la dictadura a casi cal y canto, excepto para algunos autores proclives a la misma que eludieron los temas controvertidos, en general de naturaleza política o ideológica.

Ahora bien, incluso en esta historiografía pro-franquista no faltó el vector internacional. Se omitió todo lo que no podía fácilmente fagocitar la dictadura, en especial la temprana petición de ayuda de los monárquicos a la Italia fascista. La sobredimensionada dimensión falangista tampoco se quedó atrás. El golpe de Estado del 18 de julio lo prepararon los dos grupos. El 1º de aquel mes se firmaron cuatro contratos en Roma que detallaban la ayuda inicial. El primero debía cumplimentarse, y así ocurrió, antes de finales de julio con aviones y tripulaciones fascistas. Las peticiones de ayuda monetaria se ocultaron. Como Franco ordenó, en la “preparación” del “Movimiento” jamás se pidió ayuda al extranjero. ¡Ja, ja, ja! En la última versión de dos autores pro-franquistas, uno un otrora respetado historiador, de una biografía de Franco se omite toda referencia al caso. El “Movimiento” debía ser nacional y solo nacional.

El lector de nuestros días puede tirar igualmente a la papelera la leyenda de que la sublevación fue necesaria para impedir una revolución comunista. Mucho de lo que ocurrió en algaradas, encontronazos e incluso asesinatos en la primavera de 1936 fue en gran medida resultado de mecanismos para excitar al Ejército y a las derechas. El vector anticomunista sirvió para excitar aún más los ánimos.

Las potencias democráticas optaron por la “no intervención”. Inglaterra para cercenar la supuesta revolución “comunista” que temían. Francia porque no se atrevió a entrar en tierras movedizas para sus ciudadanos y la dependencia con respecto a los británicos para contener la temida expansión nazi. Los Estados Unidos se mantuvieron neutrales, pero en la práctica inclinados a favor de Franco, como demostraremos Guillem Martínez y un servidor en un libro (EL ORO NEGRO DE FRANCO) que saldrá, no es casualidad, el 19 de noviembre próximo.

Es de lamentar que el sistema democrático español no haya logrado imponer una versión sobre la guerra y la dictadura que se base en hechos y no en mitos

Anulada la posibilidad de actuación de la Sociedad de Naciones (que ya se había manifestado en los conflictos de China y Abisinia), el destino de la República dependió de la posterior intervención soviética. Se manifestó en octubre de 1936, cuando el gobierno legítimo se encontraba en una situación dificilísima. El interés de Stalin estribaba en no dar una victoria fácil al fascismo y en lograr un entendimiento con las potencias occidentales frente a la común amenaza nazi.

El colapso de los organismos de seguridad del Estado y las rápidas victorias en campo abierto –con la imposición del terror en las zonas en las que ejército y falangistas hicieron causa común con los grandes matarifes que fueron Franco, Mola, Cabanellas o Queipo de Llano, entre otros– abocaron a los republicanos a una situación límite. El mismo Azaña en septiembre de 1936 no daba un céntimo por la supervivencia de la República.

La no rendición republicana se hizo más fácil gracias a la intervención soviética y, en paralelo, de las brigadas internacionales y voluntarios fuera de ellas. Un abigarrado conglomerado de unos 36.000 hombres procedentes de casi todos los países. En general bajo el amparo organizativo de los partidos comunistas, se aprestaron a defender con las armas en la mano a aquellos españoles víctimas de la conspiración monárquica, militar y fascista. Los soviéticos enviaron un total aproximado de entre 2.000-2.150 personas.  Se conocen los nombres o seudónimos de casi todos ellos que el añorado Ricardo Miralles relacionó en el catálogo de una exposición que celebró hace años la Fundación Pablo Iglesias.

Por el contrario, en el lado franquista combatió un total aproximado de 187.000 extranjeros (marroquíes, italianos, alemanes, portugueses y otros). En cuanto a elementos de combate pesados y ligeros y aprovisionamientos para la guerra (petróleo, grasas, aviones, camiones) también la balanza se inclinó del lado de Franco. Los autores no están del todo acordes sobre las cifras y la batalla por los números sigue encendida.

Las grandes aportaciones de los brigadistas al combate directo contra los sublevados tuvieron lugar en el primer año de la guerra. Pagaron un amplio tributo de sangre. Después, con el progresivo fortalecimiento del Ejército Popular, a pesar de todos sus percances, su importancia empezó a disminuir. A finales de 1937 el general Vicente Rojo ya sopesaba si no sería conveniente retener a los especialistas e inducir a quienes no lo eran a regresar en lo posible a sus países de origen o de adopción.

Esta idea fue haciendo su camino a lo largo del siguiente año. Se materializó en septiembre de 1938 por razones de política exterior.

Los gobiernos de la democracia (no hay que señalar de qué color) llenaron de honores a los brigadistas y terminaron concediendo a los supervivientes la nacionalidad española. El caso que mejor conozco es el británico. Esparcidos por el Reino Unido se encuentran monolitos, bien en grandes ciudades o en pequeños villorrios, pequeños y no tan pequeños monumentos que atestiguan el recuerdo que en sus lugares de origen dejaron los combatientes por la España republicana y la contención del fascismo.  

Con el sacrificio de su sangre, los brigadistas testimoniaron que su empeño en tierra extranjera podría, quizá, lavar la mancha que la historia ha colgado del cuello de los gobiernos de la época, incapaces de entender lo que estuvo en juego en España. Hoy algunos historiadores ingleses todavía reivindican la política de Chamberlain, una continuación en los años treinta de la diplomacia palmerstoniana del siglo XIX. Cabe resumirla en la frase: Inglaterra no tiene amigos permanentes ni enemigos permanentes. Tiene intereses permanentes.  Ya está un poco ajado.

Es de lamentar que el sistema democrático español no haya logrado imponer una versión sobre la guerra y la dictadura que se base en hechos y no en mitos. Más aún que uno de cada cinco estudiantes jóvenes se crea lo que el franquismo hizo tragar por el embudo a sus padres y abuelos. Son datos del Centro de Investigaciones Sociológicas. 

_____________________

Ángel Viñas, investigador y autor de numerosos ensayos sobre la guerra civil y el franquismo, publicará en noviembre junto con Guillem Martínez Molinos 'El oro negro de Franco' ,en Ed. Crítica.

La guerra civil española fue el resultado de la conjunción de dos evoluciones: la primera, interna; la segunda, exterior. Las dos están hoy bien documentadas merced a los avances registrados por la historiografía extranjera y española. La primera progresó más que la segunda, porque los archivos foráneos se abrieron antes que los españoles, cerrados por la dictadura a casi cal y canto, excepto para algunos autores proclives a la misma que eludieron los temas controvertidos, en general de naturaleza política o ideológica.

Más sobre este tema