Hitler, Franco y el nacimiento de la Legión Cóndor (2/2)

El que la Cóndor no fuese, en un principio, una mera reacción a la intervención soviética no quita para que, a mitad de octubre, los nazis observaran por primera vez cómo descargaba material soviético el famoso Komsomol en el puerto de Cartagena. Antes se habían acumulado en Berlín noticias totalmente fantasiosas sobre una ayuda soviética que todavía no se había materializado con el envío de armamento. En mi libro Oro, guerra, diplomacia he señalado algunos ejemplos de exageraciones sin cuento. En particular, el cónsul general nazi en Barcelona destacó por su ignorancia de cómo decía que los soviéticos hacían los envíos. 

De todas maneras, cabe imaginar todas estas noticias que llegaban a Berlín por los más diversos medios y de las más curiosas procedencias sirvieron para acelerar los preparativos para la puesta a punto de la futura unidad. Explicables, como ilustra el caso italiano, en clave netamente ofensiva. Es más, como Morten Heiberg señaló ya en su momento, Mussolini había jugado con la idea de subir bruscamente su aportación en hombres mediante la denominada Operación Garibaldi con el envío de tropas de tierra (soldados y milicianos fascistas) que los franquistas pudieron contener en aquel momento, aunque ya no lo impidieron en diciembre. 

Las semanas que transcurrieron entre el 18 de julio y finales de septiembre son riquísimas en acontecimientos. Muchos son conocidos. Otros todavía no. Pero lo que sí se sabe es que el 3 de octubre el Auswärtiges Amt (Ministerio de Relaciones Exteriores) comunicó a Lisboa que era preciso informar a Franco de que, tan pronto como ocupase Madrid, Hitler y Mussolini lo reconocerían diplomáticamente. La diferencia es que el primero estaba ya preparando una gran innovación conceptual: la Cóndor. 

Tras nuevos contactos al más alto nivel, Hitler aprobó las orientaciones a que la nueva formación debía atenerse. No son ningún secreto. Figuran en los documentos diplomáticos nazis sobre la guerra civil que se publicaron en inglés en 1949 y en el original alemán en 1951. Hoy ni siquiera es necesario buscarlos en bibliotecas. Están en internet. 

Con todo, los nazis, sin caer en gesticulaciones, ayudaron más a Franco y se cobraron mejor. Sin el Tercer Reich, simplemente, no hubiera habido en España un dictador durante casi cuarenta años

Las orientaciones llevan fecha de 30 de octubre y a Canaris se le ordenó que las presentara con la máxima energía ante Franco. Es de suponer que se le comunicarían informalmente algunos días antes porque en aquella fecha ya se encontraba en España. 

Evidentemente también se comunicaron a los italianos. Que se sepa, no hubo en ellas, ni podía haberla, la menor aportación del jefe de la naciente “España nacional”. Se ha especulado mucho sobre la supuesta sorpresa de Franco. Ello traduce no una realidad sino la carencia de documentación, debida a muchas posibles razones. Para los fines de este artículo se resumen como sigue:

  1. En vista de la creciente ayuda soviética posible a la República, el gobierno alemán consideraba que las tácticas seguidas por las fuerzas de Franco, tanto sobre el terreno como en el aire, no conducirían al éxito deseado. De continuar los procedimientos y las rutinas habituales y la carencia de explotación de los éxitos logrados hasta el momento (entre ellos se destacó en particular el empleo fragmentario de la Aviación), el resultado podría poner en riesgo el futuro. La ocupación de Madrid era imprescindible para desarrollar una relación más amplia en términos de ayuda. 
  2. Las condiciones a las que se subordinaría la Legión Cóndor eran las siguientes:

a) La dirección de todas las unidades alemanas en España correspondería al jefe alemán. Este sería el único asesor del general Franco en relación con el empleo de la fuerza aérea alemana y responsable exclusivamente ante él de las medidas que adoptase. Hacia el exterior, sin embargo, solo aparecería el mando español. 

b) Todos los pilotos, unidades antiaéreas y de comunicaciones, así como sus apoyos respectivos que ya había en España, deberían integrarse en la nueva formación a tenor de lo señalado en el anterior párrafo. 

c) Sería preciso proteger las unidades con todos los medios de tierra necesarios y, en el caso de ser preciso, aumentarlos. 

d) Era preciso desarrollar una conducción de las operaciones más sistematizada y más activa en conexión con las que se siguieran en tierra, en particular en lo que se refería a la ocupación de puertos a los que pudiera llegar la ayuda soviética

3. Si el general Franco aceptaba las anteriores condiciones sin reserva alguna, la ayuda alemana podría incrementarse. 

Un anexo detalló a grandes rasgos los componentes de lo que sería la Legión Cóndor. Se preveía un grupo de bombarderos y otro de cazas, una escuadrilla de reconocimiento a distancia, aviones para el reconocimiento de proximidad, una compañía de comunicaciones, baterías pesadas, etc. 

Los historiadores españoles han solido disminuir la crítica implícita que las condiciones anteriores significaban. La Cóndor se concibió como una unidad estrictamente nazi. Debía mantener su autonomía en la medida de lo posible, aunque las necesidades de cooperación con el ejército franquista fueron incrementándose en el curso del tiempo. Una inferencia insoslayable es que en el lejano Berlín se dudaba de la capacidad militar española y también de Franco. Había que ayudarle, eso sí, porque dejado de la mano correría tal vez el riesgo de no tener éxito en las operaciones. La Cóndor, innovadora y autónoma, constituía un primer elemento para darle un empujoncito. 

De la tarea de informar a Franco se encargó el almirante Canaris quien, por lo menos, ya había estado en España en agosto y a principios de octubre. Como es sabido, los papeles de la Abwehr perecieron en el fuego berlinés en gran medida. Es verosímil que los que se refieren a la ayuda a Franco sufrieran tal destino. 

Lo que se sabe sobre las instrucciones que se le dieron en octubre de 1936 se desprende de una carta que el ministro nazi de Asuntos Exteriores escribió a su embajador en Roma, Ulrich von Hassell, y en la que afirmaba que Canaris estaba ya en España.

Es obvio que su misión cerca de Franco resultó en un éxito. ¿Quién iba a oponerse a una perita en dulce, sobre todo si ante el exterior la jefatura de la nueva unidad aparecía como netamente española? No soy el único en caracterizar de novedosa tal innovación. El propio Proctor consideró que, en muchos aspectos, era revolucionaria. 

Por encima de las distorsiones que sobre el envío de la Cóndor, cabe encontrar en la literatura pro-franquista, cabe señalar el tipo de reacciones que el seguimiento de los envíos despertó en Londres, el “hada negra” que velaba por Franco. Hubo quien los interpretó como una apuesta para ayudarle a ganar “su” guerra. El subsecretario permanente del Foreign Office, Sir Robert Vansittart, subrayó acertadamente que el Tercer Reich se movía mucho más deprisa y más inteligentemente que la Italia fascista. Berlín, además, había disfrazado mucho mejor su intervención. Aun así, con la Cóndor se quitaba la careta.

En definitiva, el Eje empezó a funcionar en la práctica en España, pero sus papeles respectivos no estaban fijados desde el principio. Mussolini fue mucho más descarado y, en ocasiones, más agresivo. Con todo, los nazis, sin caer en gesticulaciones, ayudaron más a Franco y se cobraron mejor. Sin el Tercer Reich, simplemente, no hubiera habido en España un dictador durante casi cuarenta años.

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Ángel Viñas es economista e historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo. Su última obra publicada es 'La forja de un historiador' Crítica, Barcelona, 2024.

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