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Listas de unidad popular

Los datos del CIS de noviembre recogen el impacto en la intención de voto de los casos Ábalos y Errejón, la gestión de la dana y la victoria de Trump en las elecciones norteamericanas.

La situación actual

Con los números de noviembre, el PSOE obtendría 6,9 millones de votos, el 29,9% y 128 escaños (+7), y esto sucede con un incremento de la abstención de origen socialista del entorno de los 240.000 electores —efecto Ábalos—, una cifra pequeña que subraya la resistencia de este electorado ante todo tipo de dificultades coyunturales. Esta resistencia no es casual. Se puede decir que el electorado socialista está inmunizado ante el acoso permanente del PP, una táctica errónea la de atribuir los contratiempos propios y los ajenos al gobierno social-comunista, bilduetarra, populista y separatista, porque nadie en su sano juicio es capaz de pensar, por ejemplo, que Mazón no tuvo nada que ver con los más de 200 fallecidos en Valencia pero Teresa Ribera sí, luego todo lo que digan en el PP sobre el caso Ábalos o sobre otro asunto será recibido en el otro lado como una sobreactuación, acusación infundada o directamente mentira. Por lo tanto, el CIS de noviembre explica que el PSOE defiende perfectamente su posición a pesar del caso Ábalos, de su gestión de la post-dana y de cualquier otro asunto que surja y esto es consecuencia de la difamación continuada, estúpida e infantil patrocinada por Feijóo.  

Del mismo modo, el caso Errejón no parece haber deteriorado la posición de Sumar, que permanece en el umbral del 7%, algo por encima de los 1,5 millones de votos y 10 escaños, y lo mismo sucede con Podemos, que defiende sus números habituales con algo menos de 900.000 votos, el 3,7% y dos escaños. Lo que nos está explicando la ausencia de impacto del caso Errejón no es que no merezcan credibilidad ni reproche los testimonios conocidos sobre su conducta presuntamente criminal, sino más bien que en el mercado electoral no está penalizada la ausencia de herramientas eficaces para la detección preventiva de casos individuales.  

Por otro lado, nadie duda que el gobierno valenciano no avisó a la población para que se pusiera a salvo, pero el PP defiende 7,4 millones de votos en España (-718.000), el 31,9% y 139 escaños (+1): el PP se está defendiendo perfectamente en términos de escaños. Sin embargo, Abascal supera a Feijóo como presidente preferido entre los españoles de 18 a 45 años de edad, la fidelidad de voto de los populares ha caído por debajo del 70% y la presidenciabilidad de Feijóo (38,6%) está por debajo del valor más bajo de Casado (41%) entre los votantes del PP. Sobre lo primero —la resistencia en escaños del PP—, se puede decir que este electorado también es rocoso, aunque por factores distintos que el socialista. Todos conocemos a votantes del PP y podemos afirmar que, para los más mayores, hay una especie de cuestión de clase o incluso de familia que está explicando ese voto. Incluso un sentido de pertenencia al conjunto de buenos españoles, aquellos que ganaron la guerra, y no esos rojos, un concepto totalizador, uniforme, hostil y sobre todo obtuso. Se puede decir que todos conocemos a votantes antiguos del PP que votan a este partido por autopercepción social, por tradición, sin saber por qué y en la mayoría de los casos contra sus intereses. Especialmente llamativo es el caso de los jubilados que votan contra la revalorización de sus pensiones.

Los datos del CIS de noviembre recogen el impacto en la intención de voto de los 'casos Ábalos y Errejón', la gestión de la dana y la victoria de Trump en las elecciones norteamericanas

Ahora bien, hay otras personas más jóvenes que lo hicieron todo bien en este lado del mundo que es el de los ricos, pero la acumulación desigual de la propiedad y la riqueza son crecientes y el sistema no les ha agradecido ni retribuido ninguno de sus esfuerzos. Es la crisis de las democracias del primer mundo, y ahí se explican los resultados electorales de la extrema derecha en Europa y los de Vox en España. Con los datos del CIS, Vox progresa por encima del PP en la mitad más joven del censo y suma 3,3 millones de votos en este mes de noviembre, el 14,4% y 44 escaños (+11), y esta progresión de Vox coincide con una caída de 3,8 puntos en la de participación general (de 70,4% a 66,6% sobre censo CER). Por lo tanto, el CIS también explica que la abstención ha aumentado en 1,3 millones de electores respecto al 23J, y esto correlaciona con un incremento notable de la desafección política en este mes de noviembre. De hecho, la suma de sus distintos componentes lidera de nuevo la lista de los problemas del país. Conductas violentas como la de Errejón, negligentes como la de Mazón, falsarias como la de Feijóo, y en todo caso ceñidas al guión de la confrontación, producen el desencuentro y la trifulca política que persigue el PP y no sabe evitar un PSOE de Sánchez que cae una y otra vez en el tacticismo y la descalificación gruesa que les aleja del interés general. Sin embargo, el contexto de la desafección es favorable a la extrema derecha y la victoria de Trump en EEUU también es la victoria de Abascal sobre Feijóo, que ya es material fungible.            

Se puede decir que los dirigentes del entorno de Feijóo son malos, en el sentido de malas personas, mientras que los del PSOE son malos en el sentido de incompetentes para contrarrestar la táctica bumerang o espejo del PP: lo que les reproches (incompetencia y dimisión de Mazón), te lo devuelven de forma idéntica, inmediata y amplificada, contando incluso con el poder judicial (dimisión y ya veremos si imputación de Teresa Ribera). Y en la defensa de lo razonable y la verdad –la gente murió en la dana porque el gobierno valenciano no les avisó para que se pusieren a salvo—, la confrontación y la desafección política.

El problema: asegurar la continuidad del gobierno de coalición 

Hoy nadie defiende la idea de cuatro iluminados que conocemos bien, de que un PSOE en el 35%, apoyado por Podemos, permitiría reeditar el gobierno de coalición frente a otro del PP apoyado directa o indirectamente por Vox. Esto es importante, porque define con precisión el problema que hay que resolver para frenar la llegada del autoritarismo al gobierno de España, supuesto que una gran coalición entre el PSOE y el PP es imposible —lo que no deja de ser una anomalía democrática—.

El problema que hay que resolver es la continuidad del gobierno de coalición. Y este problema está localizado en que sólo quedan 12 escaños de los 31 que obtuvo Sumar el 23J (-19), diez los obtiene esta coalición y Podemos consigue dos. La causa principal de esta pérdida de escaños es la desagregación de Podemos con un número de alrededor de 900.000 votantes, un movimiento destructivo que ha propiciado un retroceso adicional de la coalición Sumar de medio millón de votos, para quedar reducida a 1,6 millones. Totalizando lo que obtienen ambas formaciones en la actualidad nos quedamos en 2,5 millones de votos y 12 actas, frente a los 3 millones y 31 actas del 23J. 

Pero el problema es más difícil de resolver si no lo tenemos claro en la izquierda. Nos guste o no, cualquier solución de continuidad de un gobierno no autoritario en España pasa por un PSOE hegemónico liderado por Pedro Sánchez. Y esto choca frontalmente con el rechazo al malmenorismo, el último descubrimiento de Pablo Iglesias. A mí no me gusta el viejo PSOE y menos aún el arrogante Sánchez, pero si no sujetamos esto, ¿entonces, qué? Cuando Iglesias explica que votar por el mar menor termina beneficiando a quien suponemos que es el mal mayor, lo que nos está diciendo es que hay que votar a Podemos, que es la única opción de izquierda auténtica o verdadera –Podemos no es el mal menor—, aunque esto signifique que alcancen el gobierno el PP y Vox. Para ese viaje no hacen falta alforjas: votad a favor de la moción de censura que propone Feijóo y acabamos antes, porque una cosa es que Podemos no haya muerto y otra muy distinta es que pueda remontar hasta los 3,1 millones de votos del 10N de 2019. Sobre todo, porque las elecciones de la Comunidad de Madrid del año 2021 objetivaron el potencial de este partido. En esas elecciones, en las que un prestigioso analista me decía que Podemos quedaría por delante de Más Madrid, Iglesias obtuvo el 7,2% de los votos válidos, un resultado que equivale a un 4,5% en España y dos diputados, los mismos que obtendría ahora con el 3,7%: no hay más cera que la que arde. Lo que me recuerda que nadie quiso dar continuidad a la revista Triunfo porque era mucho más sencillo inventarse Cambio 16 o Tiempo, y por esto Sumar. Es decir, si Podemos hubiera sido sobre todo amable, y a pesar de la persecución sufrida, no habría fracasado en el mercado electoral y no habría hecho falta Sumar. Sí, a pesar de la persecución, porque a los que votábamos a Podemos no nos importaba ni nos importa nada lo que digan El Mundo, Ferreras o Federico sobre cualquier asunto de la izquierda.

Volviendo al tema, con los números de noviembre, el PP (139), y Vox (44), alcanzan 183 escaños y fin de la historia.

La suma lineal de Podemos y Sumar no es suficiente

No vamos a ser exhaustivos con esto: la suma lineal de Podemos y Sumar, es decir si se reunificaran aportando los valores que obtienen por separado en noviembre, eso daría 2,5 millones de votos, el 10,8% y 25 escaños, un número de asientos insuficiente para impedir la mayoría absoluta del PP (135), y Vox (43), ahora con 178 escaños. Digamos que hace falta algo más para frenar la barbarie o, por decirlo a las claras, una solución del estilo lidera Irene Montero que además será ministra si salen los números sería la enésima mala solución de la izquierda y no sirve.

La única solución

La única solución para completar la aritmética de la izquierda y dar continuidad al gobierno actual o algo parecido es la creación de una oferta electoral completamente nueva, es decir, partido o coalición, programa y liderazgo nuevos. Sumar, que defendió la aritmética del 23J con 31 escaños, no ha definido una posición política propia desde el 23J, lo que tiene que ver con la inexplicable cercanía de Yolanda Díaz a Pedro Sánchez y la colonización de Sumar por parte de los Comunes. Aparentemente, Sumar es un apéndice del PSOE o, alternativamente o además, la operación reformista o la operación Roca de los Comunes, un partido de diseño barcelonés saltando al ámbito estatal –nos da igual que sea una coalición, lo llamamos partido porque los normales no matizamos tanto—.

El lugar que hay que ocupar es muy simple: el que represente el consenso de los demás que obliga al PSOE a hacer determinadas políticas. Dado que los acuerdos que le permiten a Sánchez ser presidente son inequívocamente plurinacionales, esas políticas que hay que desplegar tienen que transitar hacia una comprensión de España que es confederal.

La única solución pasa por un liderazgo nuevo y respetado por todos, tan respetado que quien no quiera participar no tenga espacio alternativo y fracase electoralmente

La causa para la que hay que trabajar consiste en la creación de unas listas de unidad popular, y la solución de su liderazgo no puede ser un encaje entre los desencontrados jefes y jefas actuales o un sorprendente Broncano o Wyoming, porque dejaría vivos a los del malmenorismo. La única solución pasa por un liderazgo nuevo y respetado por todos, tan respetado que quien no quiera participar no tenga espacio alternativo y fracase electoralmente. Este líder existe y no vamos a decir quién es, él lo sabe.

Podemos leer esto y continuar cada cual a lo suyo. Sería un error, porque en esta ocasión no se trata de la alternancia democrática, sino de la defensa, precisamente, de los valores democráticos. Un gobierno de España en manos del PP y Vox podría actuar en el borde de la legalidad creando casos y, visto lo visto, parece que sobran jueces dispuestos a llevarnos p’alante. A todos y todas. Lo de "¡que viene la ultraderecha!" queda superado, sí. Porque ya está aquí.

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Jaime Miquel es analista electoral.

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