El Estado es la cuestión Luis García Montero
Lo real versus lo virtual
I.- Lo real ya no es lo que era, ni lo que es. Todo se puede transformar en su contrario, es cuestión de tener los medios para hacerlo. Me refiero, claro está, a la situación de España en estos momentos. Para un observador atento, que se atenga a su propia indagación, la realidad objetiva es bastante indiscutible. La economía española es la que mejor se encuentra entre las europeas, con un crecimiento sólido del 4,2% interanual y del 2,3% al final del año, tres veces mayor que la media continental. Acabamos de alcanzar el nivel del 2019, en tres años, con dos de una terrible pandemia cuando en la crisis del 2008/9, con la derecha, nos costó recuperarnos ocho años, después de duros sacrificios sociales y recortes en el Estado de bienestar. Se dice que nos ha costado más que a otros países, pero se oculta que nosotros perdimos mucha más riqueza por la sencilla razón de que dependemos más del turismo, que colapsó totalmente.
La inflación ha ido descendiendo hasta el 1,9%, la más baja de la UE, y aunque los precios han aumentado, están descendiendo, incluidos los de los alimentos. Igual ha sucedido con los precios de la energía, gasolinas, etc., gracias a la “excepción ibérica”, que el Gobierno consiguió de la UE. De otra parte y gracias a los fondos europeos –140 mil millones, el volumen más alto después de Italia–, la economía española se está modernizando con el resultado de que son las exportaciones las que están tirando del crecimiento, junto con el turismo.
II.- En la anterior crisis, con la derecha, el desempleo llegó a cifras astronómicas del 27%, mientras que ahora, por medio de los ERTE, más de tres millones de trabajadores han visto protegidos sus empleos y han cobrado, del Estado, una parte sustancial de sus salarios. De otra parte, el paro ha descendido hasta el 12% y se sigue creando gran cantidad de empleo. Es evidente con toda evidencia que gracias a la reforma laboral los puestos de trabajo son de mayor calidad, y las cifras de contratos precarios ha descendido hasta el punto de que se sitúan por debajo de la media europea. La falacia de que los “fijos discontinuos” son en realidad parados es una más de las que usa cierta derecha. Siempre se han contabilizado como empleados, y más ahora en que los periodos entre contratos se tienen en cuenta a efectos de indemnización por despido y en la jubilación. El Ingreso Mínimo Vital (IMV) es un nuevo derecho social que alcanza a 560.809 hogares en los que viven 1.579.949 personas. Es sabido que lo percibido es cifra escasa –565,37 € al mes–, el procedimiento burocrático es lento y correoso, pero antes no existía tal derecho. Otra mejora evidente ha sido la del salario mínimo, que ha crecido un 47% en los últimos cinco años hasta 1.080 € en 14 pagas, es decir, 1.200€ al mes y afecta a unos 2,3 millones de trabajadores, en especial mujeres y jóvenes. Con la pensión ha sucedido otro tanto. Mientras en el pasado, con la derecha, aumentaba el 0,25%, este año ha subido el 8,5% y, a partir de ahora, se acompasa a la subida del IPC. Este aumento ha beneficiado a 9,07 millones de personas –4,6 hombres y 4,4 mujeres–. Es evidente que la pensión media –incluyendo viudedad, orfandad, etc.– es todavía escasa, pero ya hay un 20% de pensionistas que cobran alrededor de 2.000 € al mes. Hasta la llegada de este Gobierno, las 585.000 empleadas del hogar –420.000 dadas de alta– no tenían prácticamente derechos, eran “servidumbre”, mientras que ahora están equiparadas a las trabajadoras por cuenta ajena. Otra cuestión es que todavía haya desaprensiv@s que abusen de la economía sumergida y las mantengan ayunas de derechos. Los avances en medio ambiente –España está a la cabeza en energías renovables– o en igualdad de género son reconocidos, sobre todo fuera de España, pues aquí abundan, por desgracia, los “doñanagicidas” y “feminicidas”.
Sostener que el “comunismo” gobierna en España mueve a risa; el terrorismo etarra desapareció hace doce años y sólo anida en las mentes calenturientas de algunos o algunas “ultras”, que se han estancado en el pasado
III.- En cuestiones más directamente políticas los avances han sido considerables, con algunas sombras e insuficiencias. Hace pocos años, con el PP gobernando, teníamos a Cataluña en pie de secesión, una auténtica pesadilla. Hoy en Cataluña no se respira ese ambiente, el separatismo está en declive y la mayoría de las capitales y grandes ciudades están gobernadas por el PSC. Igual sucedió, en otro contexto muy diferente, con el País Vasco. ETA fue derrotada y se extinguió, a pesar de lo que diga la señora Ayuso, con un gobierno socialista, lo que no quiere decir que todo el mérito fuera suyo, pero la realidad es esa. Por mi parte, estuve de acuerdo y defendí, públicamente, los indultos a los líderes del “procés”; menos de acuerdo con la eliminación del delito de sedición, sin sustituirlo por algo similar, y nada de acuerdo con las rebajas en la malversación de caudales públicos. Creo, sinceramente, que desde hace muchos años España no está tan bien situada en la arena internacional, sobre todo en la UE, aunque no se ha explicado bien el giro en el tema del Sáhara, ni las ventajas que haya podido reportar.
IV.- Sin embargo, hay otra “realidad virtual”, construida pacientemente, desde hace tiempo, con alarde de medios. La operación consiste en borrar todo lo anterior por medio de un mantra que se llama el sanchismo, “suma de todos los males sin mezcla de bien alguno”, como decía el catecismo del P. Ripalda del infierno, desde el siglo XVII. Se le acusa de haber gobernado con el “comunismo”, el “terrorismo” y el “separatismo”, tres jinetes del apocalipsis, el cuarto se lo sacarán en esta campaña. La primera mentira es decir que ha gobernado con Bildu y Esquerra, cuando nunca han estado en el Gobierno. Lo que han hecho es apoyar en el Parlamento leyes sociales o económicas, que les han interesado, pues votaron en contra de una de las más importantes como fue la reforma laboral. Y se olvida que si este Gobierno no hubiese tenido apoyos parlamentarios se tendría que haber ido a unas terceras elecciones, pues el PP no quiso saber nada de que gobernase “el más votado”. Sostener que el “comunismo” gobierna en España mueve a risa; el terrorismo etarra desapareció hace doce años y sólo anida en las mentes calenturientas de algunos o algunas “ultras”, que se han estancado en el pasado. El separatismo existió con fuerza durante el Gobierno del PP, cuando celebró dos referendos ilegales, proclamó –unos minutos– la independencia de Cataluña y, gracias al apoyo de la izquierda, se aplicó el art. 155 de la CE y se pudo frenar el desastre, no sin antes cometerse, por el Gobierno, varias chapuzas.
V.- A pesar de todo, la “realidad virtual” parece que se impone a la “realidad real”, aunque al final ya veremos cuál es más real. La “virtual” cuenta con muchos recursos económicos y, sobre todo, mediáticos. Para qué vamos a engañarnos, los grandes medios de comunicación –prensa, radio, TVE– están en manos de grandes compañías, nacionales e internacionales, que, salvo excepciones, que las hay, no le tienen mucho cariño a este Gobierno. El sistema aplicado es bastante viejo, se trata de dar cancha a los que al no tener argumentos serios para atacar las políticas que se hacen concentran la embestida sobre la persona, intentando crear un personaje “maldito”, capaz de todo con tal de gobernar, como si los demás fueran hermanitas de la caridad. Lo han hecho siempre, pero en este caso en grado superlativo, por aquello de que ha introducido un poco más de igualdad en el reparto de la riqueza y el Gobierno de coalición ha protegido como ninguno al personal sufridor.
Ahora bien, las dificultades de la izquierda no tienen su causa en que el asfalto esté muy escurridizo, sino que también están los errores y las insuficiencias. Entre los errores, la tardanza en corregir lo del sí es sí, la reducción de la malversación o el descuido en los temas identitarios, esa dificultad que tienen algunos en hablar de España y utilizan eufemismos como “este país”, el “Estado español”, etc. Es un error regalarle a la derecha los símbolos que son de todos, la bandera, el himno, el nombre y, no digamos, la Constitución, que la tuvimos que pelear y otros ni la votaron. Luego están las dificultades objetivas, como el precio de las hipotecas y los alimentos, sobre las que el Gobierno hace lo que puede, pues no está en su mano acabar con la guerra de Ucrania o modificar las decisiones de la señora Lagarde. Pero hay que ser conscientes de que cuando se tienen casi todos los medios en contra, no es suficiente gestionar bien los asuntos públicos, hay también que “hacer política”, es decir, explicar, hacer pedagogía directa, fajarse y, sobre todo, conectar con la gente. Y esta actitud no ha abundado en el Gobierno. Eso sí, hay una ventaja, y es que el adversario no solamente carece de programa conocido, salvo algunas vaguedades, sino que, además, últimamente parece un pollo sin cabeza, enzarzado en unos pactos donde cada “barón o “baronesa” hace lo que le da la gana, mientras el líder máximo intenta pasar desapercibido.
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Nicolás Sartorius es presidente del Consejo Asesor de la Fundación Alternativas. Su último libro se titula ‘La Nueva Anormalidad: Por una Normalidad Nueva’. (Espasa).
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