El coche no es un apéndice Cristina García Casado

Este 1º de mayo, en el que millones de trabajadores y trabajadoras se movilizarán en toda España y en todo el mundo, es un momento especialmente adecuado para recordar algo esencial: el valor del trabajo y el tiempo que empleamos en él. No es casualidad que conmemoramos esa lucha por la dignidad de la jornada laboral de las personas trabajadoras. Aquella movilización histórica, en defensa de las ocho horas, nos recuerda que el tiempo de trabajo ha sido, desde el origen del sindicalismo, una reivindicación central. Y hoy, en un mundo en plena mutación acelerada, vuelve a ser un debate de primera magnitud para UGT y para el conjunto del movimiento sindical internacional.
Hoy, más que nunca, necesitamos reivindicar un modelo que sitúe en el centro a las personas, que defienda la justicia social y que construya una economía al servicio de la vida
La inminente aprobación del proyecto de ley de reducción del tiempo de trabajo, fruto del acuerdo entre el Gobierno y los sindicatos, nos señala que por fin va a comenzar su tramitación parlamentaria. Una buena noticia para conmemorar este Día Internacional del Trabajo que es también una oportunidad para reforzar una idea que nunca deberíamos perder de vista: el trabajo ocupa buena parte de nuestra vida. Y, como recuerda la Real Academia Española, la vida no es otra cosa que "el tiempo que transcurre desde que nacemos hasta que morimos". Por tanto, cuando hablamos de reducir el tiempo de trabajo, hablamos, en definitiva, de dignificar y mejorar la vida de las personas.
En el Parlamento se va a hablar de vida, de la vida de millones de trabajadores y trabajadoras que merecen tener más tiempo para ellos mismos, para su familia, para su bienestar, para su salud. Y es importante que los grupos parlamentarios, que la representación política en su conjunto, estén a la altura de una sociedad que ya ha entendido que avanzar en la reducción del tiempo de trabajo es un paso imprescindible para construir un país más justo, más humano y más próspero. Hoy, las nuevas tecnologías, la digitalización, la inteligencia artificial, y las transiciones verde y digital abren un nuevo escenario que no puede abordarse reproduciendo viejos esquemas de explotación laboral. El progreso tecnológico debe servir para liberar tiempo, para repartir mejor la riqueza y para mejorar la calidad de vida. No hacerlo sería no solo un error económico, sino, sobre todo, un error social y ético.
La experiencia internacional lo demuestra: la reducción del tiempo de trabajo, lejos de ser un lastre para la productividad, se traduce en sociedades más avanzadas, más igualitarias y más competitivas. Es hora de dejar atrás modelos basados en salarios bajos y jornadas interminables. No hay razones objetivas para no avanzar: quienes se oponen a este cambio se aferran a un inmovilismo trasnochado que la realidad ya ha desmentido.
Y todo esto sucede, además, en un momento internacional muy complejo. La ofensiva arancelaria por la Administración Trump no es solo una guerra comercial: fue, y sigue siendo, una guerra ideológica, un ataque a los modelos de sociedad basados en el reparto de la riqueza, en los derechos laborales y en el bienestar colectivo. Hoy, más que nunca, necesitamos reivindicar un modelo que sitúe en el centro a las personas, que defienda la justicia social y que construya una economía al servicio de la vida y no al revés.
Reducir el tiempo de trabajo sin merma salarial no es solo una reivindicación histórica: es una necesidad urgente para el presente y el futuro de nuestro país. Este 1 de mayo, con miles de voces en las calles, lo volveremos a decir alto y claro: trabajar menos para vivir más y mejor no solo es posible, es imprescindible.
Viva el 1º de mayo.
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Pepe Álvarez es Secretario General de UGT .
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