Los apellidos maternos están desapareciendo
Vengo observando desde hace tiempo que los apellidos maternos están en desuso; es más, diría que están en vías de extinción, como si se hubieran pasado de moda y resultara ridículo o de mal gusto ponerlos. No entiendo el porqué, pero es difícil encontrar a hombres o mujeres profesionales de las más variadas disciplinas que, al identificar sus obras, incluyan el segundo apellido. En los créditos de los programas de televisión, de las series y de las películas lo olvidan. En el caso de los políticos tan solo aparece en las listas de los candidatos a las elecciones o en los nombramientos de sus cargos. En la actualidad un gran número de personas, incluidas muchas feministas, prescinden de él. Al mismo tiempo, en algunos centros de educación secundaria, están surgiendo grupos espontáneos de alumnas concienciadas que reivindican el uso del apellido materno.
Resulta estimulante que chicas tan jóvenes sean conscientes de esta discriminación porque, como no estemos atentas, los apellidos maternos podrían desaparecer para siempre. No será inmediato, pero el futuro se dibuja lentamente con el pasar del tiempo; y de la misma manera que una norma no escrita puede llegar a convertirse en ley por la costumbre, una ley podría derogarse por haber caído en desuso, por difícil que esto pueda parecer.
En España la Ley 40/1999, de 5 de noviembre, sobre nombre y apellidos y orden de los mismos, establece que será primero el paterno y después el materno, pero admite la posibilidad de que el hijo pueda modificar este orden cuando sea mayor de edad; este derecho ya se contemplaba en normativas anteriores. Sin embargo, esta ley es muy interesante, porque introduce en su enunciado el principio de igualdad entre el hombre y la mujer que está reconocido en la Constitución y avalado, en el ámbito internacional, por el artículo 16 de la Convención de Naciones Unidas, que prevé que los estados signatarios tomen las medidas necesarias para hacer desaparecer toda disposición sexista en el derecho al nombre. También el Comité de Ministros del Consejo de Europa, en la Resolución 78/37, recomienda a los estados miembros que hagan desaparecer toda discriminación entre el hombre y la mujer en el régimen jurídico del nombre.
La Ley 40/1999 se completa, en nuestro país, con la Resolución del 30 de junio de 2017 en que entra en vigor la reforma del Registro Civil. En dicha reforma, el apellido paterno deja de tener preferencia sobre el materno. Este cambio amplía al máximo el principio de igualdad entre el padre y la madre a la hora de inscribir a los hijos. Es una norma justa y equitativa; y un logro descomunal para las mujeres españolas. No olvidemos que los hijos son de las madres por derecho natural y que el vínculo que se establece en la gestación no es comparable a ningún otro vínculo de la existencia. Los padres, si bien son imprescindibles, ante gestar y parir pasan a un segundo plano. Así que a la madre le corresponde por derecho formar parte de la identificación del hijo que, hoy por hoy, reside en los apellidos. (*)
No olvidemos que los hijos son de las madres por derecho natural y que el vínculo que se establece en la gestación no es comparable a ningún otro vínculo de la existencia
En este aspecto España es pionera en igualdad en Europa, junto a Portugal. Por eso cuesta mucho comprender que en países como Reino Unido los hijos solo puedan llevar el apellido del padre. Incluso la mayoría de las esposas adoptan el apellido del esposo renunciando a su propia identidad. Ellas, que fueron pioneras en la lucha por el derecho al voto y por otros principios igualitarios. Virginia Wolf, en su obra La señora Dalloway, publicada en 1925, ya denuncia esta situación a través de Clarissa, la protagonista: “Tenía una rarísima sensación de ser invisible, no vista, desconocida; (...) este ser la señora Dalloway, ahora ni siquiera Clarissa, este ser la señora de Richard Dalloway”.
En Francia los descendientes pueden llevar el apellido del padre o el de la madre o ambos separados por un guion. Pero llevar el doble apellido no es automático, es preciso un trámite burocrático, lo que ha propiciado que en 2019 surgiera el colectivo Porte mon nom (Lleva mi apellido) que intenta cambiar la legislación francesa para que a los hijos se le pongan automáticamente los dos apellidos. En el caso de las mujeres la tradición marcaba que, al casarse, adoptaran el apellido del marido, y todavía está muy vigente esta costumbre.
La escritora francesa Annie Ernaux, premio nobel 2022, en su novela La mujer helada, publicada por primera vez en 1981, lo expresa de la siguiente manera:
“Mi apellido, el que aprendí a escribir lentamente, quizá la primera palabra que mis padres me obligaron a escribir correctamente, el que hacía que yo fuera yo en todas partes, el que sufría cuando recibía un castigo, el que brillaba cuando me daban buenas notas, que aparecía escrito en las cartas de quienes amaba, se esfumó de golpe. Cuando oigo el otro, más sordo, más breve, dudo unos instantes antes de apropiármelo. Durante un mes floto entre ambos apellidos, el mío y el que debo adoptar, el de mi marido...”
Revisando la legislación en otros países europeos, me ha parecido que no hay ninguno en el que la filiación sea tan igualitaria y esté expresada en la ley con tanta claridad como en España. Creo que, lejos de mirar a nuestro alrededor, deberíamos hacer gala, en este caso, de nuestros dos apellidos y usarlos generosamente.
(*) NOTA.- Los Reyes Católicos promulgaron en 1492 el Edicto de Granada por el que se expulsaba a los judíos de las Coronas de Castilla y Aragón. Les dieron dos opciones: o exiliarse o bautizarse. En el proceso de identificación de los conversos se incluyó el segundo apellido, para demostrar que habían nacido de madre judía. Este podría ser el origen de que en España tengamos los dos apellidos. Si bien, mucho antes, a partir del siglo IX aproximadamente, en Al-Ándalus los muladíes, cristianos convertidos al islam, también tenían que demostrar con el apellido materno que habían sido engendrados de madre no árabe.
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Nieves Sevilla Nohales es maestra y escritora.