Los niños raros Joaquín Jesús Sánchez
La batalla cultural de la izquierda ante la ofensiva ultra
La izquierda se la juega en un tiempo de retroceso general de la democracia y de avance de gobiernos neoliberales y autócratas que persiguen acabar con el Estado Social de Derecho y desarrollar modelos de “democracia autoritaria”. El contexto de crisis, una pandemia que casi paralizó el planeta y, ahora, una guerra en Ucrania cuyos efectos son una inflación alarmante, la subida de precios y la inseguridad como estado de ánimo, favorecen las posiciones ultras y populistas.
Asistimos a una mezcla de fatiga, desconcierto y descontento entre una población irritada por las malas noticias y la crispación política. También se constata una mayor desconfianza de la sociedad hacia el poder político ante retos necesarios como la emergencia climática, la transición energética y las incertidumbres económicas que pueden condicionar los proyectos de felicidad de las personas. Ante este sombrío panorama se impone reflexionar, por parte de la izquierda en el gobierno, sobre qué hacer para recuperar la confianza de la mayoría social.
En el escenario se sitúan, además, las derivadas del disparatado proceso independentista en Cataluña que provocó, en el resto de España, la explosión de VOX y arrastró al PP; la manipulación constante que hace una derecha desleal de la derrota del terrorismo de ETA en 2011 y sin que lograra ninguna ventaja política; una pandemia que, en defensa de la salud, conllevó restricciones lógicas a la libre movilidad y provocó una increíble sentencia del Tribunal Constitucional; así como las consecuencias de la guerra provocada por Putin en Ucrania que, además del sufrimiento humano —que nos es muy próximo—, ha vuelto a poner en crisis la economía mundial.
También se dan otras circunstancias como la distorsión informativa de los medios que practican el acoso al Gobierno, la confrontación que se ha instalado en el Parlamento sin espacio para consensos, las movilizaciones sectoriales contra el Gobierno y nuevos casos de corrupción cuya investigación siempre avanza con lentitud.
Asistimos a una tormenta perfecta que es alimentada por las propuestas neoliberales, la actitud irresponsable del PP ante la UE por la aplicación de los Fondos Europeos y los discursos de la posverdad de VOX
Por otra parte, el Presidente, Pedro Sánchez, ha tenido que buscar el apoyo de grupos como ERC y Bildu para sacar adelante presupuestos, leyes y medidas progresistas. Esto ha servido para que PP y VOX acusen a Sánchez de falta de legitimidad de su gobierno y para que algunos votantes socialistas vean con recelo esos apoyos. Pero no había otra opción.
Asistimos a una tormenta perfecta que es alimentada por las propuestas neoliberales, la actitud irresponsable del PP ante la UE por la aplicación de los Fondos Europeos y los discursos de la posverdad de VOX. Discursos que tienen como consigna central la exigencia de bajar los impuestos y eliminar el Estado protector, acompañada con mensajes de odio y una estrategia para desestabilizar el Estado de Derecho y hacer caer al Gobierno. Es descarado el blanqueo que hace el PP —ayer Casado y hoy Feijóo— de la ultraderecha. Lo confirma la entrada de VOX en el Gobierno de Castilla y León.
Estos acontecimientos marcan un periodo político en el que el Gobierno de izquierdas ve dificultada su capacidad de comunicación. No resulta fácil capitalizar los esfuerzos para destinar más recursos a crear una red de cobertura social para los sectores más desprotegidos; ni un reconocimiento amplio a las medidas legislativas de progreso acordadas. Y cuesta fijar un relato con el que liderar la sociedad española, basado (me atrevo a resumirlo) en la defensa de una democracia justa.
En este planeta convulso y cambiante, en el que se da la paradoja de que los enemigos de la democracia esgrimen la bandera de la libertad (para tomar cañas), la izquierda ha de reforzar la batalla cultural e ideológica. Hablo de educar y hacer pedagogía sobre los valores democráticos.
La solidaridad y la igualdad solo son posibles mediante políticas fiscales claramente progresivas para lograr una redistribución de esfuerzos y beneficios en favor de la mayoría social y eliminar las desigualdades y la precariedad. Los impuestos son la garantía de la educación, la sanidad y las pensiones públicas. En un mundo interdependiente, solo la gobernanza democrática hará posible regular los mercados de una globalización descontrolada mediante organismos supraestatales. Y frente al autoritarismo y los tiranos es imprescindible fortalecer el papel de un Parlamento abierto, eficaz, participativo y transparente.
El neofascismo del siglo XXI, escondido bajo la forma de un discurso nacionalista español, populista y antieuropeo, disfrazado en ocasiones de antisistema, está hoy más normalizado que nunca. En especial en el Congreso cuando rechazan lo público y leyes de derechos básicos, demonizan a los inmigrantes, ignoran la violencia machista, revisan de manera inaceptable la dictadura y la memoria democrática y practican discursos de odio contra determinados colectivos y contra la izquierda.
Hoy, la penetración de las ideas liberales más ultras ha llegado a trabajadores no cualificados y a los jóvenes. Esto ya pasó en Francia, Italia o Alemania, infectando cada vez a más capas de la sociedad que no se definen de extrema derecha y que no se posicionan en un esquema izquierda-derecha. Parece que en el debate de los valores y las ideas se estuviera imponiendo la derecha más reaccionaria.
De ahí la prioridad para la sociedad civil progresista, sus intelectuales y organizaciones, de promover una movilización cultural en todos los ámbitos que frene los discursos involucionistas, marque la agenda temática y ponga en valor los ideales de la democracia. Al PSOE y UP les toca eliminar sus desavenencias públicas que distorsionan la gestión de gobierno y tomar decisiones con celeridad para acordar más medidas que garanticen la igualdad, eliminen la precariedad y apliquen, sin complejos, una fiscalidad realmente progresiva. Necesitamos nuevas acciones contra la corrupción, en favor del diálogo social y la búsqueda de consensos sobre cuestiones de Estado en el Parlamento.
Los partidos de ultraderecha son ya una amenaza real de involución, tanto para la democracia formal como para el bienestar de la gran mayoría social que aspira a una democracia más avanzada. ¡De eso habla la Constitución!
La izquierda de gobierno, lejos de la autocomplacencia porque la rebeldía alimenta sus convicciones, sabe que la respuesta no está en la propaganda ni en el marketing de consultores. Queremos cumplir el programa comprometido, evitar prácticas políticas contrarias a la ética y reforzar la comunicación mediática y el activismo en las redes sobre un modelo de país basado en el objetivo de una democracia justa.
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Odón Elorza es diputado del PSOE por Gipuzkoa.
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