El cine español: entre un buen estado creativo y un pésimo estado de la moralidad

Xoán Hermida

Antes de nada, tengo que confesarles un detalle. Las galas de premios, sean los Goya o la feira do viño Albariño, me parecen aburridas, insulsas e inaguantables. Quizás el día que una muy buena amiga mía y mejor interpretadora de pasiones esté nominada a un Goya cambiaré de opinión.

Aun así, me dispuse a ver, y soporté las algo más de tres horas de su emisión, la gala de los Goya de este año por tres motivos excepcionales.

El primer motivo tenía que ver con que el premio honorífico, y la posterior sentida muerte de Carlos Saura, aseguraba un homenaje al director que, junto con Juan Antonio Bardem y Luis Buñuel más ha arriesgado en su cine, por contenidos y por visión artística, ha sabido construir su filmografía. En realidad, el mejor homenaje de la noche fue el de la actriz Juliette Binoche durante la recepción del Goya Internacional.

El segundo tenía como factor principal la curiosidad. Ser espectador de la llegada a la madurez de una nueva generación de realizadores e intérpretes de muy alta calidad que va librándose de los clichés y prejuicios en los que hasta ahora, salvo contadas excepciones, estaba empantanado el cine español.

Por último, y más motivador, comprobar si la grandiosa película de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen sería capaz de superar en esta edición la competencia del neo-folclorismo, que tanto gusta en nuestro país, o de los potentes lobbies del este peninsular. Este año no había películas neo-folclóricas a destacar. Vía libre. Aunque eso no fue obstáculo para que no nos libráramos de la correspondiente dosis del folclore hegemónico en nuestra pluricultural, tantas veces olvidada, patria.

Los lobbies no funcionaron y As Bestas acaparó, como no se entendería de otra manera, los principales premios. Quizás, para ser justos, la actriz Marina Föis merecería el premio a la mejor actriz, aunque solo fuera por algún diálogo de la película. ¡Dejémoslo así!

En todo caso, As Bestas ya es para el cine español una de sus grandes películas por su belleza artística, su capacidad reflexiva y su calidad actoral —voy a ser comedido, pues los críticos ya habían reservado la categoría de 'obra maestra' para un más que aceptable documental—. Después de darle mil vueltas, la mejor definición de la cinta la expresó, en un español con acento francés rescatado de un celular, el actor Denis Menochet: “es un homenaje a la fuerza y el amor de las mujeres, frente a la locura de los hombres”.

Lo que me sorprendió de la Gala es que a escasos días de que se cumpla un año de la invasión rusa de Ucrania, no existiera a la misma ni una sola referencia clara. Más, cuando los mismos miembros de la academia fueron claros y contundentes hace 20 años durante la invasión de Estados Unidos de Irak. Silencio que se hizo más evidente cuando Jordi Évole hizo, sí, referencia a la Gala de 2003 y al ‘No a la Guerra’, para agradecer a los miembros de la academia su implicación social y su ejemplo “para enseñar a no callarnos”. Después, el silencio propio y ajeno, salvo por parte de Chelo Loureiro, que ya aporta su grano de arena particular en la conciencia por la paz como productora de Unicorn Wars.

Ya se sabe que de aquella el invasor era occidente y hoy es nuestro amigo Putin. Digo esto de nuestro amigo porque a raíz de mi último artículo en infoLibre, sobre el 20 aniversario del nacimiento de la Ciudadanía Global, mi amigo y expresidente de la Coordinadora Gallega de ONGs Emilio Martínez, me recriminaba desde las páginas de otro medio que considerase la actitud de la izquierda en general, y de la intelectualidad o personas de la cultura en particular, como 'ponerse de perfil' cuando en realidad eran 'putinistas'. Tiendo a ser moderado, no me gusta la actual moda de la hiper-adjetivación, y no suelo denunciar algo cuando puedo tener dudas sobre las intenciones últimas. Pero es posible que en este caso Martínez vaya teniendo razón.

El cine español vive, sin lugar a dudas, unos de sus mejores momentos de creatividad. Tengo mis más que razonables dudas de que viva un buen momento en cuanto al estado de su moralidad

En realidad, lo tenían muy fácil. Tampoco se trataba de hacer el Sean Penn. Una simple referencia del Presidente da la Academia, en el marco del discurso no siempre ceñido al marco artístico, solidarizándose con el pueblo ucraniano teniendo en cuenta que es un colega de profesión el que al frente de un pueblo libre resiste una invasión injusta y preserva nuestras libertades comunes. Pero no tocaba. Quizás la muestra de rechazo de hace 20 años tenía más que ver con el quién y el cuándo que con el qué.

La academia tuvo, en el otro caso desgarrador de la actualidad, el acierto de expresar su solidaridad con las mujeres iraníes invitando a la directora iraní Mitra Farahani a entregar un premio y expresar la esperanza en “el día en que los fascistas [teocráticos] sean expulsados como cucarachas [de Irán]”. En todo caso, me sorprendió que en una Gala donde se ponía en valor el papel, cada vez más necesario e importante, de las mujeres no hubiera ninguna otra referencia a lo que ya puede considerarse un feminicidio dirigido desde un Estado.

En 1926 Julien Benda publicaba La trahison des clers sobre “el cataclismo de los conceptos morales en quienes educan al mundo”. Parece que hay reflexiones dispuestas a no caducar.

El cine español vive, sin lugar a dudas, unos de sus mejores momentos de creatividad. Tengo mis más que razonables dudas de que viva un buen momento en cuanto al estado de su moralidad.

Por supuesto no es obligatorio decir nada. Cada uno expresa lo que quiere a la hora de recoger un premio o aprovechar una atención mediática inusitada, pero un colectivo no se puede permitir pasar de una sobreactuación necesaria en una guerra a un silencio atronador en la siguiente. El agnosticismo moral no menoscaba la valía de un gran creador.

Al final en la vida todo es siempre una cuestión de prioridades, en un equilibrio, no fácil, entre lo urgente y lo importante. Los silencios a veces son también igual de expresivos. Puestos a construir silencios, que estos sean absolutos y no solo hacer referencia a lo que las autoridades correspondientes, o nuestra hinchada, esperan de nosotros.

Tal como expresó ‘el mejor actor [secundario] del mundo’, quién no deseó en algún momento matar un francés [algo muy español]. Hoy toca, aunque solo sea metafóricamente, matar un ruso [wagneriano].

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Xoán Hermida es historiador y doctor en ciencias políticas y gestión pública

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