La COP30 y cómo se ríen de nosotros (otra vez)

Brasil ya tiene todo listo para recibir a los líderes mundiales que llegarán para hablar de lo bien que lo estamos haciendo en materia de sostenibilidad, ecologismo y transición energética. Esta vez le toca el turno a Belém, una ciudad en el corazón de la Amazonía. Escenario perfecto este para prometer la salvación del planeta a través de la conservación y el cuidado del medioambiente, a golpe de bonitos discursos y fotos de familia. Mientras tanto, Petrobras y la Administración del Gobierno brasileño esperan ansiosas su momento para explorar y explotar la ingente cantidad de petróleo existente en la desembocadura del Amazonas. No estáis leyendo mal. El mismo país que acoge la cumbre “más relevante” del clima, está concediendo licencias para extraer petróleo en una de las zonas más delicadas desde el punto de vista ecológico.

El Gobierno de Lula da Silva, que ha mencionado en innumerables ocasiones la importancia de la defensa del clima, acaba de conceder hace unos días una licencia a Petrobras —la compañía nacional de petróleo brasileña— para perforar en la cuenca Foz do Amazonas. Una licencia avalada por la agencia ambiental Ibama, la misma que en 2023 rechazó la solicitud por el posible riesgo para la biodiversidad. Una vergüenza. Lo peor de todo: la licencia se concedió tres semanas antes del inicio de la COP30. Y yo me pregunto: ¿con qué cara se puede presidir una cumbre por el clima después de aprobar una licencia que va a afectar negativamente al clima?

¿Con qué cara se puede presidir una cumbre por el clima después de aprobar una licencia que va a afectar negativamente al clima?

Pero de alguna forma habrá que justificar la decisión. Aun sin faltarle razón en algunos puntos, el discurso habitual descansa sobre tres pilares: soberanía energética nacional, empleo y desarrollo económico. En boca del presidente de Brasil, los ingresos provenientes del petróleo y el gas ayudarán a financiar la transición energética. Un discurso que ya nos resulta familiar, a juzgar por las cumbres de los últimos años celebradas en países exportadores de crudo. La tomadura de pelo se cuenta por sí sola: Brasil, como anfitrión de la cumbre que busca reducir las emisiones para mantener el objetivo del 1,5 ºC y limitar el calentamiento global, ha licitado más de 170 bloques petroleros —47 de ellos en la Amazonía— que podrían llegar a emitir hasta 11.000 millones de toneladas de CO₂. Curiosa la forma en que algunos protegen el medioambiente.

Esto no es casualidad ni un hecho aislado. Ni siquiera es un problema que deba personificarse en Brasil (aunque, al ser el anfitrión, le haya tocado pagar los platos rotos). Las potencias mundiales y las grandes corporaciones —ExxonMobil, Chevron— presentes en Belém a partir de este 10 de noviembre han inyectado más de 2.000 millones de dólares en proyectos de petróleo y gas localizados en la Amazonía. El dinero se abre paso con mucha más facilidad que los compromisos climáticos, que acaban quedando en “agua de borrajas”. A pesar de las fuerzas del capitalismo, alguien debe alzar la voz. Y no es para menos: las organizaciones ambientales advierten de que las perforaciones pueden provocar corrientes oceánicas intensas y alterar por completo el ecosistema de la zona. La contaminación por vertidos también puede resultar letal para la flora y la fauna amazónica.

En definitiva, toca asistir nuevamente a un circo internacional. Este año es el turno de Brasil que, entre aplausos a discursos sin fundamento, deberá afrontar las consecuencias de un continuo sinsentido como es la COP —sobre todo en sus últimas ediciones—. Unas consecuencias que serán irreversibles para la protección medioambiental en una zona tan delicada como la Amazonía.

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Antonio García-Amate es profesor de finanzas en la Universidad Pública de Navarra (UPNA) e investiga sobre energías renovables y gas.

Brasil ya tiene todo listo para recibir a los líderes mundiales que llegarán para hablar de lo bien que lo estamos haciendo en materia de sostenibilidad, ecologismo y transición energética. Esta vez le toca el turno a Belém, una ciudad en el corazón de la Amazonía. Escenario perfecto este para prometer la salvación del planeta a través de la conservación y el cuidado del medioambiente, a golpe de bonitos discursos y fotos de familia. Mientras tanto, Petrobras y la Administración del Gobierno brasileño esperan ansiosas su momento para explorar y explotar la ingente cantidad de petróleo existente en la desembocadura del Amazonas. No estáis leyendo mal. El mismo país que acoge la cumbre “más relevante” del clima, está concediendo licencias para extraer petróleo en una de las zonas más delicadas desde el punto de vista ecológico.

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