Plaza Pública
Díaz o Sánchez : ¿a quién ha transtornado situarse fuera de la realidad?
"Háztelo mirar", le dijo Susana Díaz a Pedro Sánchez en el debate del día 15.
Expresión muy en boga, al parecer, desde el programa de humor juvenil que la ha tomado como título. El destinatario de la contundente frase ha de entender que está fuera de la realidad y que padece un trastorno evidente .
Pues bien, a tenor de lo que se dijo en el debate : ¿quién está fuera de la realidad?
Comencemos la respuesta formulando otra pregunta:
¿Cuál es hoy el principal problema, estrictamente político, de España?
Creo que para una gran mayoría de la filiación socialista (militantes, simpatizantes y votantes ) el mayor problema es la continuidad en la presidencia del Gobierno del señor Rajoy. Así lo pensaban antes y después de su investidura en octubre de 2016.
En ese aspecto la "división" del PSOE no es tanta como reflejan los avales. Hay un convencimiento de que una parte de la acción del presidente está ligada no a gobernar sino al encubrimiento de la corrupción.
Ese problema no se hizo pasado con la investidura de Rajoy. Es puro presente. Mientras se mantenga en la presidencia seguiremos gobernados desde la indignidad y desde la inestabilidad.
Veamos.
La corrupción ha vuelto a ser considerada por los españoles, según el último sondeo del CIS, como el segundo entre los más graves problemas que padecemos.
A. Corrupción que ha conllevado una degradación institucional y un debilitamiento de la democracia española. Todo lo contrario de lo que necesitamos para impulsar la integración europea y para hacer frente a la desintegración ciudadana y territorial del independentismo en Cataluña.
B. Ahora mismo tal degradación institucional (alimentada desde la cúspide de la persona que preside el Gobierno) se hace escandalosamente visible en el comportamiento del ministro de Justicia Catalá, el ministro del Interior Zoido y su secretario de Estado..., en el fiscal general del Estado Maza, en el fiscal jefe Anticorrupción Moix... Todos ellos trazando una carrera de obstáculos a la acción de los fiscales que persiguen la corrupción. Afortunadamente aún existen y son imprescindibles para que la Administración de Justicia la haga; por eso ya se lleva preparando, desde arriba y desde hace tiempo, el desmontaje de facto de la Fiscalía Anticorrupción y de otros órganos cuya misión es perseguirla.
C. Desde hace décadas esa progresiva degradación institucional ha conllevado un descomunal coste económico. Al comienzo del año superelectoral de 2015 se dió una noticia: la Comisión Nacional de los Mercados y de la Competencia había realizado un informe en el que se asumía que el sobrecoste de la contratación pública alcanzaba los 48.000 millones de euros anuales, el 4,5 % del PIB. Por supuesto que no todo es imputable a las administraciones públicas gobernadas por el PP. De aquel informe y de su repercusión en medidas poco se ha sabido.
D. La continuidad en la presidencia de Rajoy no es cosa que afecte solo a nuestra situación interna. Repercute sobre nuestra proyección en una Europa cuya mayor integración política y social necesitamos.
El triunfo de Le Pen hubiera supuesto un golpe mortal a la Unión Europea. Su derrota –que es la derrota del nacionalismo– y el triunfo de Macron permiten que Francia intente –tras el fracaso de Hollande– un avance en la integración europea, mediante el avance, al menos, en una política fiscal comunitaria. Para conseguirlo –que implica superar las resistencias de Alemania y de otros países del norte– necesita a España. Somos la cuarta economía de la Unión, se está reduciendo el déficit, no hay ninguna fuerza política importante antieuropeista. En suma somos un buen y necesario aliado para ese objetivo.
Rajoy lo sabe y está muy crecidito internacionalmente. De China viene, donde, por lo que dice un documento que se hará famoso (sigan leyendo y vean), hay buenas playas.
En su tarjeta de visita europea figura que ha sido capaz de mantenerse en el Gobierno a pesar de los pesares; hay crecimiento económico en términos de PIB, lo cual es bueno para las finanzas, y lo seguirá habiendo al menos durante un año gobierne o no gobierne Rajoy. Puede hacerse oír en la UE por ser presidente de España; de ahí la noticia de hace unos días sobre los documentos, que yacían en cajones, y que son enviados ahora por el Gobierno español a las instituciones comunitarias con propuestas para la reforma de la Unión.
Pero es muy difícil que, aunque exhiba esa tarjeta, su figura –como presidente de un partido desde cuyas cúpulas se han saqueado las arcas públicas– no sirva sino para reafirmar –en los países del norte europeo, señaladamente Alemania– la desconfianza y las resistencias a integrar sus políticas fiscales con las de los países del Sur.
La consistencia de la voluntad de Macron para hacer lo que no hizo Hollande es dubitable; la firmeza de la actuación española favorable a la integración europea se resiente de los pies de barro de quién hoy ocupa la presidencia del Gobierno.
Dejo al saber de los lectores suplir las deficiencias de este pálido reflejo del mal aquí denunciado.
Volvamos al debate a tres del día 15 .
El caso es que lo oí y lo ví entero. No conté cuántas veces dijo Susana que ella sabía muy bien lo que era España, que tenía un proyecto claro para España y que Pedro no. Ahora corríjanme si me equivoco: el caso es que Susana Díaz, mucho hablar del PP como partido tóxico, pero ni una mención a Rajoy ni a la corrupción como parte de la actual realidad política de España. ¿Olvido? ¿Obviedad que no merece ser expresada? Concedamos el beneficio de la duda. Sucede también que, en el documento proyecto que presentó dos días después del debate –y que está llamado a la fama–, el problema de corrupción sigue ausente del diagnóstico de la realidad española. Y por tanto de la búsqueda de solución .
El caso es que Pedro Sánchez situó el problema de la corrupción en el nivel de gravedad que le atribuye la ciudadanía española. Expresó las graves fracturas (social, generacional, territorial...) que alteran nuestra convivencia democrática. Es evidente que su acometimiento sereno queda entorpecido por la frustración que produce la impunidad política de Rajoy, del que los afiliados y votantes del PP no pueden –ni hoy por hoy quieren– librarse. Tal hecho crispa.
Por eso Sánchez afirmó que si era elegido SG demandaría la dimisión de Rajoy. Dos días más tarde, entrevistado en 20 Minutos, López –que tampoco había explicitado en el debate su opinión ni sobre la trascendencia de la corrupción ni sobre la continuidad de Rajoy, a pesar de que puso buen cuidado en señalar que la abstención fue un error –declaró: "Seguramente lo que tendrá que hacer el PSOE sería pedir su dimisión "– .
Con ese objetivo –ya formulado incluso antes de que Iglesias anunciara su moción de censura– Pedro Sánchez traza una línea de acción para el grupo parlamentario socialista. Una línea con mayor profundidad y perspectiva que aisla al PP, al menos mientras mantenga en la presidencia a Rajoy. Una línea a la que ayudan los hechos derivados de que este mantiene su silla presidencial sobre el cráter del volcán de la corrupción. Los hechos que han permitido el éxito de la reprobación parlamentaria del ministro Catalá, del fiscal general del Estado Maza, y del fiscal anticorrupción Moix, uniendo a toda la oposición, incluidos C's y Podemos; y de la que no desconectamos a nacionalistas ni independentistas.
Como conclusión a la pregunta inicial otra pregunta ¿Quién está fuera de la realidad actual de España: Díaz o Sánchez? Mi respuesta ya la saben. El día 21 será la importante.
Ahora otra pregunta. A tenor de lo dicho en el debate y de lo que viene pasando en el PSOE:
¿Quién padece un transtorno evidente?
Díaz también tiene muy clara su respuesta. Ya lo dijo muy suelta en el debate: "Pedro, tu problema no soy yo, tu problema eres tú mismo; Zapatero, que tanto te ayudó no se fía de tí; engañaste a Felipe, te han abandonado los de tu propio equipo". Etc.
Flaco favor a los mentados, en cuyo criterio pretende fundar el suyo –y su cordura– Díaz.
Respecto a Zapatero Sánchez cruzó el Rubicón –desafiando la autoridad senatorial encarnada en el último presidente socialista– el 24 de noviembre de 2014. Fue entonces cuando se mostró a favor de rectificar el artículo 135 de la Constitución. Zapatero entendió de inmediato que su legado era cuestionado por el SG. Quedó más que contrariado pues él se sentía orgulloso de aquella rapidez con la que ejecutó, al alimón con Rajoy, la reforma constitucional del artículo 135. Invocó entonces el ejemplo de la socialdemocracia sueca. Y ahora tiene que sustentar la idílica versión de que la socialdemocracia en Europa no está en crisis, complementada con su proclamada seguridad en que Susana Díaz será la presidenta de España, si resulta primero elegida SG del PSOE.
Respecto a Felipe González (cuyas relaciones políticas y personales con Sánchez han debido seguir avatares que nos son desconocidos) muchos socialistas se preguntan por qué ha comprometido su legado y su crédito con una intervención tan abiertamente faccional en la confrontación interna. El resultado es que su criterio pesa cada vez menos y esto puede trastornar a cualquiera que no acepte quedar reducido a jarrón chino.
Sobre el abandono de la mayoría del anterior equipo de Sánchez –en significativa parte ahora con López– lo menos que se puede decir es que ha quedado evidenciado el error de los tales en su juicio político –no advertir cuanta fuerza tenía en la militancia y el electorado socialista la postura contraria a la abstención– y su falta de valentía en el comportamiento personal –era duro acompañar al destierro al proscrito Sánchez–.
Díaz –queriendo presentar el aislamiento de Sánchez ( respecto a todos los que fueron y son más que alguien en el PSOE) como una prueba concluyente de su trastorno– consigue un efecto contrario: pone en evidencia el desconcierto general ante el apoyo activísimo que Sánchez recibe de una parte muy significativa de la militancia socialista.
Así que... si ni todos tantos notorios juntos son el problema de Sánchez ¡cómo va a pensar este que lo es Susana sola! Pero se lo dijo.
Entonces ¿cuál es?
El problema de Sánchez –si se trata de personalizar y así sucede también en política, máxime si está en juego la presidencia del Gobierno– fue siempre Rajoy.
Recuerden aquella intervención en el Congreso, febrero de 2015, en la que el presidente le espetó: "No vuelva Vd aquí a hacer ni a decir nada. Ha sido patético". Sánchez le había cantado claro que su gobierno no era limpio.
Después vino aquella confrontación en el debate preelectoral de diciembre de 2015 en la que, a la acusación de indecencia le contestó llamándole ruin. Luego, en 2016, Rajoy vió como le servían en bandeja de plata la cabeza de Pedro Sánchez, asegurando su investidura. Receptó, en ese momento, el fruto del continuado delito de silencio (Fernández dixit) practicado contumazmente por los miembros del comité Federal partidarios de la abstención, que callaban su posición por conveniencias personales de poder interno.
En suma, el problema de Sánchez fue siempre y sobre todo Rajoy. Y el de este, en lógica correspondencia fue siempre y volverá a ser Sánchez si es reelegido SG, con renovada fuerza política.
Incontestable es que las tareas que se le presentan son descomunales.
No es fácil, en un escenario pluripartidista, madurar una alternativa unipartidista al Gobierno de la derecha; ni tan siquiera es fácil convertirse en el eje de una alternativa al gobierno del PP si los emergentes emergieron para declararse de inmediato incompatibles.
En cualquier caso el nuevo PSOE necesita imprescindiblemente una revitalización del activismo cívico, progresista; cuyo germen puede ser la movilización socialista en estas llamadas "primarias".
En el ámbito de partido un renacimiento, como el de Suresnes, implica dolores de parto. Y mayores dificultades porque ahora no se navega a favor de la corriente.
Restablecer la unidad pérdida tampoco será fácil. Confrontaciones internas por la dirección –en la que se implicaba a una afiliación empaquetada– no ha dejado de haberlas desde hace mucho.
Sucede que ahora esa confrontación está imbricada en el debate en torno a dos líneas políticas diferenciadas sobre la orientación estratégica del socialismo español y su política de alianzas –como pasó en Suresnes–. Tales líneas se apuntaron, embrionariamente, en las decisiones políticas trascendentales que hubo que tomar ante la crisis de gobernabilidad. Y ahora están ineludiblemente emplazadas, antes de la necesaria coexistencia, a ventilar en las urnas cual obtiene la primacía.
Los que no entienden el porqué del renacimiento político de Sánchez afirman que es radicalmente incapaz de unir al partido; más aún porque tiene en contra a tantos que mandan.
Profetizar el desastre es fácil y puede contribuir a su cumplimiento. Nadie duda de las dificultades. Pero casi todos obvian un factor favorable a la SG de Sánchez: para el proyecto político que encabeza es menos difícil unir porque una gran mayoría de la militancia –que comprende también ,según creo, a una parte de los que avalan a Díaz– piensan que la abstención gratis total a Rajoy fue un error; un error que no puede darse al olvido porque sigue proyectando sus efectos sobre el presente. Y porque saben, también en Andalucía, que el PSOE necesita un cambio de rumbo.
Obvian también que se puede y se suele aprender más de los fracasos que de los éxitos. Y en este caso se encuentra Sánchez. Su éxito en su primera elección le enseñó menos de lo que necesitaba. Y ahora ha podido aprender mucho de su derrota.
Si alcanza de nuevo la SG necesitará mucha ayuda. También la de quienes pudieran sentirse decepcionados. Pero a estos la derrota les puede enseñar lo que parece que no le enseñaron sus éxitos. Díaz, Varas, Page, Lambán, Puig, llegaron a la presidencia no porque hubieran tenido magníficos resultados electorales –todos fueron a la baja respecto a los anteriores– sino apoyados en alianzas o pactos postelectorales.
Imaginemos, hoy no es difícil, que Sánchez resulta elegido. ¿Qué explicación darán de esta elección los que no quieren o no ven que el PSOE pueda cambiar de rumbo y convertirse en alternativa real al gobierno de la derecha bajo su liderazgo?
Ya la adelantaron por su cuenta otros: lo ha elegido una militancia trastornada. Pero puede y debe esperarse que ninguno de los nombrados vaya a aceptar, como bálsamo de su decepción, esa torpe y denigrante entendedera.
En suma Pedro Sánchez puede que haya causado trastornos. incluidos los que pueden atribuirse a sus errores, pero no se le ve trastornado. Simplemente ha visto que los tiempos, también para el PSOE, están cambiando. Y el sector más activo de la disminuida y madura militancia socialista quiere ponerlo al frente de esos cambios.
Para terminar volvamos al principio.
Sánchez, en el debate a tres, habló de la corrupción, el segundo problema en importancia, según la valoración de los españoles.
Pero resulta que también destacó el primero en su dimensión más trascendental: el desempleo y el empleo semiesclavo y con retribuciones indignante. Y lo hizo vinculándolo a la recuperación de la relación con un sindicalismo renovado y sobretodo a la "cuestión juvenil".
Sobre su importancia trascendental para la economía y la política en España da cuenta el recentísimo estudio de JF Tezanos y Verónica Díaz "La cuestión juvenil. Una generación sin futuro?". De su importancia también para el PSOE es consciente Sánchez que nunca dejó de invocar –ya desde su anterior etapa– la necesidad de la comunicación y los pactos intergeneracionales.
Por la jerga que Susana Díaz utilizó al increpar a Pedro Sánchez –"háztelo mirar "– sabemos que está bastante puesta en la comedia juvenil televisiva. Algo es algo. Pero la realidad de la "cuestión juvenil " tan trascendental, estuvo ausente en sus intervenciones en el debate; y está clamorosamente ausente en el proyecto-programa que presentó dos días más tarde. Así que si no ha podido alcanzar la SG del PSOE como la alcanzó la de Andalucía –en andas de una arrolladora masa de avales– ni tampoco pueda hacerlo por elección, tendrá motivos para no atribuirse ella sola el intento fallido. Podrá compartirlo con todos los grandes en conocimiento y poder a los que ha presentado como ejemplo de responsabilidad y ensalzadores de su capacidad de unir y de ganar.
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Quizás todos juntos no han visto todavía que los tiempos están cambiando.
Cuando el día 21 lo vean y lo comprendan se comportarán responsablemente aceptando la palabra de las urnas socialistas. _______________José Sanroma Aldea
José Sanroma Aldea formó parte del equipo de expertos designados por el PSOE para elaborarla propuesta de reforma de la Constitución. Es avalista de Pedro Sánchez.