¿Hay que prohibir el móvil a los adolescentes?

Emilia Sánchez-Pantoja

Mi respuesta es NO. 

Es muy fácil echarle la culpa al móvil y es muy tentador prohibir a los adolescentes hacer cosas. Es muy fácil porque eso nos ahorra a nosotros pensar en cuál es nuestra responsabilidad. La culpa es del móvil, o la culpa es del adolescente que está todo el día en frente de las pantallas. Esto nos exime al resto de hacer nuestra parte.

Nos quejamos de que los adolescentes ven porno en internet desde niños, que algunos se enganchan a las apuestas online, que se acosan a través de las redes, que están todo el día pendientes de unas imágenes retocadas e imposibles en las redes sociales que los llevan a tener trastornos alimentarios. Estamos muy preocupados, todos, las familias, el sector educativo, los políticos, la administración. Muy preocupados, pero muy poco dispuestos a hacer la parte que nos toca. Que lo hagan ellos, que dejen de mirar el móvil.

Voy a recordar una obviedad, que es que en la educación de los adolescentes es bastante importante recordar quién es la persona adulta y que prohibir no sirve de mucho y, desde luego, enseña nada, no educa. La adolescencia es una etapa de descubrimiento, de aprendizaje, de impulsividad, de empezar a sumir riesgos, de necesidad de mucha interacción social y nuestro papel como adultos responsables es acompañar y educar.

Hay adolescentes que usan el móvil para hacer los deberes, buscan información o ven videos que les aclaran cómo se hace un problema de física, un gran avance respecto a cuando nosotros buscábamos en la enciclopedia. Hay niñas y niños que se quedan solos en casa, porque sus padres trabajan, pero se comunican con ellos por whatsapp. Hay niñas que usan su móvil para llamar al teléfono de la infancia y denunciar que en casa no están seguras ¿Qué problema hay? Ninguno, todo lo contrario. Porque el problema no es la tecnología, sino algunos contenidos.

Asumamos la responsabilidad de regular, de educar y de acompañar. Es lo que los adolescentes necesitan. Prohibir no les sirve de nada

Seamos realistas, aquí lo que nos preocupa son los contenidos dañinos y nuestra incapacidad para regularlos. Hagamos nuestra parte. Desde la política nos toca regular. Regular el juego, regular los negocios de apuestas para que no puedan acceder a los niños, niñas y adolescentes. Igual que no queremos una casa de apuestas al lado de un cole, no queremos el poker online en los teléfonos de los niños. Hay que regularlo para impedir al contenido nocivo llegar a nuestros hijos. Que el juego, las fake news o el porno no tengan acceso a nuestros hijos y no al revés.

Y nos toca educar. En ausencia total de una educación afectivo-sexual, el porno por internet se convierte en casi la única información a la que acceden los niños, niñas y adolescentes que tienen una legítima y natural necesidad de información y educación. Implantar de manera eficiente la educación afectivo-sexual en todas las etapas educativas, adaptada a cada edad, es lo que nos garantiza que cuentan con la información suficiente para tener relaciones sanas, desde el respeto, para protegerse de agresiones, de comportamientos nocivos o de relaciones tóxicas. Los niños y niñas tienen derecho a esa educación incluso a pesar de la ideología de sus familias. Educación afectivo-sexual y educación digital, para aprender a proteger su intimidad, sus datos, su imagen, para aprender a respetar y ser respetados. Las prohibiciones no ayudan a aprender ninguna de estas cosas y es dejan desprotegidos para el día que se enfrenten a ello.

Nos toca proponer alternativas de ocio. Muchas veces los padres y madres decimos a nuestros hijos que dejen el móvil cuando nosotros mismos llevamos un buen rato enganchados a la pantalla ¿qué alternativas de ocio tienen? Necesitamos infraestructuras públicas de ocio saludable para que sus opciones de pasar un rato con sus amistades no estén necesariamente ligadas al consumo o la pantalla y sean accesibles para todo el mundo. Necesitamos modelos de vida y horarios laborales que nos permitan pasar tiempo con nuestros hijos, para poder disfrutar de acompañarles en este proceso, escucharles y dedicarles la atención necesaria. 

Y necesitamos poner a la tecnología en el lugar que le corresponde. Hemos pasado de la fascinación total donde todos los niños tenían que estudiar robótica y digitalización, había que llenar las aulas de tablets, pantallas digitales, ordenadores, etc… a demonizar la tecnología y prohibir su acceso. Como si la herramienta, per se, fuese el problema o la solución. Hemos llegado a preocuparnos más de que una agresión sexual a una chica en un instituto fuese grabada con un móvil, que de la propia agresión sexual. El problema no es la herramienta, sino el uso y el contenido.

Así que hagamos nuestra parte. En la Asamblea de Madrid inauguramos una Comisión de estudio para escuchar a los expertos sobre este tema y poder analizar y actuar. Escuchemos también a los niños, niñas y adolescentes, que como sujetos plenos de derechos deben ser escuchados cuando se abordan políticas que les afectan. Hagamos nuestra parte como políticos, como gobiernos, como familias, como sistema educativo. Asumamos la responsabilidad de regular, de educar y de acompañar. Es lo que los adolescentes necesitan. Prohibir no les sirve de nada.

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Emilia Sánchez-Pantoja es diputada de Más Madrid en la Asamblea de Madrid.

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