Esta no va a ser una cumbre histórica

Isaac Pozo Ortego

No, este artículo no va a empezar con el manido: esta es la conferencia de cambio climático clave, no podemos dejar pasar el momento. En una especie de dejà vu, todas las ediciones de la COP son clave y, excepto algunas cuyos nombres resuenan (Kioto 1997, Río 2012, París 2015) después de una semana de noticias, pasan sin pena ni gloria. ¿Alguien recuerda la COP 25 que se celebró en Madrid con una Greta Thumberg tratada como estrella del rock? ¿Alguien podría decir dónde se celebró la 26? no lo busquen, fue en Glasgow y es normal que lo hayan olvidado.

La 27ª conferencia de las partes (COP por sus siglas en inglés) se celebra estos días —del seis al 18 de noviembre— en Sharm el-Sheikh (Egipto). Durante un par de semanas tendremos grandes declaraciones. Al igual que pasó tras el triunfo demócrata en Estados Unidos, tras el resultado de las elecciones brasileñas se espera una vuelta a la acción climática del país con mayor biodiversidad del planeta, con la presencia de Lula da Silva (invitado a encabezar la delegación de uno de los estados amazónicos). Es esperable que el gobierno de Biden realice alguna declaración de apoyo explícita a los acuerdos de la cumbre. La Unión Europea sacará pecho con su plan RepowerEU o su prohibición de fabricar vehículos de combustión interna para 2035. China dirá que se apunta, pero que lo hará a su manera. Y una vez más tendremos llamadas a la acción de naciones vulnerables que empiezan a sufrir de verdad los efectos del cambio climático.

Hace pocos días se conocía la noticia de que este ha sido el octubre más caluroso a nivel global desde que hay registros, pero estas noticias ya no nos resuenan, porque también lo fueron julio y agosto, y nos acostumbramos más a estos titulares

Y terminará una reunión más con grandes titulares, pero con pocos avances. O, al menos, de esos avances que el ciudadano de a pie percibe. La primera semana consiste en reuniones técnicas, y la segunda tratará de las políticas. Esta COP, que tiene como lema oficial "moverse de las negociaciones y la planificación a la implementación", se supone que será más práctica e implementará políticas reales.

Algunos dirán que el momento para actuar de una vez por todas contra el calentamiento global, sin más demora y sin excusas, no es propicio con una guerra en el Este de Europa, y en la que los países industrializados del centro del continente han descubierto que el rey estaba desnudo y llevaban años creciendo a base de combustibles fósiles que estaban en manos de terceros. Pero es que, en la anterior cumbre, la excusa era la recuperación del COVID y tampoco tocaba. Y siempre da la sensación de que había una crisis económica, un gobierno de alguna superpotencia que no era colaborador, o vaya usted a saber. Y, mientras, vamos dejando pasar el tiempo.

Los científicos siguen avisando de que lo que pasa con el clima no es normal. El último informe del Panel Intergubernamental de Cambio climático (IPCC por sus siglas en inglés) ya nos avocaba a una subida de 1.5 ºC de temperatura media, pero en menos de un año los científicos ya vuelven a decir que quizá este aumento sea un cálculo conservador. Conviene recordar que 1.5 ºC es una media global, pero habrá zonas con mayores incrementos. Por ejemplo, en la cuenca mediterránea se esperan subidas mucho mayores.

No es necesario irse a los informes técnicos. Hace pocos días se conocía la noticia de que este ha sido el octubre más caluroso a nivel global desde que hay registros, pero estas noticias ya no nos resuenan, porque también lo fueron julio y agosto, y nos acostumbramos más a estos titulares. Pero esta insensibilización a las noticias no hace que el problema desaparezca.

No solo hablamos de temperatura, ya que, con cada grado de aumento, la capacidad de retención del agua por parte de la atmósfera crece aproximadamente un 7%, lo que produce una precipitación más concentrada y con eventos más extremos. Lo que, paradójicamente, nos lleva a situaciones de sequía, ya que no solo es importante cuándo llueve sino durante cuánto tiempo.

En España, la naturaleza nos lleva avisando mucho tiempo de que algo no va bien. Con un Mediterráneo que en junio alcanzaba valores más propios del final del verano, a un verano con 42 días en ola de calor, o unas temperaturas de otoño más propias de verano. Y cuando ocurran desgracias, que desgraciadamente ocurrirán, nos llevaremos las manos a la cabeza.

Pero este artículo no va a ser una pataleta sin más, sino que, aun conociendo cómo funciona la diplomacia climática y las sesiones interminables de cesión y negociación que tienen nuestros delegados por delante, existe cierto espacio para el optimismo por las ambiciones que se plantean resolver en esta cumbre.

El ministro de Exteriores egipcio, Sameh Shukri, que será el presidente de la COP, ha descrito los retos que se plantean abordar:

Establecimiento de medidas de adaptación al cambio climático: Aunque suene pesimista, es hora de prepararnos para lo peor. Además de acordar estrategias para gestionar los riesgos climáticos, es necesario abordar los problemas de acceso al agua y la potencial escasez de comida, así como construir ciudades más resilientes al cambio climático, ya que la población se seguirá concentrando cada vez más en las ciudades.

Fiscalidad verde a nivel global: Las emisiones de carbono actuales provocarán un daño que se sufrirá dentro de varias décadas, por lo que necesitamos cuantificarlo. Es necesario un acuerdo global para proveer de un valor monetario a las emisiones de carbono, tanto emitido como capturado. Debemos crear mecanismos para incluir los costes ambientales en los costes empresariales. Si bien la Unión Europea ya ha dado el primer paso con su taxonomía financiera, que es una herramienta para que los inversores puedan identificar si una actividad se puede considerar verde o no, aún se requiere mucho trabajo para incluir los costes ambientales en las actividades empresariales, y finalmente que esta fiscalidad verde sea reconocida por todos los países.

Estrategia común para países vulnerables: Es necesaria una justicia climática para países que, sin ser grandes emisores de gases de efecto invernadero, van a sufrir los primeros las consecuencias del cambio climático. Microestados del Pacífico que literalmente verán cómo sus islas desaparecen bajo el mar. Países en el cinturón ecuatorial que sufrirán sequías y otros eventos climatológicos, lo que provocará una nueva catástrofe humanitaria que ocasionará migraciones climáticas. Los Estados más industrializados tienen que plantearse la dotación de fondos para apoyar las medidas de mitigación de los efectos del cambio climático en estos Estados, o prepararse para recibir nuevas olas de migrantes.

El éxito o no de esta cumbre dependerá de los acuerdos a los que sean capaces de llegar nuestros representantes. Pero, tal como comenté al principio, no espero que esta cumbre termine con grandes acuerdos. Sin embargo, hace ya tiempo que la acción climática no puede esperar año tras año a ver qué dicen los dirigentes políticos para actuar.

Es tiempo de acción y no de palabras. Debemos ver cambios reales en los sectores productivos y en el compromiso de la sociedad en general, ya que, si no los hacemos ahora, dentro de unos años nos tocará tomar medidas mucho más drásticas que cambiarán nuestra forma de vivir. Y entonces nos llevaremos las manos a la cabeza pensando por qué fuimos tan cortos de vista, cuando aún podíamos haber tomado medidas que nos hubieran permitido mantener un nivel de vida parecido al que teníamos, sólo realizando pequeñas adaptaciones.

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Isaac Pozo Ortego es gestor de Proyectos de la Fundación Alternativas.

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