Rusia, la OTAN y el conflicto de Ucrania

Juan José Torres Núñez

Yo no descartaría la presencia de tropas estadounidenses [en Ucrania]. Y EEUU no debería descartar ser el primero en utilizar una acción nuclear.

Roger Wicker

El germen que dio lugar a la situación actual del conflicto de Ucrania se sembró el 9 de febrero de 1990, cuando el secretario de Estado del presidente George H.W. Bush, James Baker, en conversaciones privadas con el presidente soviético Mijaíl Gorbachov y su ministro de Asuntos Exteriores Eduard Shevarnadze, prometió que “la OTAN no se expandiría ni una sola pulgada hacia el este”. Esto implicaría el traslado de 380.000 tropas soviéticas de Alemania del Este y otros estados de Europa del Este. Como dije en este periódico en mi artículo La OTAN y las relaciones entre EEUU y Rusia, el número 6 de los Documentos desclasificados deja claras las promesas que se hicieron en aquellas reuniones. Baker afirmó que la OTAN es una organización para “asegurar la presencia de Estados Unidos en Europa” y para “garantizar que la unificación de Alemania no acabe en una expansión de la OTAN hacia el Este”. Gorbachov contestó que “una ampliación de la zona de la OTAN es inaceptable”. Baker le respondió: “We agree with that” [Estamos de acuerdo con eso]. El 10 de febrero de 1990, el canciller alemán Kohl le aseguró a Gorbachov que “la OTAN no debería expandir la esfera de su actividad”. La contestación de Gorbachov a esta declaración la encontramos en el número 9: Estoy de acuerdo”.

En el libro La voz de las luciérnagas. La huella roja, de Sara Rosenberg, leemos que la Perestroika destruyó la URSS porque según Sergei Kurginyan, “cuando llegó Gorbachov, Burlatski, un representante de la nomenclatura, empezó a destruir con furia todo aquello que estaba en construcción”. El Pacto acordado en 1990 no tardó mucho tiempo en incumplirse. En el 50 aniversario de la OTAN, en 1999, el entonces presidente de EEUU, Bill Clinton, anunció al mundo una ampliación de la OTAN con el primer grupo de países del Pacto de Varsovia, ya disuelto. Clinton traicionó las negociaciones del pacto de 1990, en donde Occidente había prometido que la OTAN nunca permitiría el ingreso de países que habían pertenecido al Pacto de Varsovia. Clinton dijo que Rusia no tenía por qué preocuparse porque una ampliación de la OTAN con los países del antiguo Pacto de Varsovia serviría para “avanzar la seguridad de todos”. La frase final de su discurso fue apoteósica: “Tenemos la oportunidad de construir un continente pacífico, íntegro y democrático”. Sabemos que la implosión de la URSS se debió al imperialismo estadounidense, pero también a “una quinta columna traidora” formada por Gorbachov y “algunos traidores más”, como señala Kurginyan. Los documentos muestran que los líderes europeos prometieron a los soviéticos en 1990 y 1991 la protección de la Unión Soviética en la nueva estructura de seguridad europea. En el número 30 vemos a Gorbachov como un pardillo ingenuo que se tragó las mentiras de Occidente.

Al conocer los hechos históricos de esta traición con premeditación y alevosía, comprendemos por qué Rusia reincorporó Crimea a su territorio. El presidente ruso, Vladímir Putin, es demonizado en la prensa corporativa española porque no es un pardillo ingenuo como Gorbachov. Con las injerencias extranjeras y el imperialismo estadounidense se desmanteló el Estado soviético. Con la ayuda de EEUU y de los oligarcas rusos se creó un Estado criminal que solo empezó a superarse con Putin, como subraya Rosenberg. Hoy se puede decir que Putin quizá sea uno de los más grandes estadistas del mundo. Él declaró que el colapso de la Unión Soviética ha sido la “mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, pero también lo dijo convencido de que ya no se puede “reestablecer”. Sin embargo, según la prensa española, Putin “concibe sus relaciones con Europa como una partida de ajedrez geopolítico en la que propone recuperar las casillas perdidas por Rusia con el desmembramiento de la Unión  Soviética” (EL PAÍS, 3 de diciembre de 2021). Aquí se falta a la verdad. Putin habló de una catástrofe, pero también de la imposibilidad de reestablecerla. Melvin Goodman enfatiza en su artículo “The United States Can Solve the Ukraine Crisis” cómo los medios de comunicación se olvidan de la segunda parte de sus declaraciones. El presidente ruso ha recordado que en las maniobras de la OTAN en el Mar Negro “los bombarderos volaron a 20 kilómetros de la frontera rusa” y “todo esto constituye una amenaza para Rusia”. Se trata, pues, de una provocación. Se comprende la demonización de Putin porque la OTAN hubiera preferido otra persona como el presidente ruso Yeltsin, para balcanizar Rusia, como eran sus intenciones. Yeltsin era amigo de Occidente y prometió al pueblo construir el capitalismo en cinco años. Hoy el 87% de la población simpatiza con la URSS, según Kurginyan.

Goodman, en sus observaciones, advierte que EEUU ha emprendido “pasos gratuitos” al desplegar misiles avanzados tierra-aire en Polonia y Rumanía, debido a la necesidad de contrarrestar “un posible ataque de misiles iraníes en Europa del Este”. Para él este argumento es “Nonsense!” [¡Tonterías!]. Y comenta lo que todos conocemos: “los barcos de guerra británicos y estadounidenses continúan desplegándose en el Mar Negro, amenazando entrar en aguas territoriales rusas. Varios miembros de la OTAN en Europa del Este y en los países bálticos están pidiendo sistemas militares occidentales, así como una presencia militar permanente de EEUU”. Goodman propone hacernos reflexionar: “No hace falta mucha imaginación para anticipar la reacción de EEUU si los bombarderos estratégicos rusos y las fuerzas navales estuvieran operando en el Golfo de México o en el Caribe”.

Afortunadamente, EEUU no es un país monolítico. Hay movimientos y personas en ese país que se han dado cuenta de su declive democrático y de su deriva autoritaria

Goodman escribe en otro artículo, Ukraine: the Key to Unlock the Russian-American Stalemate [la llave para resolver el impasse o punto muerto entre EEUU y Rusia], sobre la declaración de George Kent: “El interés nacional estadounidense [está] en juego en Ucrania”, un país que “se encuentra en vías de convertirse en un socio de seguridad completa para EEUU dentro de la OTAN”. En la prensa española se nos dice que “en Kiev se juega el futuro de Europa” y “el modelo europeo de democracia liberal”. Resulta que EEUU, un país con más de 800 bases militares por todo el mundo, se siente en peligro y amenazado en todos los rincones del planeta. Esto también son tonterías. La realidad es muy diferente, pues todos los países del mundo que quieran ser soberanos, se encuentran amenazados por el imperialismo estadounidense. Por esta razón, Putin tiene toda la razón al exigir garantías legales por escrito y unas líneas rojas para que la OTAN no siga su expansión porque él y el pueblo ruso ya conocen “las conversaciones privadas” del 9 de febrero de 1990 y “la seguridad para todos” del discurso que pronunció Bill Clinton, para “construir un continente pacífico”.

Lo que se ha construido es una Europa con la OTAN como cuartel general. A EEUU le importa un bledo la seguridad de Europa, si le importara disolvería la OTAN como se disolvió el Pacto de Varsovia porque hoy día es una organización bélica anacrónica. Lo único que EEUU busca es mantener la hegemonía mundial. La OTAN no ha traído la seguridad y la paz a Europa, sino más bien el peligro y la guerra. La importancia de Europa para EEUU se refleja claramente en las palabras que dijo en una conversación telefónica Victoria Nuland, subsecretaria estadounidense de Estado para Asuntos Políticos, cuando se le comunicó que los aliados europeos tenían problemas con la “línea dura [de EEUU] sobre Ucrania”. Su contestación fue categórica: “Fuck the European Union” [Que le den por culo a la Unión Europea]. La señora Nuland fue la que viajó a Ucrania después del golpe de Estado que puso en el gobierno a los neonazis ucranianos en una revolución de color, con la ayuda de EEUU (que gastó 5.000 millones de dólares) y el beneplácito de sus vasallos europeos.

El distinguido periodista estadounidense Robert Parry, ya difunto, en su artículo “Who is Telling the ‘Big Lie’ on Ukraine?” [¿Quién está diciendo la ‘Gran Mentira’ sobre Ucrania?], del 2 de septiembre de 2014, después del golpe de Estado, ya previó y anticipó que “los políticos estadounidenses, la ex secretaria de Estado Hillary Clinton y los periodistas desde The New York Times hasta la CNN, coincidían en que Putin era un loco con una misión: agredir a sus vecinos con el objetivo de reconstruir el Imperio ruso. Hillary Clinton incluso lo comparó con Adolf Hitler. Esta fue una narrativa falsa”. Y dijo algo más importante: “la histeria sobre Ucrania con los funcionarios estadounidenses y los editorialistas que ahora están tratando de apoyar una respuesta militar de la OTAN, por la supuesta "invasión" de Ucrania, suscita la posibilidad de una confrontación nuclear que podría acabar con toda la vida en el planeta”. Estas palabras tan vigentes quiero citarlas para homenajear a este ilustre periodista por su visión de futuro.

Rusia ya ha advertido que responderá a las armas de ataque en Ucrania. Putin ha especificado que “su país responderá simétricamente”. Y ha agregado que “Rusia tiene ya capacidad para neutralizar esas amenazas porque ensayó con éxito una versión naval de los misiles hipersónicos que superan 9 veces la velocidad del sonido, y que estarán operativos desde comienzos de 2022. Esperemos que prevalezca el sentido común y la responsabilidad”. A las líneas rojas que Rusia ha exigido, el presidente de EEUU, Joe Biden, ha contestado que no acepta la imposición de ninguna línea roja de nadie. ¿Están las democracias liberales de Europa permitiendo que EEUU nos lleve a todos a una guerra termonuclear? Una carrera armamentista y una confrontación con Rusia, con el potencial nuclear que posee, sabemos muy bien a dónde nos llevaría.

Afortunadamente, EEUU no es un país monolítico. Hay movimientos y personas en ese país que se han dado cuenta de su declive democrático y de su deriva autoritaria. El Executive Intelligence Review (EIR) publicó el pasado 6 de diciembre las declaraciones del ex senador de Virginia, Richard H. Black, un coronel retirado que combatió en la guerra de Vietnam, en las que advirtió que “no queda claro si los funcionarios occidentales comprenden la gravedad de lo que están haciendo […] Si la OTAN decidiera declarar la guerra a Rusia, las posibilidades de un conflicto nuclear generalizado serían altas”. El EIR también publicó el mismo día los dislates del ministro de Defensa de Ucrania, Oleksil Reznikov, solicitando que “una alianza anglo-sajona [con la pérfida Albión] envíe tropas a Ucrania si la OTAN no lo hace”. En sus delirios, Reznikov sueña con una situación en donde “la bandera de Canadá, la bandera de EEUU y la bandera del Reino Unido deberían ondear en los territorios [ucranianos]” para que los rusos sepan que están allí.

El EIR comentó el pasado 7 de diciembre que una guerra termonuclear puede ocurrir “de forma intencionada o por accidente”. Cita a Oliver Stone, el conocido cineasta, que pone como modelo el ejemplo de John F. Kennedy cuando en la crisis de los misiles en Cuba en 1962, rechazó entrar en guerra y con el presidente ruso Nikita Krushchov se resolvió el conflicto “en el último segundo”. Stone recuerda la importancia de que Kennedy y Krushchov “estaban en el camino de la distensión y la cooperación”.

En el libro de Mark Twain Las aventuras de Hucklebery Finn, un clásico de la literatura norteamericana, el joven protagonista, Huck Finn, navega por el río Mississippi en un viaje que se considera una odisea. Huck se da cuenta de la violencia y la corrupción moral de la gente que va encontrando a lo largo de la ribera del río. Se siente incómodo y solo piensa en la libertad y en mantener su dignidad. Sus observaciones le llevan a concluir que se siente “ashamed of the human race” [avergonzado de la raza humana]. La misma vergüenza que una persona digna siente al oír las palabras que pronunció en la televisión estadounidense  el senador belicista de Mississippi Roger Wicker: “Yo no descartaría la presencia de tropas estadounidenses [en Ucrania]. Y EEUU no debería descartar ser el primero en utilizar una acción nuclear”.

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Juan José Torres Núñez es escritor y socio de infoLibre

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