Crisis del coronavirus

La ansiedad se transformó en depresión: así nos afectó el primer confinamiento (y un segundo encierro podría ser peor)

Un kiosco de las Ramblas de Barcelona se prepara para abrir.

Que tanto tiempo encerrados en casa iba a tener un impacto psicológico es algo que supimos cuando el Gobierno decretó el primer estado de alarma. Ya a finales de marzo y en el mes de abril los expertos hablaban de que la ansiedad, la depresión o el estrés postraumático iban a ser compañeros de más de un español durante un tiempo. Sin embargo, todavía no habíamos podido poner cifras a ese concepto indeterminado de "más de un español". Ahora podemos hacerlo. Un equipo de psicólogos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) inició en pleno confinamiento lo que describieron como un "estudio longitudinal" con el objetivo de averiguar cuál era el estado mental de la población. En ese momento y después, cuando la reclusión domiciliaria no fuera más que un recuerdo. Los resultados no dejan lugar a dudas: durante los primeros días fue mayor el número de españoles que sufrió síntomas de ansiedad pero, a medida que avanzaban las semanas, esos síntomas se transformaron en depresión.

Por ejemplo, el 16 de marzo, el 14,3% de los encuestados presentaba síntomas de ansiedad; el 23 de abril, ese porcentaje cayó al 9,9%. Mientras tanto, en la primera fecha el 8,1% tenía síntomas de depresión; a mediados de abril, el día 16, el porcentaje subió hasta el 10,4%. "Es lógico, la gente se adapta a las circunstancias y tiende a moderar sus respuestas de estrés", explica Alfredo Rodríguez Muñoz, profesor de la UCM y uno de los autores del estudio.

El informe, al que ha tenido acceso infoLibre, se ha elaborado a partir de encuestas a un total de 2.308 participantes, 1.679 de ellos mujeres. Según explica Rodríguez Muñoz, por una razón: ellas son las más propensas a sufrir "trastornos del estado de ánimo" como depresión y ansiedad. De media, los encuestados tienen 34 años y residen en las 17 comunidades autónomas. Las preguntas comenzaron a plantearse el 16 de marzo y acabaron el 5 de mayo. Hubo, además, dos seguimientos: uno a finales de junio y otro la segunda quincena de septiembre. El objetivo: ver si los síntomas psicológicos observados se extendían en el tiempo. Y el resultado fue que aunque los síntomas disminuyeron, el porcentaje de personas en riesgo de padecerlos se mantuvo muy elevado. "Es una cuestión muy importante a tener en cuenta. Aunque la gente ha atenuado su respuesta de estrés, sufrirlo sigue siendo un riesgo latente que se podría disparar", advierte Rodríguez Muñoz.

Se tomaron como referencia cuatro indicadores de salud: ansiedad —"una emoción que implica la activación del organismo para prepararse a responder ante una amenaza o peligro […] que ayuda a afrontar situaciones difíciles y que comprometan nuestra supervivencia"—, depresión —un estado de ánimo expresado a través de emociones como tristeza que se mantiene en el tiempo "afectando al desarrollo de nuestras actividades cotidianas"—, insomnio y estrés postraumático —"una reacción psicológica y emocional de miedo intenso […] ante eventos que suponen una alta carga estresante o traumática". Era lo que los expertos, antes de tener los datos, pensaban que sufrirían los españoles. Se tenía la referencia de lo vivido en China, el país donde comenzó el brote y donde antes se levantaron las medidas de contención del virus.

Allí comenzaron el confinamiento a finales de enero y apenas unas semanas más tarde un alto porcentaje de la población ya presentaba síntomas de ansiedad o depresión. Así lo reveló un estudio publicado en febrero por la Sociedad China de Psicología, que señaló que un 42% de los 18.000 ciudadanos chinos encuestados mostraba síntomas de ansiedad relacionada con el coronavirus. Un 16% de 14.000 personas analizadas presentó indicios de padecer distintos niveles de depresión.

En España no ha habido valores tan altos. Al menos, no a la luz de lo que arrojan los datos del estudio elaborado por los profesionales de la UCM. Si se observa en primer lugar la ansiedad, se comprueba que el pico de personas que mostraban síntomas compatibles con ella se produjo al inicio del confinamiento. Entonces eran un 14,3% quienes la sufrían, un número que descendió hasta el 8,8% a primeros de abril. Sin embargo, hubo un pico poco después. El 16 de abril aumentó el número de españoles con síntomas "ansiógenos", tal y como explica Rodríguez Muñoz. En ese momento eran el 11,1%, un porcentaje que disminuyó progresivamente hasta alcanzar el 8,4%, su valor más bajo, en junio. "A raíz de que la gente pudo salir de casa se atenuaron mucho los síntomas. Lógicamente el confinamiento domiciliario era lo que más estaba afectando", explica el autor del estudio. Justo a finales de mayo, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aseguró que las vacaciones de verano estaban aseguradas. Con medidas, eso sí. "Habrá temporada turística este verano, con el propósito de reactivar el turismo nacional, por lo que invito a todos los establecimientos, bares, restaurantes y todos los destinos turísticos del país a reanudar su actividad", dijo.

Pero se produjo, dice el informe, "un pequeño repunte en septiembre". Fue entonces, precisamente, cuando las cifras comenzaron a mostrar que España ya estaba inmersa en una segunda ola de contagios. Los números sólo daban malas noticias y las restricciones comenzaban a aumentar. Hasta el 25 de octubre, que se estrenó el segundo estado de alarma. Durante todos estos meses, no obstante, el porcentaje de españoles y españolas en riesgo de sufrir ansiedad se mantuvo estable, entre el 19% y el 29%. Valores, a juicio de Rodríguez Muñoz, muy destacables.

La depresión se comportó de manera contraria. El 16 de marzo tan sólo la sufrían el 8,1% de los encuestados, porcentaje que llegó a su pico, un 10,4%, el 16 de abril. Desde entonces, el descenso fue progresivo. Tanto, que en septiembre se situó en el 3,9%. "Observando el desarrollo de estos síntomas en el tiempo, el riesgo se incrementó progresivamente hasta mediados de abril, seguido de un progresivo descenso hasta el seguimiento de septiembre", señala el estudio. 

Sin embargo, y de la misma manera que ocurrió con la ansiedad, el riesgo de sufrir depresión ha sido muy elevado durante todos estos meses. Concretamente, el porcentaje de personas con este riesgo se situó entre el 19% y el 32%

El insomnio, en cambio, fue la consecuencia psicológica más estable. En su estadio más bajo fue sufrido por entre el 30,9% (en septiembre) y el 34,4% de los españoles (el 16 de abril). En su forma más severa, en cambio, por entre el 0,4% (el 19 de marzo, pocos días después de decretarse el confinamiento) y el 1,1% (a lo largo de todo el mes de abril). ¿Y por qué sucede esto? Según Rodríguez Muñoz, porque el insomnio es la consecuencia en la que más entran en juego otros factores, como los biológicos, por ejemplo. "En situaciones de estrés, el insomnio tiende a desestabilizarse, pero no lo ha hecho más en esta ocasión que en otras, porque la verdad es que este factor está muy interrelacionado con otros biológicos o contextuales", explica el psicólogo. 

Por último, en cuanto al estrés postraumático, el estudio revela que se sufrió, en mayor medida, al inicio del confinamiento. Así, el 16 de marzo, el 46,9% de los encuestados mostraron una frecuencia significativa de síntomas de este problema, un porcentaje que cayó hasta el 26,7% en el mes de junio. Asímismo, a mediados de marzo hubo un 28,4% de españoles cuyo nivel de gravedad de los síntomas fue compatible con el estrés postraumático. En junio sólo suponían el 14,5%. "Observamos que el pico más alto se sitúa al inicio del estudio, en progresivo descenso hasta el último cuestionario de seguimiento", apunta el informe.

¿Y si se repite el confinamiento?

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Tal y como explica Rodríguez Muñoz, el haber podido salir de casa fue el remedio para paliar estos síntomas. Sin embargo, la inminente llegada de la Navidad y el posible relajamiento de las medidas de seguridad a nivel individual pueden llevar al país a una inevitable tercera ola, como ya advierten algunos expertos, y un nunca descartable nuevo confinamiento. De momento, el estado de alarma, el instrumento jurídico que lo permitiría, ya ha sido aprobado. 

¿Qué pasaría si eso ocurriera? A nivel psicológico, vaticina Rodríguez Muñoz, sería mucho peor. "Si nos vuelven a encerrar seguramente veríamos otro repunte en sintomatología ansiógena y depresiva. Es aventurarse, pero yo creo que la reacción podría ser más acusada. Ya hemos tenido un confinamiento y sabemos a qué nos enfrentamos. Fue largo y la expectativa podría ser muy negativa", advierte el experto. 

De hecho, tal y como publicó infoLibre, la segunda ola de contagios, sin sufrir todavía un confinamiento domiciliario duro como el decretado en marzo, se ha afrontado peor que la primera desde el punto de vista psicológico. Las razones tienen que ver con la fatiga, con la falta de profesionales que ayuden a parar esta segunda curva y, además, con el quiebre de las expectativas de que "todo" iba a "salir bien". En junio, Sánchez anunciaba que se había vencido al covid-19 y, poco después, el presidente del Gobierno pedía que no se tuviera miedo a los rebrotes. Pero eso tan sólo fue un espejismo de buenas noticias. 

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