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Coronavirus

Sanitarios, niños y mayores son los grupos más expuestos a las secuelas psicológicas por el covid-19 y el confinamiento

Una persona participa en el aplauso diario dedicado a todo el personal sanitario.

España cumple este miércoles su vigésimo quinto día de confinamiento. El encierro planificado en un primer momento para 15 días se ha quedado atrás y la situación durará, como mínimo, hasta el próximo 26 de abril. Ese día se harán seis semanas desde que el Gobierno de Pedro Sánchez cerró las calles y permitió pasear por ellas solo para las actividades esenciales. Todavía no se sabe con seguridad cuándo podrán volver a llenarse. Todo dependerá, ha repetido el Ejecutivo una y otra vez, de cómo evolucione la famosa curva que mide la incidencia del coronavirus en nuestro país. Lo que sí está claro es que no será de la noche a la mañana. La vuelta a la normalidad y al día a día tal y como se conocía antes será gradual. No habrá, por tanto, un día después. El Gobierno ya trabaja en planificar cómo será ese "pasillo", en palabras de Sánchez, que habrá que recorrer, pero el problema es que éste no solo será físico, sino también mental. Tal y como auguran los psicólogos consultados por infoLibre, el confinamiento traerá consecuencias psicológicas que vendrán a posteriori, cuando el estado de alarma, real y figurado —el que cada cual intenta sobrellevar en su casa—, termine. Y los que se encuentran en primera línea de batalla contra el covid-19, los niños y los mayores serán los que más riesgo tengan de sufrir las secuelas de la cuarentena. 

Cuando el Gobierno decretó el estado de alarma el pasado sábado 14 de marzo, el mensaje era único y claro: había que prepararse para los días más duros de la enfermedad. Ahora, más de 15 días después, parece que esa etapa se ha quedado atrás. Este lunes, los datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad reflejaban una "buena tendencia", tal y como aseguró el ministro Salvador Illa después de hacerse públicos. "Las cifras siguen confirmando la tendencia de ralentización y estabilización", celebró el ministro. Este martes, aunque los datos reflejaron un repunte asociado al efecto del fin de semana, según la directora adjunta del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES), María José Sierra, las cifras seguían apuntando a esa "misma tendencia". Pero tal y como dijo Illa, la crisis sanitaria no ha terminado, "ni mucho menos", añadió. Por eso hay que continuar con las medidas de confinamiento decretadas el 14 de marzo.

Desde entonces han pasado ya más de tres semanas. Y parece que en ese tiempo la sociedad se ha acostumbrado en cierto modo a cumplir con lo estipulado por el Gobierno. "Ahora de alguna manera nos estamos acostumbrando a la situación. Cada uno va cogiendo sus ritmos y sus nuevas costumbres", explica desde el otro lado del teléfono Anna Romeu, psicóloga de emergencias y presidenta del área de Psicología de Emergencias del Colegio Oficial de Psicólogos de Cataluña. Pero eso no significa que todos estos días de confinamiento no vayan a tener ningún tipo de consecuencia psicológica a posteriori. No hay nada seguro, aclara, pero se parte de la hipótesis de que así será. En China, el país donde comenzó el brote y donde antes se han levantado las medidas de contención del virus, ha sido así. 

Allí comenzaron el confinamiento a finales de enero. Y apenas unas semanas más tarde un alto porcentaje de la población presentaba síntomas de ansiedad o depresión. Así lo reveló un estudio publicado en febrero por la Sociedad China de Psicología, que señaló que un 42% de los 18.000 ciudadanos chinos encuestados mostraba síntomas de ansiedad relacionada con el coronavirus. Por otra parte, un 16% de 14.000 personas analizadas presentó indicios de padecer distintos niveles de depresión. El covid-19, por tanto, parece tener un coste psicológico importante. Y en España también podría tenerlo. "Vamos a remolque de lo que vemos en China y utilizando el sentido común. Lo que suponemos y estamos viendo es que claro que va a tener una afectación", vaticina Romeu.

Ansiedad, angustia o miedo que pueden convertirse en estrés postraumático o depresión

Pero hasta el momento son solo eso: vaticinios. Un equipo de psicólogos de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), en cambio, quiere poner datos reales a lo que ahora es solo una teoría. Por eso han iniciado un "estudio longitudinal", tal y como explica Alfredo Rodríguez Muñoz, profesor de la UCM y uno de los autores del estudio, con el objetivo de averiguar cuál es el estado mental de la población. Durante y tras el confinamiento. "Ahora estamos monitorizando el estado de salud mental de la gente, a la que luego haremos un seguimiento posterior", dice. De forma preliminar, ya parten de un supuesto: la mayoría de personas que ahora mismo presentan una sintomatología acabará con ella a medida que el Gobierno vaya abriendo la mano con el confinamiento; otra parte, en cambio, "sentirá una reacción un poco nociva a esta experiencia traumática", dice.

Porque lo que hay que tener claro, asegura, es que la crisis sanitaria que ha originado el covid-19 es eso: "una experiencia traumática". Por eso es completamente normal "el malestar que seguramente esté sintiendo mucha gente". "Hay que normalizarlo", dice. Y en eso coincide su compañera Paula Ruiz-Zorrilla, investigadora de la UCM y también autora del estudio. Pero, ¿de qué sintomatología hablamos? Sobre todo, de ansiedad. "En muchos casos es adaptativo reaccionar con ansiedad, con angustia, con miedo, con enfado. Forma parte del proceso de asumir que algo está cambiando. Hasta cierto punto eso es normal", apunta Ruiz-Zorrilla. El problema, añade Rodríguez Muñoz, es que luego estos síntomas pueden convertirse en un "cuadro de estrés postraumático" o en una "depresión". "Hay reacciones que están más ligadas al momento y otras son más crónicas. Depende del acontecimiento traumático y de cómo la persona interprete ese proceso traumático", explica el experto. 

Sanitarios, niños y mayores: los que más riesgo tienen

Partiendo de esa base, quienes más exposición tienen al coronavirus y a sus consecuencias son los que más riesgo tienen de desarrollar síntomas psicológicos posteriores a la crisis. Por eso, apuntan los dos expertos de la UCM, el sector de los profesionales sanitarios es el que más preocupa. También lo señala Romeu, que añade a otros trabajadores de la primera línea de batalla como los de los supermercados como potenciales perjudicados. "Están sufriendo un estrés adicional a su trabajo, que ya es estresante de por sí. Todo eso es lo que aflorará después en forma de estrés postraumático o depresión. Pero esto siempre aparecerá cuando la mente se lo pueda permitir. Ahora están en modo supervivencia", explica. "Ahora mismo los trabajadores sanitarios están en una reacción de emergencia, están actuando, por lo que es probable que su impacto emocional venga cuando se termine la situación de emergencia para ellos", añade Rodríguez Muñoz. 

¿Hay forma de frenarlo? Es complicado, según el psicólogo. Dadas las circunstancias, tienen poco tiempo para el autocuidado, y esa es la principal recomendación para intentar minimizar los riesgos psicológicos posteriores. "Tienen que intentar descansar y desconectar. Es decir, seguir unas pautas generales de higiene de salud mental adecuada, pero es difícil. Por eso la recomendación es que se haga un seguimiento más exhaustivo con ellos a posteriori", dice. 

Los más pequeños también podrían sufrir consecuencias psicológicas una vez acabada la cuarentena. Ellos, además, son los que más tiempo llevan confinados en sus casas. El pasado 12 de marzo se decretó el cierre de las escuelas en algunas comunidades como Madrid, una medida que el lunes 16 se amplió a toda España. Por eso, tanto Rodríguez Muñoz como Romeu apuntan a la necesidad de tomar medidas en la línea de la adoptada por Italia, que ya permite que los niños y niñas salgan una vez al día acompañados de un adulto para dar un paseo. "Hay que intentar combinar las medidas de confinamiento, que son absolutamente lógicas, con aquellas que impliquen un bajo riesgo y puedan ayudar a mejorar la salud mental de los niños, que necesitan actividad física", apunta el psicólogo que, no obstante, no cree que los niños tengan demasiados problemas porque son un grupo de población muy adaptativo.

Romeu, por su parte, cree que, además de salidas pautadas y controladas, hay que ayudar a los más pequeños a volver a tener una vida social de una forma más o menos progresiva, como haremos los adultos. "Si no se puede ir al colegio porque todavía no es plenamente seguro, habría que intentar hacer actividades extraescolares en grupos pequeños o deporte en grupo y al aire libre", dice.

Lo cierto es que autorizar a los niños a salir a la calle ha sido una medida reclamada por algunos presidentes autonómicos como el de Aragón, Javier Lambán. Y escuchada por el Gobierno, que ha asegurado que lo estudiará. Así lo confirmó este lunes el ministro Illa, que añadió que la decisión final estará basada en "evidencias científicas". "Lo vamos a decidir con mucha prudencia. En base a evidencias científicas, siempre. Siempre respetando derechos y libertades, y anticipando futuros escenarios", dijo en rueda de prensa. 

Y al igual que los más pequeños, los más mayores también corren un riesgo especial. Se han confirmado como las personas que más riesgo tienen de sufrir las peores consecuencias del covid-19, pero también son, según los psicólogos, uno de los grupos de mayor riesgo de desarrollar secuelas psicológicas. Sobre todo porque muchos de ellos viven solos y están sobrellevando el confinamiento sin nadie a su lado. Según los datos publicados el pasado jueves por el Instituto Nacional de Estadística (INE), más de 2 millones de personas mayores de 65 años vivían solas en España en el año 2019. 

Unas consecuencias prácticamente inevitables que se pueden minimizar

Los problemas de comportamiento que genera la pandemia

Lo cierto es que no solo son esos colectivos. Según los expertos consultados, cualquier persona podría desarrollar estos problemas una vez pasado el confinamiento. Todo depende, dicen, de la exposición a la problemática y de los antecedentes de la persona, que marcan de qué manera afrontan la crisis. Lo que hay que tener claro, dicen los psicólogos de la UCM, es que la sintomatología que cualquiera puede notar en estos días de confinamiento es plenamente normal. Haber desarrollado ansiedad, tristeza, angustia o miedo no significa que esos síntomas se conviertan en compañeros de viaje que acompañen al individuo una vez termine el confinamiento. 

Sobre todo, dice Romeu, si se siguen pautas de autocuidado básicas. "Si pasamos esta situación es imposible que no notemos consecuencias psicológicas, aunque éstas dependen de los antecedentes, de la persona y de las situaciones vividas. No obstante, hay maneras de minimizarlas", dice. "Algo que ayuda en momentos de estrés es tener distracciones, relacionarse con personas aunque sea de forma virtual y cuidar mucho la alimentación y el descanso", añade. 

Y darse tiempo. "Es natural sentirse mal en algún momento. En nuestra sociedad tenemos como tendencia a obviar que existen emociones negativas y malestar emocional, pero hay que procesarlo y darle su hueco. Es necesario dar cabida a una reacción de malestar ante un acontecimiento que es traumática para algunas personas", sentencia Rodríguez Muñoz.

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