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Violencias sexuales

El crimen contra Laura Luelmo reabre el debate sobre el acoso callejero y el miedo que sufren las mujeres

Imagen del 8M en Madrid.

"Lo que ocurre en las calles de nuestras ciudades (...) son actos constantes de acoso sexual y abuso". Son las conclusiones de un reciente estudio elaborado por la organización Plan Internacional sobre acoso callejero. Los resultados del análisis revelan un escenario que ya ha sido detectado en diversas ocasiones y que ahora más que nunca comienza a ser entendido como un problema global: las mujeres sufren violencia cotidiana en los lugares públicos que transitan. El crimen contra Laura Luelmo, la joven maestra que desapareció en la localidad onubense de El Campillo, ha reabierto el debate sobre el acoso en las calles y el miedo que pesa sobre las mujeres a cada paso que dan.

Los estudios elaborados al respecto consolidan la percepción. Plan Internacional observó que, de las mujeres encuestadas, en Madrid tres de cada cuatro jóvenes sufren acoso callejero verbal en lugares públicos muy concurridos y de hecho la mayoría de ellas reconoce evitar cerca de 800 lugares de la ciudad donde han sufrido este tipo de episodios, de un total de 951 ubicaciones analizadas. Otra encuesta, elaborada en Estados Unidos y en cinco países europeos (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España), revela que un 92% de las españolas encuestadas dice haber sufrido agresiones verbales o físicas de carácter sexual en algún momento de su vida. El 86% habla de silbidos sexistas, el 76% de miradas insistentes y el 50% de gestos groseros con connotación sexual. Aunque las cifras pueden variar en función de quien observe, las dimensiones del problema son abrumadoras.

La calle no es lugar seguro para las mujeres y, en muchas ocasiones, el acoso callejero es la antesala para un tipo de violencia extrema que atenta contra la integridad de las mujeres. Según el Balance de Criminalidad hecho público por el Ministerio del Interior, en los tres primeros trimestres del año se produjeron un total de 1.305 denuncias por agresiones sexuales con penetración: una violación es denunciada cada cinco horas. La cifra refleja un aumento del 23% respecto al mismo periodo del año anterior. Y la evolución no deja de escalar. En 2017, el aumento fue del 10% con relación a 2016. Por otro lado, el resto de delitos contra la libertad e indemnidad sexual han pasado de registrar 7.911 denuncias durante los tres primeros trimestres de 2017 a un total de 9.140 en el mismo periodo del año actual, un 15,5% más.

Una forma de violencia

Emilia Sánchez, directora de incidencia política de Plan Internacional, recuerda que el acoso callejero es un asunto que forma parte de los problemas que más recurrentemente mencionan las mujeres. "Una de las primeras conclusiones es que está muy normalizado y las chicas lo viven con resignación", dice en conversación con este diario. El acoso en la vía pública, añade, "afecta directamente a sus derechos, a su libertad y supone una discriminación", pero es “tan diario, está tan normalizado, que asusta”.

Bárbara Tardón es doctora en estudios interdisciplinares de género y coautora del estudio Ya es hora de que me creas, de Amnistía Internacional. El acoso callejero, coincide, se encuentra plenamente normalizado en el imaginario colectivo. "Hemos aprendido a convivir de forma normalizada con él y no sabemos identificarlo", sostiene. En ese sentido, las violencia sexuales y otras "menos visibles" forman parte de la convivencia "porque están invisibilizadas y no se ha trabajado por nombrarlas".

Tardón habla del acoso callejero como violencia porque así lo entiende: "El acoso machista callejero es una forma de violencia machista, de violencia sexual, porque lo que se busca es el control del cuerpo de las mujeres y de su libertad". Por tanto, añade, dentro de lo que conceptualmente se entiende por violencia, el acoso "es una forma directa, no como otras, pero lo que hace es consolidar una cultura de impunidad donde todo vale". Además precede, en ocasiones, a otras formas más graves de violencia. "El hombre alimenta que se produzcan otras formas de violencia más duras", señala la experta, porque "todas las violencias están relacionadas". Cuando una mujer sufre violencia extrema, como aquella de índole sexual, física o laboral, "hay otras violencias que antes permiten y alimentan que esa violencia se produzca".

Emilia Sánchez así lo corrobora con un ejemplo claro: "El piropo, el acoso verbal, no es inocuo y a ellas les da miedo porque no saben cómo va a acabar la situación. Primero viene el piropo pero de ahí escala al insulto y eso puede llevar a que las persigan y tengan que huir". Las chicas, añade, "están muy concienciadas, saben muy bien cuáles son sus derechos y quieren defenderlos".

Pero para hacerlo son necesarias políticas públicas. "Todas las chicas han tenido que cambiar sus hábitos, o bien para autoprotegerse o bien para ayudar a otras chicas", relata Sánchez. Son ellas, dice, "las responsables de protegerse, cambiar de acera, modificar su ruta, hacer como que hablan por el móvil… hay miles de ejemplos". Estrategias individuales que, lejos de aumentar la seguridad en las calles, refuerzan la idea de que son las potenciales víctimas quienes deben velar por su seguridad.

Pacto de Estado y norma estatal

En España el acoso callejero no se encuentra tipificado. En el año 2011, la entonces ministra de Igualdad, Bibiana Aído, amagó con crear un protocolo sancionador para evitar los comentarios sexistas hechos de manera puntual y en la calle, que sin embargo cayó en saco roto tras el abandono de su cargo. En julio del presente año, Unidos Podemos presentó una propuesta de Ley de Violencias Sexuales que abordaba el acoso callejero.

La norma registrada por el grupo confederal propone calificar como delito leve el acoso en la vía pública, que al contrario de lo propuesto por Francia el pasado mes de mayo, no se tratará de una sanción administrativa, sino de "castigar el acoso intimidatorio", con los medios de prueba habituales, tales como la declaración de la víctima o de testigos.

El Pacto de Estado contra la Violencia de Género, por su parte, aboga por la inclusión de indicadores en la Macroencuesta de la Delegación de Gobierno para la Violencia de Género sobre todos los tipos de violencia, especialmente el acoso callejero, pero no incluye ninguna sanción contra los acosadores.

Fuera de las fronteras estatales, países como Francia, Bélgica, Argentina o Perú, entre otros, cuentan con legislación al respecto. En Holanda, de hecho, el pasado jueves un hombre de 36 años recibió la primera multa por acoso sexual verbal en la calle.

Para Bárbara Tardón, "las sanciones penales no siempre son la vía para resolver los problemas y combatir la violencia machista". Aunque sí reconoce que pueden existir sanciones administrativas, cree que lo necesario es "inversión real para prevenir la violencia y un compromiso también real por parte de la sociedad y las administraciones públicas para que no se normalice". ¿Sobre quién recae la responsabilidad? Tardón responde que, desde el marco de los derechos humanos, la responsabilidad última es estatal, "lo que no implica que los municipios, por cercanía, realicen sus propias medidas, acciones y campañas específicas".

Políticas municipales

A juicio de Emilia Sánchez, una de las primeras medidas "tiene que pasar por implicar a los chicos y superar las relaciones desiguales de poder". Lo afirma rotunda: "O superamos estos roles o esto se va a seguir dando". En ese sentido, comenta, "hay una parte de sensibilización que se puede hacer desde todos los ámbitos", pero a nivel municipal existe la posibilidad de "desarrollar muchas iniciativas".

Y así se empieza a hacer en distintos territorios. Ciudades como Vigo, Bilbao, Terrassa o Vitoria comenzaron este verano a implantar las conocidas como paradas de autobús nocturno bajo demanda. Se trata de fijar paradas intermedias o a demanda, dentro de la ruta oficial, que permitan a las mujeres aproximarse lo máximo posible a su punto de destino.

En la Comunitat Valenciana, los ayuntamientos alicantinos de Algorfa, Jacarilla, Redován y San Miguel de Salinas conforman la Mancomunidad de la Vega para la prestación conjunta de servicios sociales desde el año 2005. El pasado año, la mancomunidad acordó abanderar la iniciativa No Tienes Permiso, una plataforma para pedir legislación contra el acoso callejero.

"Se lanzó la iniciativa para recoger firmas y elaborar un documento para poder llevarlo a los altos mandos", y aunque la campaña "empieza así, luego evoluciona", cuenta una de las agentes de igualdad de la mancomunidad a través del teléfono. La actividad continúa a través del espacio virtual, gracias a las redes sociales, pero también sobre el terreno, especialmente en fiestas. "En los cuatro municipios se ofrece formación, se impulsa un punto seguro integrado por personas voluntarias y se dan consejos para acabar con el acoso callejero, desde una perspectiva alejada de eso que se dice normalmente a las mujeres", añade. La mancomunidad busca, de hecho, situar al hombre como receptor del mensaje y trabajar en nuevas masculinidades.

Un informe señala la indiferencia ante el acoso callejero en grupo hacia las mujeres y el aumento de la violencia si estas responden

Un informe señala la indiferencia ante el acoso callejero en grupo hacia las mujeres y el aumento de la violencia si estas responden

 

Infografía contra el acoso.

Desde la mancomunidad creen firmemente en que la erradicación de la violencia "tiene que empezar desde abajo". Aunque reconocen que se trata de algo "muy complejo", el camino debe ser recorrido "poco a poco, empezar por las aulas, desde la educación infantil, poner el foco sobre ellos y visibilizar el problema". Y combatir, dicen, el estigma contra quienes luchan por cambiar de paradigma. "Hay tanto estigma con el feminismo, que parece que en cuanto decimos algo somos súper radicales. Pero esas radicales estamos luchando por que las mujeres puedan ir seguras por la calle", concluyen.

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