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Los desencuentros de Francia y Alemania lastran proyectos europeos clave en plena presidencia española

El presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz en la Cumbre de Granada.

No hay mejor receta para que fracase o no avance una política europea que el desacuerdo entre Berlín y París. Por eso Bruselas mira con recelo y preocupación las diferencias que van creciendo entre Francia y Alemania en algunos asuntos clave en los próximos meses y años. Además, lo que les separa no es temporal o dependiente de los gobiernos de turno sino el choque de políticas de estado con intereses divergentes.

Varios dosieres europeos importantes, con la Presidencia española del Consejo de la Unión Europea al mando de las negociaciones, están pendientes de que ministros alemanes y franceses acerquen posiciones, como en la reforma del Pacto de Estabilidad. O están directamente bloqueados, como la del mercado europeo de la electricidad.

El francés Emmanuel Macron y el alemán Olaf Scholz intentan que la situación no encalle y para eso a principios de semana celebraron en Hamburgo dos jornadas de consejos de ministros conjuntos, una práctica anual desde 2003 que por primera vez se alarga a dos días. Se trata de hablar y acercar posiciones en asuntos de mucho peso para los dos países, como la energía nuclear (apuesta francesa desde los años 80 y que no quiere cambiar) hasta la reforma del Pacto de Estabilidad (la última propuesta avanzada por la vicepresidenta Nadia Calviño tiene palos y zanahorias para todos) y la Defensa europea. El ambiente está tan tenso y las diferencias son de tanto calado que desde el Gobierno francés se llegó a decir que la reunión era “informal”, una forma de rebajar las expectativas de acuerdos.

Después de un paseo por la fábrica de Airbus de Hamburgo y de pasar el atardecer navegando por el puerto de la ciudad de la que fue alcalde Scholz, los dos dirigentes pasaron el martes discutiendo oficialmente de asuntos como inteligencia artificial y transformación económica pero también en asuntos que les separan como la energía y la Defensa.

El tema energético es el más urgente. París presiona desde todos los frentes posibles a los demás Estados miembro y a la Presidencia española (el dossier lo lleva la vicepresidenta Teresa Ribera) para que se permita que la energía nuclear tenga ventajas de forma que los hogares, pero sobre todo las empresas francesas, puedan pagar la electricidad a un precio artificialmente bajo. Los alemanes -y en eso la Comisión Europea está más bien del lado de Berlín- temen que eso conlleve una ventaja artificial para la industria francesa.

En círculos comunitarios se explica que una parte de las diferencias han estado siempre ahí (por ejemplo, sobre el papel de la energía nuclear en Europa o cómo debe ser el Pacto de Estabilidad) y que son asuntos a los que no afectan los cambios de Gobierno. Ahora serían más visibles porque es precisamente ahora cuando debe sacarse adelante la reforma del mercado europeo de la electricidad y la del Pacto de Estabilidad.

Las diferencias en políticas energéticas son probablemente las mayores. Sin el gas barato ruso, la industria alemana vio cómo se disparaba el precio de un insumo esencial, el gas importado desde otros proveedores, sobre todo con metaneros. Eso justo cuando en abril pasado Alemania cerró sus últimos dos reactores nucleares. Francia busca fórmulas para salirse del sistema europeo que hace que el precio de la electricidad generada por gas (la más cara) sea el que marque el de la electricidad en general, aunque suponga una pequeña parte del mix energético y la generada en nuclear sea más barata. Pero eso, teme Berlín, daría una ventaja competitiva a los franceses, que podrían atraer industria que huyera de unos precios de la electricidad mayores en Alemania. Sobre todo en sectores electrointensivos. El 5 de septiembre el semanario ‘Der Spiegel’ tituló: “Francia, Alemania pero en mejor”.

El Pacto de Estabilidad

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El Pacto de Estabilidad es el otro gran caballo de batalla. Mientras Francia quiere flexibilizar las normas agarrándose a la necesidad de hacer masivas inversiones en transición ecológica, digital y Defensa, Berlín quiere que la reforma dote al Pacto dé automatismos que permitan abrir expedientes de infracción por déficit excesivo y forzar la mano a los gobiernos que no reduzcan deuda.

Alemania, confía un diplomático escandinavo, tiene problemas estructurales porque va tarde en la transición ecológica, porque sus infraestructuras llevan décadas sin recibir las inversiones necesarias para su mantenimiento y modernización, porque su industria y su Administración van retrasadas en la transformación digital y porque su población es de las más viejas de Europa. “Y justo cuando tenía que empezar a gastar masivamente para hacer esas transiciones se le acabó el gas ruso barato”, explica.

La situación política a medio plazo no garantiza tampoco la estabilidad. Macron puede convertirse en poco tiempo en un pato cojo, el presidente que no podrá volver a presentarse mientras a su espalda sus posibles sucesores empiezan la carrera y enfrente Marine Le Pen buscará otra vez llegar al Elíseo. En Alemania la extrema derecha avanza y su crecimiento ya no se centra en los Lander del este.

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