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Centenario del PCE

"Mientras haya un ser humano explotado, habrá comunistas"

De izquierda a derecha: el secretario general del PCE, Enrique Santiago; el líder de Juventud Comunista, Guillermo Úcar; y los escritores Marta Sanz e Isaac Rosa.

Madrid, 14 de abril de 1921. El teatro de la Casa del Pueblo, ubicada en el número 2 de la calle Piamonte, acoge uno de los congresos extraordinarios más complejos de la historia del PSOE. Sobre la mesa, el debate acerca de la adhesión del partido a la Internacional Comunista. La formación parte de dos posiciones enfrentadas: la favorable de Daniel Anguiniano y la reticente de Fernando de los Ríos. El debate se cierra con la imposición de las tesis contrarias a la unión y la salida de más de una treintena de militantes históricos de la organización, que inmediatamente ponen en marcha el Partido Comunista Obrero (PCO). Durante meses, la nueva formación convive con el Partido Comunista, nacida un año antes de las Juventudes Socialistas. Por mucho rechazo que existiese entre los jóvenes hacia la nueva organización, a la que tildaban de reformista, al final ambas formaciones terminan fusionándose. Es 14 de noviembre de 1921. Nace el Partido Comunista de España.

Han pasado ya cien años de aquello. Un siglo frenético marcado por dos dictaduras, una República, una guerra mundial, una guerra civil y una vuelta a la democracia asentada bajo una monarquía parlamentaria. Y El Partido sigue ahí, dando la batalla como puede. A pesar del derrumbe del bloque soviético de finales de los ochenta y de los cambios sociales y políticos, del avance imparable del sistema capitalista de libre mercado, de las tesis neoliberales. El comunismo, dicen a infoLibre media decena de responsables de la organización, militantes e intelectuales de todas las edades, sigue vivo. “Mientras haya un ser humano explotado, habrá comunistas; mientras haya injusticia social, habrá comunistas; mientras haya quienes pretenden cercenar nuestras libertades democráticas, habrá comunistas. Y tendrán trabajo que hacer”, señala Enrique Santiago, secretario general del PCE. Una idea que reitera Guillermo Úcar, líder de las Juventudes Comunistas. El Partido seguirá “existiendo” mientras siga habiendo “desigualdades”.

Para el escritor Isaac Rosa no es complicado en la actualidad ser comunista. Lo difícil, apunta, es no serlo. No se refiere a tener el carné de un partido. Ni siquiera “a definirse uno mismo como comunista”. Habla de “estar de acuerdo” con “una serie de principios y propuestas que forman parte de la tradición comunista”. “Cada vez más gente es espontáneamente anticapitalista, cada vez más gente comprende que no hay futuro ni vida posible bajo un capitalismo que funciona a golpe de crisis y que no solo deja desigualdad, precariedad y empobrecimiento, sino que está depredando el planeta y comprometiendo nuestro futuro como especie”, sostiene el autor de Tiza roja, que en alguna ocasión se ha dejado ver firmando ejemplares en la tradicional fiesta del partido. Y entre los posibles anticapitalismos, continúa, “seguramente el más fuerte y el más viable sigue siendo el comunismo”.

El periodista no hace referencia al “de hace un siglo”. Las cosas han cambiado mucho en todo este tiempo. Más bien, habla de una “versión actual, adaptada a los desafíos del futuro inmediato”. La escritora Marta Sanz, que en las generales de 2011 manifestó su apoyo a la candidatura de IU, reflexiona sobre ello. Para la crítica literaria “ser comunista” en este momento “tiene que ver con la defensa del común y de lo público”, con la confianza en la utopía y la “no identificación entre democracia y capitalismo que sustenta la ideología invisible que es la hegemónica”. “Con la posibilidad de transformación de la realidad desde una conciencia de clase que confluye, a partir de la visibilización de la vulnerabilidad y la necesidad de los cuidados, con las discriminaciones de género, de raza, con las brechas ecológicas y de salud”, asevera la autora de Pequeñas mujeres rojas y Parte de mí en conversación con este diario.

El secretario general de las Juventudes Comunistas trata de ir a lo concreto. Durante la charla, apenas hay mención alguna a la dictadura del proletariado. Es cierto que existe un objetivo último: que “caiga el entramado del régimen de 1978” y garantizar unas condiciones de vida dignas para todas las personas. Pero, por el camino, hay propuestas concretas. Habla de limitar los precios de los alquileres o de la subida del salario mínimo al 60%. No obstante, aclara que eso sería un “programa de mínimos”. “No son medidas definitivas, sino que permitirían ir avanzando”, cuenta. En materia de vivienda, por ejemplo, el objetivo final sería que toda fuese “un bien garantizado y público”. Lo mismo ocurre en el ámbito laboral. No les vale con que los trabajadores cobren “un poco más”, sino que aspiran a una sociedad que no esté sometida al “poder de mercado”. Es decir, en la que el trabajo se ajuste a las necesidades del ser humano y se escape de la lógica de currar más para consumir más.

Pero Úcar es realista. Sabe que hay muchas “propuestas concretas” que no podrían “aplicarse” porque habría una “enorme resistencia”, tanto política como económica. De ahí la necesaria ruptura con el régimen actual, con la monarquía y con una Unión Europea que roba “la soberanía popular”. En la misma línea se pronuncian algunos veteranos. Justo Carracedo entró en el partido durante los últimos compases de la dictadura. Nacido en el seno de una familia nada ligada a la izquierda, este ingeniero de telecomunicaciones empezó a militar con treinta años, tras llevar a cabo una reflexión que le hizo concluir que “el capitalismo y el imperialismo” solo conducían a una “barbarie” que era “inviable” tanto para el ser humano como para el planeta tierra. “Es necesario un proceso revolucionario para alcanzar el poder real y no hay gente”, apunta. Un “clamor popular”, dice Úcar, que se construye desde abajo, con organización y participación activa.

La convivencia con la socialdemocracia

También Sanz es consciente de la existencia de una resistencia feroz. “Siempre hay un límite para los cambios”, dice la escritora. Gobiernos con “las mejores intenciones”, llegados a un punto, “se dan de cabezazos contra la pared”. “Yo quiero una reforma fiscal radical ya, es urgente. Sin embargo, se pospone siempre, incluso en la agenda de gobiernos progresistas”, apunta. Desde su punto de vista, “vivimos en un mundo tan bestia” que las propuestas de la socialdemocracia “parecen” lo “máximo” a lo que se puede aspirar. “Nos hemos hecho keynesianas en una sociedad de trabajadoras pobres y flagrantes desigualdades. El sistema es violento, nuestra realización personal pasa por la autodestrucción, el estrés, la enfermedad, pero nuestros movimientos para transformar la realidad y sus jerarquías se ven permanentemente limitados por la oscura reglamentación de los intereses del mercado y del capital”, reflexiona Sanz.

Electoralmente, el Partido Comunista de España ha ido perdiendo fuelle desde la recuperación de la democracia. En las primeras generales, en junio de 1977, cosechó nada menos que 1,7 millones de papeletas y 20 asientos en el Congreso de los Diputados. Dos años después, logró escalar hasta los 23 parlamentarios. Y de ahí, retrocedió hasta los cuatro escaños. Era 1982. El PSOE de Felipe González estaba de moda. IU nunca fue capaz de superar los resultados de 1979. Algo que sí consiguió Unidas Podemos, que integró en su seno electoral a los comunistas. La llegada de los morados supuso un auténtico revulsivo para la izquierda. Hasta tal punto que, por primera vez desde la Segunda República, se ha conformado un Ejecutivo de coalición. Un Gobierno en el que se sientan representantes vinculados al PCE. Sin ir más lejos, Santiago es secretario de Estado de Agenda 2030. Y la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, también tiene carné del partido, a pesar de que se desvinculase de IU hace algo más de un año.

Es innegable que muchas de las propuestas que plantean ahora coinciden con las que pone sobre la mesa la socialdemocracia. “Las actuales son netamente socialdemócratas”, reconoce Carracedo, que este fin de semana volverá a acudir con sus 78 años a la fiesta del PCE. Otra cosa, dice, es que estos planteamientos chocan frontalmente con quienes están al frente de las formaciones socialdemócratas. “El desplazamiento del eje cultural y político de las últimas décadas hacia la derecha hace que hoy los partidos de la familia socialdemócrata se sitúen en el espacio del liberalismo, mientras la derecha liberal corre varias casillas hacia la ultraderecha”, sostiene Rosa. En parte por eso, Carracedo cree que los comunistas tienen que estar ahí. Para que la socialdemocracia no se desvíe ni un milímetro de sus propuestas. Y para que, haciendo frente común, se pueda combatir “la barbarie del neoliberalismo”.

Más allá de eso, sigue existiendo alguna que otra distinción de fondo. Por ejemplo, dice el escritor, en lo relativo a la “propiedad de los medios de producción”. “La socialdemocracia acepta las reglas del juego del capitalismo, aplicando mecanismos correctores para paliar las consecuencias que tiene para los trabajadores. Los comunistas impugnamos la lógica del capitalismo y abordamos los problemas desde su raíz”, sostiene el secretario general del partido. Es, a grandes rasgos, a lo que se refería el líder de las Juventudes Comunistas cuando, poniendo como ejemplos la vivienda o el trabajo, iba un paso más allá de las propuestas de mínimos.

Pedagogía frente a la derecha

Cien años después de su fundación, la mochila histórica que carga a sus espaldas el PCE es enorme. El partido fue, por excelencia, la principal oposición que se encontró el régimen franquista durante las cuatro décadas de dictadura. Fue uno de los pilares fundamentales de la lucha por la recuperación de las libertades, aunque se tuviesen que hacer algunas cesiones por el camino. Algo que la derecha y la ultraderecha no están dispuestos a recordar. Desde la llegada de la izquierda a La Moncloa, tanto PP como Vox han utilizado permanentemente el término “comunista” para tratar de desprestigiar, o restar legitimidad, al actual Ejecutivo. Tanto es así que, incluso, han intentado esta misma semana reprobar en el Congreso de los Diputados a la ministra de Trabajo por defender el comunismo. Una petición que los conservadores registraron después de conocerse que Díaz había preparado un prólogo para una reedición del Manifiesto Comunista que se publica coincidiendo con el centenario del partido.

En su intento permanente de vincular el comunismo español con el estalinismo, la derecha se olvida de los movimientos que llevó a cabo el partido para alejarse del bloque del este en pleno florecimiento de las tesis eurocomunistas en Europa occidental. Para Santiago, lo que hacen partidos como PP y Vox es una “propaganda negra” tan “absurda” como “equiparar el cristianismo a la inquisición o las cruzadas”: “En este país, el principal constructor de la democracia y de las libertades siempre ha sido el Partido Comunista de España, por eso hemos sido ilegalizados tres veces en cien años”. Carracedo, militante de la vieja escuela, no considera “un baldón” el pasado soviético. “La mayoría de la gente del PCE se siente solidaria con la herencia de la URSS. Hubo errores y crímenes, sí, pero independientemente de eso es positiva, porque sin la existencia de la Unión Soviética no se habrían registrado muchos avances sociales”, reflexiona al otro lado del teléfono.

¿Y cómo se puede hacer frente a esa “propaganda negra” de la que habla el secretario general del PCE? En su opinión, es un mensaje que “se combate leyendo”. “Los intentos de retorcer la historia supongo que se resuelven con pedagogía y matizando un concepto de equidistancia que en la Transición sirvió presuntamente para la conciliación nacional y lo que hoy propicia es el robo del lenguaje, la tergiversación de los hechos y el mundo al revés”, opina Sanz. Rosa, sin embargo, cree que es una “batalla perdida, por lo que es mejor no darla”. En este sentido, el escritor considera que el comunista que pretenda combatir esta “distorsión” acabará estrellándose “contra un muro” y sumido en la “melancolía”. “En España, la derecha política y mediática (y parte del centroizquierda político y mediático) es furibundamente anticomunista, y lo ha seguido siendo en democracia”, reflexiona.

Para el periodista, lo único que se puede oponer a dicha distorsión es “la memoria del comunismo español durante la dictadura, la transición y ya en democracia, siempre en la vanguardia de la lucha por las libertades, a costa de grandes sacrificios personales”. Mientras tanto, hay que seguir hacia delante. Porque, asevera Santiago, hablar del comunismo como “algo del pasado” supone “aceptar” que “el único sistema posible es el del capitalismo, contra el que solo caben parches”. “Trabajar por el comunismo es una propuesta de futuro”, sostiene. Seguramente, dice Rosa, los comunistas de hoy “no conseguirán instaurar” una sociedad como la que dibujan. “Pero por el camino habrán mejorado la vida en su barrio, o habrán contribuido a que sus compañeros de trabajo se organicen y defiendan sus derechos”, sentencia el escritor.

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