"Huían de la represión y la muerte": la 'Columna de los Ocho Mil', el gran éxodo olvidado de la Guerra Civil

Refugiados de la 'Columna de los Ocho Mil' a su llegada a Valdepeñas, 1936.

Pilar Arroyo ni pertenecía a un sindicato ni sabía qué era eso de la política. En el verano de 1936, tras el estallido del golpe de Estado contra la Segunda República, sólo era una niña. Una chiquilla de Segura de León, un pequeño pueblo de la provincia de Badajoz, que deambulaba en medio de una gran masa de gente que buscaba a la desesperada escapar de la barbarie. "Ahí no se hablaba de nada. Todos estábamos muertos de hambre y de sed. ¿De qué íbamos a hablar si llevábamos todos el miedo?". Su testimonio fue recogido hace más de tres lustros por Producciones Morrimer. Y cuenta de primera mano lo que fue la llamada Columna de los Ocho Mil. Una de las grandes tragedias olvidadas de la contienda. El primer éxodo masivo de la Guerra Civil.

Los meses de agosto y septiembre de 1936 fueron terribles en el suroeste. Pocas horas después del inicio del golpe de Estado, Sevilla estaba ya en manos de las tropas sublevadas. Y apenas una semana más tarde, el Ejército africano de Franco se encontraba ya avanzando hacia Extremadura. En solo unos días las columnas de militares golpistas se tomaron Mérida y Badajoz. Y lo hicieron dejando tras de sí un rastro indeleble de sangre. Una represión que Jay Allen, corresponsal del Chicago Tribune, describió con crudeza en relación a la segunda ciudad: "A las cuatro de la mañana los introdujeron en la plaza [...]. Les esperaban las ametralladoras. [...] Mil ochocientos hombres –había también mujeres– murieron allí en poco más de doce horas".

Ante el avance de las tropas franquistas, la población civil inició una huida a la desesperada. Los de la zona de Badajoz se movían hacia el sur de la provincia, aún en manos republicanas, el mismo oasis que buscaban aquellos que salían de Sevilla y Huelva. Pero poco a poco, los militares golpistas fueron estrechando el cerco desde el este, el norte y el sur. Es así como en apenas unas semanas se originó una enorme bolsa de desplazados en el suroeste de la provincia extremeña. Miles de personas concentradas en pocos pueblos a quienes se les facilitaba como se podía alojamiento y comida. "Dormíamos repartidos por las casas", contaría décadas después el miliciano Francisco García en el documental de Producciones Morrimer.

"Llegados a este punto, tienen dos opciones. La primera, dirigirse hacia Portugal. La segunda, marchar hacia el este e intentar cruzar a la zona republicana", cuenta a infoLibre el historiador Francisco Espinosa, que ha investigado en profundidad el avance de las tropas golpistas de Sevilla a Badajoz. Ambos movimientos eran peligrosos. El primero, porque suponía arriesgarse a ser devueltos por la dictadura de Salazar. El segundo, porque implicaba atravesar una zona controlada por las tropas franquistas. Varios cientos optaron por la primera vía y, gracias en parte a la solidaridad de un teniente de carabineros luso –Augusto de Seixas–, acabaron embarcando en el buque Nyassa y llegando a Tarragona. Otros ocho mil, aproximadamente, se decantaron por la ruta hacia el este.

La emboscada

"Fue el primer éxodo masivo de la Guerra Civil", señala al otro lado del teléfono José María Lama, historiador pacense y secretario de la Asociación José González Barrero, impulsora de una exposición itinerante sobre la llamada Columna de los Ocho Mil. "Pero a pesar de ello, es totalmente desconocido", completa Espinosa. La gran masa de refugiados, que inició el camino desde varios puntos, tenía como objetivo llegar a Azuaga (Badajoz), zona ya controlada por la República. Una huida que, según señala Lama, estuvo organizada. En este sentido, recuerda una reunión mantenida en Valencia de Ventoso por algunos dirigentes de izquierdas, entre los que se encontraba el diputado socialista José Sosa o los alcaldes socialistas de Zafra y Fuente de Cantos, para preparar la salida.

La columna se fue desplazando a través de caminos y veredas. "Las tropas franquistas sabían perfectamente la ruta que llevaban y creo que había orden de no permitir que llegaran y contaran lo que estaba sucediendo", apunta Espinosa. Y, en parte, lo consiguieron. A apenas una veintena de kilómetros de su destino, una ametralladora instalada sobre un cerro del camino comenzó a disparar contra la masa de refugiados, provocando el caos y decenas de muertos. Quienes encabezaban la columna consiguieron seguir avanzando hacia su destino final. El resto, sin embargo, se dispersó. Muchos de ellos, acabarían siendo apresados, trasladados a Llerena y asesinados.

Aquel suceso quedaría recogido en los medios. Así, en su edición del 19 de septiembre, el diario Abc señalaba: "Quinientos hombres del regimiento de Granada destrozan una columna roja, haciéndole ochenta muertos, treinta heridos y cogiendo prisioneros a dos mil doscientos marxistas, así como gran cantidad de material de guerra". También el general Gonzalo Queipo de Llano haría alusión a dicho ataque en una de sus soflamas radiofónicas: "Tales operaciones han sido efectuadas por la columna del comandante de infantería Gómez Cobián, el cual habiendo tenido noticias de una concentración enemiga la atacó brillantemente. [...] Según las últimas noticias, se han cogido cincuenta caballos y una gran cantidad de armas y municiones".

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Los historiadores, sin embargo, rechazan que esta fuera una columna perfectamente armada. Como mucho, "cuatro rifles o escopetas de caza" que podían llevar algunos milicianos. "El grupo, fundamentalmente, lo integraban ancianos, mujeres o niños", resalta Lama. "Eran personas que huían de la represión y de la muerte, gente intentando llegar a un sitio seguro", completa, por su parte, Espinosa. Civiles que, simplemente, trataban de escapar del terror que dejaba el avance de las tropas franquistas. El mismo del que hablaba Mola en una de sus directivas previas al golpe de Estado: "Hay que sembrar el terror. Hay que dejar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros".

A pesar de ser el primer gran éxodo de la Guerra Civil, lo cierto es que cayó en el olvido, a diferencia de otros como la Desbandá o la huida por la frontera francesa al final de la Guerra Civil, mucho más masivos. "Las primeras investigaciones sobre este asunto se llevaron a cabo a comienzos de siglo", cuenta Lama. Ahora, con la ayuda de la Diputación de Badajoz y el Ministerio de la Presidencia, la Asociación José González Barrero trata de mantener viva la memoria con una exposición itinerante que tiene previsto recorrer una decena de municipios del sur de Badajoz hasta noviembre. Ya ha estado en Fuente del Arco y Burguillos del Cerro. Y desde este viernes se podrá ver en Valverde de Burguillos.

"Aún hace falta una investigación en profundidad sobre este tema. Y ahí se enmarca esta exposición, que no pretende ser el final sino el inicio. Queremos que sirva como un instrumento que nos permita recoger testimonios o información que nos puedan ir aportando los vecinos y las familias de todos esos pueblos", sentencia Lama.

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