Consumo

Luces y sombras de NutriScore, el etiquetado que divide a los nutricionistas y que Consumo está decidido a poner en marcha este año

Imagen del sistema NutriScore.

Algún producto de algún supermercado ya lo lleva: una etiqueta con cinco franjas de colores (verde oscuro, verde claro, amarillo, naranja y rojo) asociados a cinco letras (A, B, C, D y E) en la que se destaca una. Se llama NutriScore, y es el sistema de etiquetado nutricional que el Ministerio de Consumo pretende tener regulado a finales de este año, situándose así a la par de otros países como Francia —su país de origen—, Alemania, Bélgica y Suiza. Otros como Luxemburgo, Países Bajos y Austria, por ahora, tan sólo han anunciado que lo desarrollarán. Pero, ¿qué es y cómo funciona? Básicamente, y simplificando mucho, es un semáforo y funciona como tal. Es decir, se trata de un sistema que puntúa los productos alimentarios del verde (o A, el más saludable) al rojo (o E, el más perjudicial) en función de los ingredientes. De este modo, si un alimento tiene un alto contenido en fibra, por ejemplo, recibirá mejor puntuación que otro con un alto contenido en azúcares o sal. ¿Y cómo se mide? Pues a través de un algoritmo que añade o resta puntuación en función de la presencia de ciertos nutrientes. El problema es las limitaciones que tiene ese sistema automático, que ya se ha visto por ejemplo en el caso del aceite de oliva —que Consumo excluirá del NutriScore— y el jamón ibérico, calificados con puntuaciones bajas en este sistema y provocando las críticas de sus industrias.

En España, de momento, sólo es utilizado por algunas empresas a modo de estrategia de márketing para publicitar la buena calidad nutricional de aquellos productos aprobados con un verde oscuro o uno más clarito (o con una A o una B). Consumo quiere acabar con eso. Según informan fuentes del Ministerio de Alberto Garzón, a finales de año el Gobierno pretende tener aprobada una regulación que, aunque mantenga la voluntariedad del etiquetado NutriScore, sí obligue a que las empresas que lo apliquen lo hagan con todos sus productos. Los aprobados y los suspensos.

Fuentes de Consumo, no obstante, creen que, aunque no sea un sistema obligatorio, NutriScore funcionará como un sistema de incentivos para que las compañías lo implanten. Y es que si algunas lo hacen y otras no, los consumidores podrían sospechar de estas últimas. En cualquier caso, las fuentes del departamento aclaran que la competencia para hacer del etiquetado una exigencia depende de la Comisión Europea, que elevará una propuesta en 2022 para que el etiquetado nutricional en la parte trasera de los productos alimentarios sea obligatoria. Que el sistema sea el de NutriScore todavía estaría por ver, aunque es por lo que apuesta España, que asegura que NutriScore también servirá para ayudar a limitar la publicidad de alimentos menos saludables, sobre todo los dirigidos a los más pequeños.

Ya lo dejaron claro el PSOE y Unidas Podemos en el acuerdo que selló el Gobierno de coalición. "Reduciremos el impacto de la comida basura, al establecer obligaciones claras en el etiquetado, que deberá reflejar la calidad de los productos conforme al modelo del semáforo nutricional", firmaron. Más de un año antes, en noviembre de 2018, la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, aseguró que el semáforo francés había convencido al Ejecutivo español, que quería copiarlo. "Vamos a implantar el etiquetado frontal de calidad nutricional para aportar mejor información a los consumidores de alimentos y bebidas", dijo. Y añadió: "Esta información permitirá que la ciudadanía pueda comparar con otros productos semejantes de forma sencilla y tomar una decisión informada y motivada para seguir una dieta más saludable". 

Porque los datos indican que ahora no lo es. Y que lo será menos en el futuro, si atendemos a los hábitos alimenticios de los más pequeños. Según el Estudio Aladino 2019 sobre la Alimentación, Actividad Física, Desarrollo Infantil y Obesidad en España 2019, la prevalencia de sobrepeso ese año para los niños y niñas de entre 6 y 9 años era del 23,3% y la prevalencia de obesidad del 17,3%. Además, un 76,2% de los menores debía mejorar su alimentación y sólo el 20,1% de los escolares incluía fruta en su desayuno. Con NutriScore, defiende Consumo, estos hábitos podrían mejorar. Y a la vez, añaden, conseguir que las enfermedades asociadas a la alimentación no sean tan frecuentes y que el consumo sea más responsable, produciendo además efectos beneficiosos sobre el planeta. Ya lo dejaron claro el PSOE y Unidas Podemos en el acuerdo que selló el Gobierno de coalición. "Reduciremos el impacto de la comida basura, al establecer obligaciones claras en el etiquetado, que deberá reflejar la calidad de los productos conforme al modelo del semáforo nutricional", firmaron. Más de un año antes, en noviembre de 2018, la entonces ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo, aseguró que el semáforo francés había convencido al Ejecutivo español, que quería copiarlo. "Vamos a implantar el etiquetado frontal de calidad nutricional para aportar mejor información a los consumidores de alimentos y bebidas", dijo. Y añadió: "Esta información permitirá que la ciudadanía pueda comparar con otros productos semejantes de forma sencilla y tomar una decisión informada y motivada para seguir una dieta más saludable".

¿El consumidor está preparado para comprenderlo?

No todo el mundo ve el NutriScore como la panacea. Es más, hay muchas voces que ven más elementos negativos que positivos. Es el caso de la Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética (Fesnad) —en la que se integran ocho sociedades científicas—, que ya dijo en 2018 —justo después de que España anunciara que lo implementaría— que NutriScore "no cuenta con el aval de las sociedades científicas del sector alimentario en España". Elaboraron después un documento —firmado por cinco de las ocho sociedades— consultado por infoLibre, en el que dieron las razones. Entre ellas se encuentra el hecho de que, al ser un sistema importado, no se adapta a la dieta mediterránea; que no tiene en cuenta el grado de procesamiento de los alimentos; que no distingue la calidad y la procedencia de las proteínas de los productos; que no es comprensible ni práctico, ya que el algoritmo se basa en la presencia de ciertos nutrientes en 100 gramos de producto, sin tener en cuenta las porciones ni la frecuencia de consumo; y que no hay estudios con consumidores españoles que hayan demostrado que entienden NutriScore de manera adecuada. Consumo, no obstante, ya ha dicho que llevará a cabo acciones formativas, aunque un artículo publicado en la revista Endocrinología, Diabetes y Nutrición reveló que NutriScore era el sistema de etiquetado que mejor entendían los usuarios, en comparación con otros como el símbolo de advertencia.

Jordi Salas, catedrático de Nutrición de la Universitat Rovira i Virgili e investigador del Instituto de Salud Carlos III, sin embargo, no puede estar más en desacuerdo con esas afirmaciones. Defiende NutriScore, precisamente, porque es entendible y comprensible por el consumidor. "Está diseñado para que aquellas personas que vayan a comprar en un supermercado puedan diferenciar los productos de manera adecuada", dice. Siempre, claro, los de la misma categoría. De nada sirve este sistema de etiquetado, explica, si se comparan los cereales con los yogures, por poner un ejemplo. "No todos los cereales son iguales ni todos los postres lácteos son el mismo", dice, desde el otro lado del teléfono. NutriScore ayuda al consumidor a elegir los cereales más saludables, los yogures más saludables, los refrescos más saludables. Y la evidencia científica, sostiene, dice que funciona. "Se ha demostrado que si consumimos más alimentos aprobados con una A que suspensos con una E, la mortalidad disminuye. Y esto sirve, además, para favorecer políticas de salud pública y limitar productos perjudiciales que pueden ir dirigidos a los niños", sostiene. 

Pero hay más. Salas también destaca que el sistema, nacido en Francia, ha nacido "de manos de científicos independientes de la industria". Pilar Galán lo sabe bien. Doctora nutricionista, pertenece al Equipo de Investigación en Epidemiología Nutricional (EREN) que lo ha desarrollado. A preguntas de infoLibre, celebra que NutriScore ayude a "juzgar y comparar fácilmente, con un solo vistazo, la calidad nutricional de los alimentos". "Sintetiza las cifras y los términos incomprensibles que figuran en el etiquetado nutricional obligatorio en forma de colores sencillos, intuitivos y comprensibles", explica. 

Alma Palau, presidenta del Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas, también destaca la comprensión intuitiva que permite NutriScore aunque, no obstante, ella sí detecta algunas carencias en el sistema. La principal, asegura en conversación telefónica con este diario, es que valora el producto en su conjunto, no por sus nutrientes ni por su conveniencia para ciertos consumidores concretos. Pone un ejemplo. Los lácteos desnatados aprueban con más nota que los enteros, pero eso no significa que un consumidor determinado, por una causa concreta, deba priorizar ese tipo de lácteo.

En este mismo sentido opina Fesnad, que cree que el etiquetado frontal "tiene que valorar única y exclusivamente el alto contenido de nutrientes críticos para la salud, de forma que el consumidor pueda identificarlos y reducirlos en su dieta". "De este modo, si tiene algún tipo de patología o tendencia a una enfermedad, puede poner especial atención a los nutrientes críticos que más pueden afectarle", dice la organización. Pero Palau cree que para que esto sea efectivo es necesario que, antes de que entre en vigor NutriScore, se lleve a cabo una "alfabetización nutricional" que permita paliar las limitaciones del sistema de etiquetado, que también califica del mismo modo las pastas integrales y las que no lo son. 

¿Pueden las empresas modificar los alimentos?

Una de las consecuencias que podría conllevar la regulación del sistema NutriScore en España es que las empresas con más suspensos decidan, casi de manera obligada, aumentar la calidad nutricional de sus productos. Pero eso es positivo, señala Galán. "Si las empresas modifican la composición de sus productos, retirando un poco de azúcar, grasas saturadas o sal o eligiendo mejores ingredientes para clasificarse mejor, acabará ganando el consumidor y la salud pública", indica, y recuerda que, precisamente ese es uno de los objetivos de NutriScore. "El sistema quiere incitar a la industria a reformular sus productos en un sentido favorable para el consumidor", señala. ¿Pueden las empresas modificar los alimentos?

Por eso precisamente, dice Salas, hay tanta oposición por parte "del lobby de la industria alimentaria"lobby, algo que también ha detectado el Ministerio de Consumo. "No podemos perder la oportunidad de tirar para adelante este sistema por culpa de las presiones y los intereses de cierta industria", critica.

Y la gran polémica: el aceite de oliva y el jamón

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Y Salas añade una frase: "El sector del aceite no tiene porqué sufrir". Lo dice por una cosa muy concreta. En 2018, cuando España anunció que adoptaría el sistema NutriScore, el aceite de oliva fue catalogado con una D, la misma nota que obtenían generalmente los refrescos. Según explica Marián García —más conocida como Boticaria García— en su blog, la explicación eran dos: NutriScore penaliza a aquellos productos que sólo tienen un ingrediente y, como mide los nutrientes por cada 100 gramos, no se tuvo en cuenta que la porción es mucho menor. Y el aceite tiene grasa. De ahí el suspenso. 

Pero Consumo ya ha encontrado la solución: el aceite de oliva no llevará el etiquetado NutriScore. "Uno de los ejes principales de la actividad de este ministerio, especialmente a partir de este año 2021, es incentivar y estimular la dieta mediterránea y naturalmente el aceite de oliva es uno de los ingredientes fundamentales de ese patrón de consumo. El sistema NutriScore es un sistema de etiquetado que lo que hace es resumir en una información gráfica ciertos componentes nutricionales para estimular que el consumidor, cuando llegue al supermercado, en vez de estudiarse el etiquetado pueda ver de una forma muy sencilla qué consumo es más saludable y menos saludable. Pero este sistema no es perfecto y tiene un déficit en aquellos ingredientes que sólo tienen un ingrediente, como es el caso del aceite. Por eso, desde el Gobierno, sabiendo que es necesario aprobar el NutriScore porque es una herramienta muy útil para mejorar esos hábitos de consumo, hemos llegado a un acuerdo con las distribuidoras para que el aceite de oliva no se vea en ningún caso perjudicado", dijo el ministro Garzón el pasado mes de febrero.

Con el jamón ibérico ocurrió algo parecido, aunque a su respecto no ha sido tomada todavía ninguna decisión. Fuentes de Consumo ya han aclarado que cualquier sector podría autoexcluirse del etiquetado, puesto que, hasta que no lo apruebe la Comisión Europea, ninguno será obligatorio. 

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