¿Qué votan las mujeres? Cada vez más al PSOE y menos al PP

Pedro Sánchez, este sábado en un acto del PSOE al hilo del 8M.

En las próximas elecciones la participación de la mujer será decisiva. No solo porque las mujeres son la mayoría del electorado, sino porque declaran una intención de participar mayor.

Esto tiene implicaciones directas en la intención de voto a los partidos. Hablando en términos absolutos, la principal preferencia política de las mujeres pasa por el PSOE y el PP (en ambos casos por encima del 30% de los votos). De todos modos, si tenemos en cuenta este factor y contraponemos al tamaño del partido —es decir, ponemos el foco en cuánto porcentaje de voto ganarían o perderían los partidos si solo votaran ellas—, veremos que el PSOE y Unidas Podemos son las dos formaciones políticas que están ganando espacio entre las mujeres en los últimos años.

Son dos casos opuestos. El PSOE es un partido que históricamente ha mejorado sus resultados electorales entre las mujeres, según un análisis propio a partir de los microdatos del CIS. Actualmente, consigue un 20% más de votos en este colectivo, manteniendo una tendencia alcista desde el inicio de esta legislatura y duplicando su peso electoral desde la llegada de las nuevas formaciones políticas en 2015.

En el espacio electoral de Unidas Podemos, en cambio, las mujeres han constituido una minoría desde 2014 hasta la llegada del ciclo político que se inició en 2019. En esa primera etapa, UP —con todas sus variantes— conseguía aproximadamente un 10% menos de votos entre las mujeres que entre toda la población en su conjunto. Ahora, esas pérdidas están neutralizadas y parece que con los nuevos liderazgos del espacio las tendencias se consolidan.

En el bloque de la derecha ocurren otros dos fenómenos. Por un lado, el PP está inmerso en una pérdida paulatina de votos entre las mujeres que podría causarle algún que otro estrago si no consigue revertir esta situación, ya que ha pasado de un 12% de votos más entre estas a principios de legislatura a un 0% en febrero. Se trata de un partido que históricamente, al igual que el PSOE, se ha caracterizado por tener una amplia base de votantes mujeres. Por otro lado, la formación de ultraderecha, Vox, desde sus inicios ha sido un partido que genera mucho rechazo. Son el partido estatal con menos mujeres en su electorado, aproximadamente 1 de cada 3 de sus votantes, y salvo algunas fluctuaciones en el tiempo, siempre han conseguido entre 20 y 40% veces menos de votos en este grupo demográfico.

Conociendo las preferencias de las mujeres y los cambios de tendencias que se han producido a lo largo de estos últimos años, es necesario mirar atrás para ver de dónde provienen y qué fidelidad mantienen con las distintas formaciones políticas.

Una de las principales claves es que el PP tiene una base electoral de mujeres más fiel, con 8 de cada 10 anticipando que les volvería a votar si mañana se celebraran nuevas elecciones. La pérdida de votos entre mujeres que comentábamos un poco antes convive con esta otra realidad. El PP crece en intención de voto notablemente desde el cambio de liderazgo de su partido y consigue ampliar su electorado en más de 7 puntos en un año. Pero las mujeres pasan a tener menor peso que antes, dejando de ser un sector demográfico que mejoraba las expectativas de voto del partido conservador.

Existen otras transferencias de voto relevantes. En el mismo bloque ideológico, 1 de cada 5 exvotantes mujeres de Vox —pocas ya de mano— están apostando por la filas populares, mientras que en dirección contraria los flujos son residuales.

Entre los partidos progresistas también se están midiendo las fuerzas entre las mujeres. El PSOE parece que tiene cierta capacidad de atraer a mujeres del espacio confederal, con el 13% cambiando su intención de voto de hace cuatro años. Es un dinámica que habrá que ver cómo evoluciona en medio de la polémica con la reforma de la ley solo sí es sí, donde las discrepancias y la tensión entre los socios de gobierno son notables al calor del 8M.

La evolución del debate público en esta cuestión no parece que les ayude a solventar el principal problema que tiene la izquierda de cara a estas elecciones: la movilización. Fijémonos en un aspecto concreto: mujeres progresistas que tantean con la abstención. Aproximadamente, el 18 y 14% de las mujeres que votaron al PSOE y UP en las pasadas elecciones, respectivamente, dicen ahora que no acudirán a las urnas.

La mitad de las mujeres consideran que entre los tres principales problemas de España en la actualidad están los partidos, el gobierno y la clase política; la política en definitiva. Esta es una preocupación menor que la que expresa el sexo opuesto, pero la tendencia creciente se afianza como la principal preocupación de las mujeres, expresada espontáneamente en las encuestas.

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Se consolida, por tanto, en primera posición por encima de uno de los mayores problemas estructurales que ha tenido España a lo largo de los últimos cuarenta años, y que hoy está en declive: el paro. Después de muchos años de caída pronunciada en la preocupación por el desempleo —a partir de la recuperación económica tras la crisis de 2008 que el electorado empezó a percibir tiempo más tarde— y después de un ligero repunte con la llegada de la pandemia en 2020, el mes de febrero menos de un tercio de las mujeres lo consideran uno de sus principales preocupaciones.

En cambio, los problemas de índole económico han seguido creciendo (por encima del 40%) desde la llegada de la pandemia y no han dado tregua en los años consiguientes con el encarecimiento de los precios y el aumento del coste de la vida en general, primero producidos por la crisis de cadenas de suministro y agravado con la guerra en Ucrania.

Más allá de esas tres grandes preocupaciones generales, que son compartidas por las mujeres, también destacan otras que han ido creciendo en los últimos años en este grupo demográfico: la preocupación por los asuntos relacionados con la salud pública (20%); desligada de problemas directamente relacionados por la pandemia, pero que sirvió para visibilizar las costuras del sistema sanitario; la violencia de género (15%), un problema creciente que sucumbe ante el debate de las tramitaciones parlamentarias de dos leyes fundamentales del Gobierno, la ley del solo sí es sí y la ley trans; y la educación (15%), fluctuante y ciertamente estable en los últimos años pero con una nueva ley educativa, la ley Celáa, que el Constitucional resolverá antes del verano y podría terminar entrando en campaña electoral en algún momento.

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