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la extrema derecha

El voto de las mujeres se erige como el último muro de contención frente a Vox

Santiago Abascal y Marine Le Pen, en una reunión celebrada en abril de 2017.

El estudio poselectoral del CIS de diciembre de 2019 concluyó que apenas el 3,2% de las mujeres españolas habían votado a Vox en las elecciones que abrieron la legislatura. Un porcentaje significativamente inferior al resto de los partidos que presentaban candidaturas en todas las circunscripciones y, sobre todo, muy distante del de los votantes masculinos (un 6,4% de los hombres respondieron que habían votado a los ultras).

Los barómetros del último año demuestran que esa brecha se mantiene. Si acaso tiende a agrandarse, aunque muy despacio y en una proporción poco significativa. En enero de 2021 había 3,2 puntos más de hombres dispuestos a votar a Vox que de mujeres y el pasado mes de diciembre, según el último barómetro publicado, esa diferencia había aumentado hasta situarse en torno a los 6 puntos.

La dificultad de los de Abascal para motivar a las mujeres a votar sus candidaturas se aprecia mejor si se comparan sus cifras con las de los demás partidos. Los datos del CIS revelan que en estos momentos hay más mujeres que hombres que prefieren a los socialistas (24,7% frente a un 22%), con una diferencia de casi 3 puntos porcentuales que ha ido a más de manera sostenida desde el verano y que no tienen parangón con ninguna otra fuerza política.

El PP, por ejemplo, se mantiene en un equilibrio casi perfecto, con porcentajes de apoyo muy igualados entre mujeres y hombres. Aunque en enero sí hay una diferencia apreciable (el 17,1% de las mujeres dicen que votarían por Pablo Casado por un 15,6% de los hombres) lo cierto es que la distancia entre los porcentajes de voto femenino y masculino del PP ha sido de décimas durante todo 2021, según los barómetros del CIS.

Caso distinto es el de Unidas Podemos (ver al despiece al final de esta información). En enero, había más hombres que mujeres dispuestas a votar a los morados, aunque por una diferencia mucho menor que en el caso de Vox (11% frente a un 9,6%).

Las mujeres representan la mitad del electorado, así que su comportamiento electoral puede resultar decisivo. ¿Pero se puede hablar de un voto femenino distinto del masculino?

Todas las expertas en comportamiento electoral y ciencia política consultadas por infoLibre creen que sí y coinciden en que el voto a la ultraderecha es buena prueba de ello.

”A pesar de que las diferencias en el voto de hombres y mujeres tienden a ser menores que aquellas que responden a divisiones sociales de origen socioeconómico o identitario (tales como el voto de clase, de etnia o de raza), en el contexto de elecciones cada vez más competidas (como es el actual en la mayoría de democracias), conseguir el apoyo de las mujeres puede resultar crucial”, señala Marta Fraile, doctora en ciencia política y científica titular del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del CSIC. 

Las diferencias en el voto de hombres y mujeres están “ampliamente documentadas”, recuerda. Como la existencia de “dos rasgos que caracterizan el voto de las mujeres en los países occidentales en la última década: una mayor propensión a votar a partidos progresistas (de izquierda moderada) y una menor propensión a votar por partidos extremistas, especialmente los partidos de extrema derecha”. 

Alba Alonso, profesora del departamento de Ciencia Política y Sociología de la Universaidad de Santiago (USC), advierte que es “importante no esencializar el comportamiento de hombres y mujeres” porque “hay muchos aspectos en los que no hay diferencias notables”. Sin embargo, reconoce, “sí es verdad que en lo que se refiere a la orientación del voto, en la decisión de a quién votar, el género se ha mostrado como un factor bastante relevante”. 

A la izquierda

Esta variable, explica, se ha usado “en las últimas décadas para explorar si las mujeres votan en mayor medida a la izquierda que los hombres y también para identificar si votaban en mayor medida a partidos tradicionales frente a partidos nuevos”. Y “se ha mostrado importante en votaciones de otro tipo como el referéndum escocés”, recuerda.

La razón por la que Vox, igual que la mayoría de partidos ultras de Europa, tiene dificultades para captar voto femenino, hay que buscarla en gran parte en sus propuestas para las mujeres. “Al final tú ves que es un partido que no va a representar tus intereses; entonces claramente le dejas de votar”, sostiene Sílvia Claveria, investigadora posdoctoral en el departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Carlos III de Madrid, 

Hace ya algunos años, la investigación estableció que las mujeres son más reacias a votar a partidos nuevos, algo que también afecta, aunque en menor medida, a Unidas Podemos. “Normalmente las mujeres, como asumen más tareas domésticas y de crianza, tienen menos tiempo” y “se informan menos de la política. Por eso por regla general los nuevos partidos son menos votados por las mujeres. Las mujeres tardan un poco más en conocer a los nuevos partidos”, explica.

A lo que hay que añadir que las mujeres, “por una cuestión cultural también, tienen más aversión al riesgo que los hombres”. De ahí nace la hipótesis de que “las mujeres son mas reticentes a votar a aquellos partidos que no se sabe si van a tener una trayectoria más larga. Si no sabes si un partido va a acabar saliendo o no, si va a tener un escaño o no, o una posición preeminente, las mujeres los dejaban de votar”.

Claveria asegura que eso pasa con Podemos, con Ciudadanos y con Vox. Aunque con el paso del tiempo es más difícil atribuir la diferencia en el voto femenino de estos partidos a esos criterios, porque han dejado de ser nuevos y porque su trayectoria pública acaba reduciendo la aversión.

Desde su punto de vista hay algo más de fondo: “Las mujeres, sobre todo desde los ochenta, se ubican en una posición un poco más de izquierda que los hombres”. Y “eso ya es un punto importante para no votar partidos de extrema derecha”. Muchas de ellas “tienden a votar a partidos que desarrollen un Estado de Bienestar más fuerte porque entienden que eso les va a ayudar en su día a día”. “Al final”, concluye, que las mujeres voten menos a Vox “tiene que ver con su oferta: si te recortan los derechos no quieres votar a un partido que va en tu contra”.

En busca de perspectiva, Alonso recuerda que “la masculinización del electorado de los partidos de derecha radical es un fenómeno que se produce también en otros países, aunque no en todos”, así que, desde ese punto revista, “el perfil del elector de Vox no resulta sorprendente”. Otra cosa es ”a qué se debe”. 

La profesora compostelana recuerda que los estudios realizados fuera de España “plantean explicaciones muy diferentes: desde que esto se debe a sus posiciones de oposición a las políticas de igualdad y sus liderazgos hipermasculinos, hasta otros que apuntan a que es su radicalidad en términos ideológicos lo que explica que no convenzan al electorado femenino”.

Fraile pide tomar con cautela los datos de voto femenino “porque sabemos que en las encuestas las mujeres suelen ser más prudentes que los hombres en sus respuestas”. Y cree que “a las mujeres les cuesta más que a los hombres declarar en una encuesta que votará a Vox, sobre todo si duda entre Vox y PP”.

No obstante, admite, “es cierto que existe literatura que documenta una regularidad empírica en distintos países europeos: la menor propensión de las mujeres a votar a partidos de extrema derecha, si bien el tamaño de las diferencias cambia mucho entre los distintos partidos estudiados en toda Europa”.

La investigadora del CSIC está de acuerdo en que el voto femenino dificulta el crecimiento electoral de Vox y por tanto su posible sorpasso al PP, una posibilidad que no cree que vaya a hacerse realidad.

En su opinión, el partido de Abascal “defiende un programa ideológico de extrema derecha que incluye la defensa y reivindicación de valores sociales tradicionales, incluido el papel de la mujer como sostenedora fundamental de la familia”. El antifeminismo de Vox “resulta indiscutible: la negación de la existencia de violencia de género, la negación de situaciones de discriminación por motivos de género (en el trabajo, en la familia, en política), la virulenta oposición a las demandas de las movilizaciones feministas”. En términos generales, “los hombres conservadores conectarán más con estas ideas que las mujeres conservadoras”. 

La estrategia de Vox

Pero que hay una estrategia por parte de Vox para corregir su déficit de voto femenino es algo que detectan todas las expertas consultadas por infoLibre.

“Las mujeres son la mitad del electorado y Vox lo sabe, remarca Alonso. “Claramente cada vez más cuenta con liderazgos femeninos muy fuertes y visibles como [Macarena] Olona y [Rocío] Monasterio y a lo largo del tiempo han ido modelando sus alegatos contra el feminismo para hacer su discurso más atractivo para las mujeres”. Ante el “evidente” apoyo que muchas políticas de igualdad tienen en España, han apostado cada vez más por “proponer sus propias medidas en ese ámbito, aunque dándoles un enfoque claramente no transformador y en ese sentido, no feminista”. 

Un ejemplo, señala, es la propuesta de ley contra la discriminación en la Comunidad de Madrid, que trata de “apelar a colectivos como las mujeres pero planteando su propia visión sobre cuáles son los intereses y demandas de las mismas, a la vez que proponen eliminar las normas existentes”. Esta estrategia contribuye a construir lo que se llama “el escudo reputacional de la derecha radical” o, dicho con otras palabras, “el desarrollo de estrategias discursivas que los haga parecer un partido más. Su presentación como verdaderos garantes de la igualdad y protectores de las mujeres frente a fenómenos como la migración son parte de estas estrategias para ganar aceptación, y votos”.

Marta Fraile está de acuerdo. “Las líderes de Vox son muy hábiles en sus discursos y utilizan el tema de la situación de las mujeres como reclamo para demandar la vuelta a valores tradicionales, o como justificación para explicar su rechazo a los inmigrantes, porque (según argumentan)”, son ellos los que “discriminan a las mujeres en sus sociedades de origen”.

Claveria sí cree que en el voto femenino hay un obstáculo claro para el crecimiento de Vox. Pero “ellos también lo saben y han hecho diferentes movimientos”, advierte. 

Al principio tenían un discurso muy marcado que hablaba de la mujer como madre, pero ahora intentan “jugar más la carta” que usó Marie Le Pen en Francia con Agrupación Nacional (RN). “Intentaban tener este discurso de ir más en contra de la inmigración que de las mujeres”, por eso Le Pen “dice que es feminista“ y que lo que no va “a consentir es que las mujeres lleven velo”. En última instancia los ultras franceses busca imponer el marco de que “estamos dando derechos a unos inmigrantes que quieren subyugar a la mujer”. 

No es casualidad que cada vez sean más frecuentes los mensajes de Vox que relacionan la inmigración con ataques a las mujeres para “intentar un discurso pro derechos de la mujer en detrimento de los inmigrantes”. Es sencillo encontrar ejemplos en las redes sociales:

A “Le Pen le ha funcionado”, subraya Claveria. Ella se define como feminista, aunque lo sea de forma muy sui géneris, y hace bandera de los derechos de los homosexuales. Tiene una “visión más moderna” en esos ámbitos que Vox: “Son xenófobos pero no tradicionalistas”. El partido de Abascal “es al revés, es tradicionalista y además xenófobo”. “A Le Pen le ha ido muy bien este papel en las cuestiones que aquí llamamos culturales. No sólo al llamar al trabajador ‘el perdedor de la globalización’ sino al declararse feminista”.

Brecha de género de la derecha radical

Que el avance de la derecha ultra es un fenómeno que se apoya más en el voto de los hombres que de las mujeres es un fenómeno general desde la década de los ochenta descrito por primera vez como "brecha de género de la derecha" por la investigadora estadounidense Terri Givens en 2004.

En Francia ocurrió durante un tiempo lo mismo que en España. Pero las cosas han cambiado, como demostraron los politólogos Anja Durovic, Nonna Mayer y Abdelkarim Amengay, coautoras de El impacto del género en el voto de Marine Le Pen, una investigación publicada en 2017.

De acuerdo con este trabajo, el avance del RN (antes conocido por Frente Nacional) en los últimos años se debe en gran medida a su progresión en el voto femenino, que se cuadriplicó entre 1988 y 2017 mientras que el masculino se multiplicaba sólo por dos.

Los autores de este estudio explicaban hasta ahora las dificultades de los ultras franceses para atraer el voto de las mujeres en cuatro factores. En primer lugar,  la división sexual del mercado laboral. La extrema derecha francesa obtenía sus mejores puntuaciones en el electorado obrero porque las mujeres suelen ser empleadas en trabajos no manuales, como el comercio o los servicios, o en el sector público, como la educación. Eso habría limitado su contacto con los inmigrantes y las haría menos sensibles a los temas xenófobos. 

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La segunda explicación tiene que ver con una mayor influencia de la religión entre las mujeres. Los valores cristianos en Francia combatían hasta hace bien poco la ideología desigual y antiuniversalista de la derecha radical, hasta el punto de que los obispos galos llegaron a condenar repetidamente las ideas del FN.

El tercer factor es  la propagación del feminismo en la sociedad, incompatible con la visión tradicional de la familia y la moral transmitida por los ultras franceses. Y el cuarto, la imagen del extremismo y la violencia asociados con los derechistas radicales, que tenía hasta hace bien poco un efecto disuasorio entre el electorado femenino.

Eso ya no es así. Ha habido un proceso de proletarización de los empleos que ha difuminado los límites con los trabajos manuales. Y además “la mayor visibilidad del Islam en el espacio público, los debates alrededor del velo y el burka y la progresión del fundamentalismo musulmán han causado un despertar de identidad y tensión etnocentrista entre los católicos franceses”, concluye la citada la investigación. 

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