Un gafe enamorado

Mario Vargas Llosa habla con Juan Carlos I tras su ceremonia de ingreso en la Academia Francesa.

Estaba el señor don Mario sentadito en su tejado (miaramiamiau, miau, miau) leyendo Madame Bovary. Café au lait, Torre Eiffel, Richelieu, sacrebleu, chevalier, oh la lá, Robespierre. “Es la primera edición”, dice el literato, apoltronado en su pisito de soltero octogenario. Vargas Llosa deja el papel cuché y visita a su anticuario. Tiene guasa. “¡Vuelve el literato!”, repican los plumillas; “es demasiado listo”, vocifera el columnista más moderado del país.

Resulta que Isabel ha dejado a Mario. Tanto premio Nobel para acabar expulsado de Villa Meona. El Hola no da abasto, los periódicos de extremo centro tampoco. Los unos, que si el peruano era un celosón iracundo (la Preysler, tremendo bomboncito, ya saben); los otros, que si las musas llamaban a la puerta del insigne narrador y le susurraban que se alejase de los photocalls y las cenas en casa del embajador. El fantasma de Umbral se ha ofendido muchísimo. Sea como sea, gran cuchicheo nacional. Lástima que se peleasen antes de pasar por la vicaría: podrían haber remezclado la más pura estirpe de cuentistas de nuestro siglo.

Me pregunto a qué dedicará el hércules de nuestras letras sus horas muertas de soltería. Repasando someramente su biografía, temo que vuelva a sus famosas aficiones: casarse con parientes o conspirar contra la democracia y el progreso de las naciones. Conste que no lo digo por malicia: en todas las biografías se relata cómo el joven arequipeño descubrió el amor en los brazos de su tía Julia, a la que luego dejó por la prima Patricia. No se había visto cosa igual fuera de la casa Habsburgo.

Aunque no soy adivino (¡cachis!), sabía que el romance sobre las encimeras de Porcelanosa tenía los días contados. Les faltaba (¿cómo decirlo?) el calor de la familia, la pasión tórrida que solo prende la endogamia. Aun así, reconozco que Tamara (la excelentísima señora marquesa, etcétera, etcétera) hizo un papel admirable fingiendo ser hija de primos. A veces, ni eso basta. En fin, parece que los abogados de uno y otra están calentando por la banda. El derecho al honor es una cosa muy rentable. Nada menos que un Cervantes con trescientos honoris causa dando palique a los tertulianos Mediaset. No se veía cosa igual desde que Cela le contó a la Milá aquello de absorber agua por el ano. Qué soponcio.

Semanas sin firmar manifiestos

El hombre debe de estar pasándolo mal: lleva semanas sin firmar un manifiesto lleno de obviedades retrógradas. Últimamente no ha dado pie con bola, pero tampoco es que sea culpa del corazón partío. Vargas Llosa se ha convertido en el gafe más atinado del milenio por méritos propios. Candidato con el que va, que se dé por muerto. En su defensa hay que decir que empezó consigo mismo, cuando palmó contra Fujimori en las presidenciales peruanas de los noventa. Desde entonces no ha tenido empacho en apoyar a cuanto fascista imbécil o moderado liberaloide se ha encontrado. Iba con Bolsonaro y ganó Lula; con Kast y ganó Boric; con Macri y ganó Alberto Fernández, con la hija de su archienemigo (tuvo que exilarse, nada menos) Fujimori y salió el descerebrado de Castillo. Donde pone el ojo, se lo saca la bala. Pero ya saben ustedes que el mantra liberal dice que todo es cuestión de voluntad y esfuerzo (siempre que tus padres posean una mina de esmeraldas en Zambia), así que el intrépido marqués de sí mismo (qué poca imaginación le echó don Juan Carlos al título) abroncó al pueblo soberano de todas las naciones que no le hacen caso: “¡Ustedes no votan bien!”.

Podría creerse que los estropicios del buen señor se quedan allende la mar océana, pero también quiso premiar a su patria de adopción con una lustrosa ristra de cadáveres políticos. (Sí, el mozo es español, cortesía de Felipe González, que le expidió una carta de naturaleza para que el tipejo pudiese apoyar el cierre de fronteras y la lucha contra la inmigración ilegal). Decíamos. “UPyD es el partido que más se acerca a lo que yo creo”. Requiescat in pace. El fulano no se da cuenta de que la gente aborrece “lo que él cree”, ¿eh? ¡no sabe interpretar las señales! Después vino el idilio con Ciudadanos y los paseos de la manita con Albert Rivera. Aún huele a leche. Luego apostó fortísimo por Arrimadas (¿sigue viva?) y por el príncipe de los advenedizos, Manuel Valls. Los echamos en mil ochocientos y nos los vas a traer ahora, que en vez de navajas tenemos cetmes. Ja.

Vargas Llosa se ha convertido en el gafe más atinado del milenio por méritos propios. Candidato con el que va, que se dé por muerto

Los desafíos de la China del conejo

Los desafíos de la China del conejo

Nada dura. Repasando la hemeroteca, he encontrado durísimas declaraciones contra el partido liberal (te da la risa) un tiempecito después. Cáspita. Vargas Llosa tocó el trompetín y ordenó a sus huestes que, en adelante, a muerte con Casado. ¡Gran éxito! Ahora, según me informan fuentes cercanísimas a la parca peruana, la espada de Damocles pende sobre la mismísima Isabel Díaz Ayuso. Dios lo oiga.

Calculo que el número total de manifiestos, proclamas y decálogos firmado por Vargas Llosa abulta, a estas alturas de su vida, más que su obra completa. Hay quien se enganchó al caballo en los setenta y a quien le dio por decirle a los demás lo que tienen que hacer. Eso sí, intelectualmente todo, con Savater a un lado y el monete de Boadella al otro. En este campo, el admirable literato parece haber legado el testigo a otra de sus protegidas caídas en desgracia, la cultísima (hay que recalcarlo todo el rato, que si no la gente no cae) Cayetana Álvarez de Toledo (otra excelentísima señora marquesa, etcétera, etcétera), que tan lista no será si la cambiaron por Cuca Gamarra. Eso sí, los think tanks con airecillo thatcherista pueden estar tranquilos: una nueva hornada de hijos de ricos están dispuestos a enriquecerse en las comodísimas canonjías de la libertad.

Sé que estoy siendo injusto: los siglos venideros olvidarán estas miserias y nuevos cirujanos separadores del autor y la obra defenderán con gallardía las grandes novelas de don Mario. Hay mucha gloria por venir, no es menester que yo les dedique una sola línea. Ya es mala suerte la nuestra, que hayamos tenido que aguantar al señor mayor que prefería ir con todos los malos del tebeo.

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