Los nadies de la Guerra Civil

Urania Mella con María Gómez en la cárcel de mujeres de Saturraran (Motrico, Vizcaya) a principios de los años 40

Francisco J. Leira Castiñeira

Una práctica común entre lectores y escritores a la hora de devorar un libro es anotar en sus márgenes comentarios referidos al mismo o ideas que surgen con su lectura. Esta práctica es conocida por marginalia y ha sido estudiada por filólogos debido a la cantidad de información y reflexiones que dejaron grabadas autores como Juan Ramón Jiménez o Mark Twain. Es una práctica que seguimos haciendo muchos de nosotros para recordar aquello que quedó al margen de la narración y queremos subrayarlo.

Este símil puede aplicarse a lo que ha sucedido en la historiografía hasta hace pocos años. Por suerte, cada vez son más los historiadores-as que incluyen en su narrativa la marginalia de los nadies (Eduardo Galeano), de los ninguén (Xosé Neira Vilas), los menores, porque tienen un poder menor (Pier Paolo Pasolini), es decir, los olvidados de la Historia. De este modo, podemos abordar el pasado desde otra perspectiva, más compleja, cambiante y porosa. Todos tenemos cierta capacidad de agencia, de decisión, pero está ligada a nuestra relación con el entorno sociopolítico y cultural, y al momento histórico. Por eso, estudiar a la gente corriente, nos evoca un reflejo más fiel de aquel universo sociocultural que tratamos de reconstruir pero que nunca conoceremos del todo. Pero, no solo representa lo que fuimos, sino también lo que somos: personas, y como tal no podemos clasificarnos de manera dicotómica como si no estuviésemos sometidos a una constante evolución del pensamiento, ni que nuestro comportamiento actúe constantemente como, en teoría, nosotros mismos nos definimos. ¿Acaso los seres humanos no somos contradictorios? Pongamos unos ejemplos del libro Los Nadie de la Guerra de España (publicado en Akal),

Alicia Solleiro recuerda cómo la primera vez que vio a su madre, Urania Mella, tras la salida de esta última de la cárcel de Saturraran, le respondió negativamente a la pregunta de si la quería. El motivo estribaba en que la familia del marido de Urania la culpaba de ser la causante del asesinato de este por parte de los golpistas. Ella rompió el techo de cristal participando en organizaciones obreras como el Socorro Rojo o la Asociación de Mujeres contra la Guerra y el Fascismo de la localidad de Lavadores (ahora perteneciente a Vigo). Posiblemente, como consecuencia de la socialización familiar (su abuelo era Juan Serrano Oteiza, y su padre, Ricardo Mella, dos influyentes intelectuales anarquistas), participó en política, así debe ser reivindicada su figura, no por ser hija de. Su marido, Humberto Solleiro, también fue un destacado sindicalista de Vigo, aunque no tuvo la repercusión de su esposa.

Con el golpe de Estado, les abrieron un juicio sumarísimo por vía militar con sentencia a pena de muerte para ambos, aunque, finalmente, solo ejecutaron a Humberto. A Urania le conmutaron la sentencia por cadena perpetua, y salió de prisión a mediados de los años cuarenta. El adoctrinamiento de las también víctimas de la represión franquista, en este caso, la familia de Humberto, hizo que buscaran una explicación y un chivo expiatorio, y esto provocó que descargaran su ira contra Urania. Por este motivo, que es difícil de justificar, pero que ha de comprenderse por la complejidad de aquel periodo de violencia y miseria moral, todos sus hijos mantuvieron una idea negativa sobre ella. Ese pensamiento cambió en Alicia cuando llegó la adultez y empezó a descubrir quién había sido, qué había conseguido, su lucha en defensa de los más desfavorecidos (era profesora de mujeres con pocos recursos) y cómo fue condenada. Cuando Alicia comenzó a asentar su vida en Cataluña, empezó a militar en las mismas organizaciones en las que lo hiciera su madre.

Por eso, es difícil juzgar la actitud de la familia de Humberto Solleiro cuando culpan de la muerte de su hermano, a su esposa. La sinrazón, la falta de comprensión de lo que ha ocurrido o, incluso, un intento por salvar la vida de sus sobrinos hizo que cargasen contra la madre y no les permitieran verla más que un par de veces antes de morir. Este matiz, no es una postura equidistante, puesto que ya lo advertía Pierre Vilar, al afirmar que “comprender no es justificar”.

Este tipo de historia, la que se lee en los márgenes del pasado desde lo particular a lo general, sirve para conocernos como conjunto y como individuos

Ruptura de lazos solidarios

Otro ejemplo de esto es el juicio que le abrieron a la primera alcaldesa de Galicia, María Gómez, afiliada a Izquierda Republicana. Tras esa causa militar, fueron asesinados cuatro políticos de la pequeña localidad en la que residía, A Cañiza, y ella fue recluida en la cárcel de mujeres de Saturraran. Al leer las declaraciones, comprobamos que se acusan los unos a los otros ante las imputaciones de los nuevos poderes despóticos de los sublevados. En vez de escudarse en que defendían la democracia, se atribuían entre sí las acciones que habían llevado a cabo: reunirse en la Casa Consistorial y hacer una requisa de armas tras la noticia de un golpe de Estado. Seguramente, no fue a causa de las declaraciones vertidas tras la coacción y las amenazas, pero el resultado fue la ruptura de los lazos de solidaridad existentes en aquel tiempo.

La crisis infinita

La crisis infinita

Este tipo de aspectos pueden ser irrelevantes al estudiar a los grandes personajes, los generales, políticos o intelectuales, casi siempre hombres que ostentaron poder. Es verdad que, desde los últimos años, ha habido un cambio historiográfico relevante que trato de continuar, igual que lo es que las biografías de los grandes políticos o monarcas poco tienen que ver con las realizadas hace años (sirvan de ejemplo las de Alfonso XIIIy Miguel Primo de Rivera escritas por Moreno Luzón o Alejandro Quiroga). Sin embargo, reivindicar la vida de los menocchios de la historia (en referencia al protagonista del libro de Carlo Ginzburg El queso y los gusanos) nos permite desentrañar, a partir de pequeñas cosas, cómo la sociedad interactuó con su contexto y, en consecuencia, cómo lo hacemos nosotros en la actualidad. Este tipo de historia, la que se lee en los márgenes del pasado desde lo particular hacia lo general, sirve para conocernos como conjunto y como individuos, así como para que se comprenda la importancia de la Historia, que no está circunscrita a un pequeño grupo, sino que la hacemos todos nosotros día a día.

Los personajes que cito dejaron tras de sí poca documentación. Algunas cartas, entrevistas a los familiares, un juicio, mas no un gran archivo como los que pueden haber legado los ministros o presidentes del Gobierno. Por eso, requiere de una interpretación, en ocasiones arriesgada, de una parte, muy concreta de sus vidas para reconstruirlas. No obstante, tratar de alcanzar ese objetivo permite entender no solo a María Gómez, a Urania Mella, a Humberto Solleiro y a sus hijas, sino muchas otras historias que el paso del tiempo hizo caer en el olvido y que las instituciones no quisieron que fuesen recordadas. De esta forma, las personas citadas dejan de ser individuos para convertirse en colectivo, en esa parte de la sociedad, de la mayoría de nosotros, que permanecemos en silencio en los bordes de los libros de Historia, pero que determinamos el devenir de los acontecimientos. Llevemos al centro de nuestras narraciones lo que antes solo escribíamos en los márgenes.

Francisco J. Leira Castiñeira (A Coruña, 1987), es doctor en Historia y autor de 'Los Nadies de la Guerra de España' (Akal, 2022).

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