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La estrategia de la piel de cordero: la recomposición de la ultraderecha europea tras la foto de Vistalegre

La diputada de la Asamblea Nacional de Francia y candidata a la Presidencia de la República, Marine Le Pen, durante el acto ‘Viva 24’ de VOX, en el Palacio de Vistalegre.

Cae la noche en París. A poco más de dos semanas para que se celebren las elecciones europeas y más de 350 millones de ciudadanos de los Estados miembros vayan a las urnas, dos políticos se citan en un plató de televisión para debatir sobre los comicios. Son representantes de los dos partidos que, presumiblemente, arrasarán en el país galo el 9 de junio. A un lado, con traje azul y rostro sereno, Gabriel Attal, de 35 años, primer ministro francés y representante de Renaissance, el partido del actual presidente, Emmanuel Macron. No debería estar ahí, sino que su puesto debería ocuparlo la candidata de la formación liberal a las europeas, Valérie Hayer. Sin embargo, el estar a 10 puntos del ganador obliga a los de Macron a sacar la artillería pesada. Y eso es Attal, que además es uno de los candidatos más probables a suceder al actual mandatario francés cuando este se retire.

Al otro lado, el representante de la extrema derecha de Rassemblement national (RN), partido al que todos los sondeos otorgan una victoria contundente el 9 de junio. En la silla está el presidente de la formación, que ya no es Marine Le Pen, sino Jordan Bardella, un joven de 28 años, nacido en un suburbio de París y con un perfil de TikTok con más de 1,3 millones de seguidores. Su tono frente a Attal, calmado, tranquilo y sosegado no se parece en nada al del histriónico Jean Marie Le Pen, padre de Marine y fundador del partido que ahora marca la política francesa. De hecho, si preguntaran al gran icono de la extrema derecha francesa, de 95 años, probablemente no podría diferenciar solo por su tono quien es el candidato de su partido.

Bardella es solo la punta del iceberg del proceso de “desdemonización” que la derecha radical francesa ha llevado a cabo durante los últimos años. En 2017, después de quedar a más de 30 puntos de Macron, Le Pen se dio cuenta que se tenía que desmarcar de la herencia de su padre, señalado por antisemita, racista y negacionista y tenía que cambiar, no tanto en el fondo ultra de su ideología, sino sobre todo en las formas. Un proceso que se ha acrecentado en los últimos años, en los que Le Pen ha intentado enseñar su cara más amable, realizando gestos (como su asistencia a una manifestación homenaje al Holocausto o su voto favorable al blindaje del aborto en la Constitución francesa) y sobre todo, rebajando el tono. Su lavado de imagen ha llegado a tal punto que Bardella es el político más viral de Europa en TikTok, donde comparte vídeos mostrando su cara más amable, haciéndose fotos con simpatizantes, cantando la Marsellesa o bebiendo cerveza.

El último capítulo de este giro desdemonizador se dio esta misma semana, cuando RN rompía con el partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), por las declaraciones de su candidato a las elecciones europeas, Maximiliam Krah, en las cuales decía que no todo el que llevaba un uniforme de las SS era “automáticamente un criminal”. Las dos formaciones estaban hasta esta semana integradas en el Parlamento Europeo dentro el grupo Identidad y Democracia (ID), donde convivían con algunos de los partidos más ultras del hemiciclo, como La Lega del vicepresidente italiano, Matteo Salvini o el Partido por la Libertad de Holanda, de Geert Wilders.

Sin embargo, RN no fue el único miembro del grupo que se plantó ante las declaraciones de Krah. La mayoría de las formaciones de ID siguieron a los franceses en repudiar a AfD, tanto es así que en la noche del jueves, el grupo decidía expulsar definitivamente a los ultras alemanes, un movimiento con una potentísima carga política y simbólica. Las encuestas prevén una gran subida de ID en las próximas europeas, que de los 58 diputados actuales pasarían a tener más de 80. Ese ascenso se basaba sobre todo en AfD, que, aunque sus números en las encuestas parecen haber bajado seguirían subiendo mucho con respecto a 2019. Con la expulsión, ID sacrificaría todos esos diputados extra, quedándose con una menor fuerza en el Parlamento Europeo, por condenar las graves palabras de Krah, pero ¿hay algo más en este movimiento?

Carolina Plaza, doctora en Política Comparada por la Universidad de Salamanca e investigadora especializada en populismo y euroescepticismo, explica que hay algo muy importante que separa a AfD y a RN: la estrategia. Mientras que los de Le Pen están llevando a cabo ese proceso de blanqueamiento para dejar de dar miedo a los votantes franceses, los alemanes han llevado a cabo un camino muy distinto. AfD nació, señala la investigadora, en los peores años de la crisis de 2008 como un partido anti-europeo y partidario de la austeridad a ultranza. Estaba formada por políticos que, si bien eran radicales, provenían de la CDU, el partido clásico de la derecha alemana. Sin embargo, en los últimos años, la formación se ha ido radicalizando muchísimo a la vez que ha subido su apoyo electoral.  

De hecho, esta no es la primera vez que AfD y Le Pen chocan. Ya en febrero de este año, RN reprochó a los alemanes la reunión de varios de sus altos cargos en Potsdam donde hablaban de deportaciones masivas de inmigrantes. “Lo que está sucediendo es que se está configurando una derecha radical ‘buena’ y otra ‘mala’. Le Pen quiere mantenerse dentro del primer grupo de cara a las elecciones presidenciales francesas del 2027 y para ello le viene muy mal compartir asiento con AfD”, indica Plaza.

¿Un cambio en los grupos europeos?

Sin embargo, el terremoto derivado de la expulsión de AfD puede ser aún mayor. En este momento, la gran incógnita es como se reconfigurará la extrema derecha durante la próxima legislatura en el Parlamento Europeo. Básicamente, se abrirían tres escenarios tras las elecciones: El primero, que nada cambie e ID se mantenga como grupo sin AfD. El segundo, que se creara un grupo unitario de la ultraderecha europea, por la unión de varios partidos de ID con el grupo de los Conservadores y Reformistas (ECR), donde están, entre otros, Vox, los ultraconservadores polacos o el partido de Giorgia Meloni. Por último, habría una tercera opción, que consistiría en una salida de la primera ministra italiana de ECR en dirección al Partido Popular Europeo (PPE) y que algunos partidos de ID se integren en ECR.

“Pase lo que pase, estos movimientos lo que confirman es la existencia de una estrategia de aislamiento de ciertos partidos políticos que se perciben como muy radicales, extremistas y que no cumplen las reglas mínimas de la democracia, con el objetivo de que a ellos se les perciba como más moderados", comenta Plaza. En ese escenario, señala la experta, habrá que estar muy atentos a los liderazgos dentro de un supuesto grupo unitario, ya que se podrían juntar políticos tan importantes como Viktor Orban (si finalmente como parece se integra en ECR tras su expulsión del PPE), Le Pen o la propia Meloni en el caso de no marcharse con los conservadores. Esta pugna por ser la figura clave puede ser una de las grandes dificultades para que los partidos se puedan poner de acuerdo.

En la misma línea, Steven Forti, historiador, experto en derecha radical y autor de Extrema derecha 2.0, recuerda que Le Pen, pese a pertenecer a ID, estuvo presente en la convención política de Vox en el Palacio de Vistalegre que, precisamente, servía para lanzar la campaña electoral de ECR. “No solo se quiere desdiabolizar en Francia sino que, sin moderar su discurso, también quiere mostrarse, para no quedar aislada, como alguien con la que se puede pactar a nivel europeo”, comenta el analista.

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Sin embargo, acabe existiendo esa unión o no, el acto de Vox mostró que las derechas radicales tienen mucho en común. “Siempre les ha costado mucho juntarse pero en realidad comparten mucho más de lo que les diferencia. Al final, ellos se sienten parte de una misma familia política y en Madrid todos estuvieran encantados de estar juntos, porque les viene bien”, explica Forti, que anticipa una gran incertidumbre en la configuración de los grupos de derecha radical en la próxima Eurocámara.

Por otra parte, Plaza recuerda que este tipo de estrategias comunicativas de blanqueamiento por parte de la extrema derecha responden más a intentar cambiar la percepción que se tenga de ellos que a un viraje ideológico real, sobre todo de cara a que el PPE pueda realizar pactos con ellos. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, ya confirmó en el debate de Eurovisión que definitivamente pactaría con partidos concretos (y no grupos) que, a su juicio fueran proeuropeos, proucrania y pro Estado de Derecho. Es cierto que es complicado que partidos como el de Le Pen, con fuertes vínculos con Rusia, entren ahí, pero desde luego, ese intento de parecer más moderada existe.

Meloni, de hecho, ya lo ha conseguido e incluso se llevó los elogios de Von der Leyen en el debate. “En Madrid, Meloni no realiza un discurso moderado, no es el de Milei ni de Abascal esta claro, pero claramente dice: ‘yo estoy en esta liga’”, recuerda Forti. Una liga que parece más cerca que nunca de entrar en la gobernabilidad de la UE.

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