España, un país convulso
Por mucho que esos sectores favorecidos de la sociedad española siempre al frente de regímenes del pasado y que ahora siguen gozando de la protección del partido del Gobierno digan que España es un país normal e incluso social, económica y políticamente envidiable, España vive tiempos convulsos. Menos mal que el partido de los profesores contiene la ira y la indignación, alivia la desesperación y alienta la esperanza de millones de personas.
Después de al menos dos décadas de despilfarro y desvalijamiento del dinero público, el famoso rescue ha hecho imposible seguir ocultando la realidad. Y cuando digo realidad me refiero a lo que había detrás de tanta hipocresía, cinismo y jactancia durante sus mandatos de uno de los dos partidos del bipartidismo virtual, y de tanto oportunismo, debilidad, pusilanimidad y entreguismo del otro partido durante los suyos.
Pero a esa situación imposible que impide seguir por más tiempo encubriendo el desempleo pavoroso, las humillantes condiciones del empleo, la pobreza, el fraude, el engaño y la estafa sufridos por millones de personas, se ha añadido la lacra de una justicia incapaz. De una justicia condicionada por los laberintos, argucias, dilaciones y sospechosas garantías puestas ahí por el legislador proclive a la causa de las clases sociales acomodadas y de los dirigentes, pero también por falta de voluntad de los "mandos" judiciales de, como vulgarmente se dice, cortar por lo sano. Los procesos se eternizan, la prescripción gana vertiginosamente terreno, las maniobras ajenas a la técnica del enjuiciamiento propiamente dicho campan por sus respetos, y los jueces que se atreven a enfrentarse a los malhechores públicos son apartados y condenados a la postergación. La impunidad se enseñorea del país. Pero hay incluso un in crescendo en el abuso del poder cuando parecía que el poder, por vergüenza o por temor a las reacciones populares, debía remitir en sus abusos.
Y, en estas condiciones, encontrándose España en estado tan lamentable de franca involución, con la sensación experimentada por muchos millones de españoles de hallarse en un estado de excepción o en una dictadura encubierta por los excesos de la mayoría absoluta en el gobierno central, en ciertas autonomías y en infinidad de municipios, parte de los políticos y la mayoría de los periodistas españoles se dedican a hostigar a la democracia venezolana y a quienes la respetan. Unos proclamando directamente su adscripción neoliberal (o fascista), y los más ecuánimes e imparciales secundando, porque no se atreven a desentonar, a los que acostumbran a tergiversar, al libelo y según quien esté en el foco magnificar lo pequeño o empequeñecer lo grave. Y todos, cerrando filas corporativa e ideológicamente en cuanto concierne a América Latina y especialmente a Venezuela.
Incluso el otro día oí decir a un moderador habitualmente moderado (como me pareció hasta ahora quien dirige el espacio de aparente debate televisivo titulado Al Rojo Vivo) que el presidente de Venezuela es un "indeseable"... Aparente debate porque cuando hay discrepancias o se simulan, al no terciar nadie de los presentes con otra óptica que no sea la que predomina, el trance se convierte en lo que esos mismos denuncian en otros parlamentos monocordes. Como monocordes eran las Cortes franquistas y sistemas que consideran al capitalismo como una patología social y enfermos a quienes lo defienden...
Ya sabemos que la palabra indeseable, "persona no deseable o no recomendable", entendida así, literalmente, no sería propiamente un insulto. Pero sabemos también las connotaciones que tiene el término cuando se usa en ciertos contextos y el impacto que puede causar en la opinión pública cuando es expresada por un periodista conocido. Pues bien, el periodista de marras, ni corto ni perezoso, ignorante deliberado de la marcha de ese país que viene tratando desde hace varios años de zafarse de las garras del imperio ávido de su petróleo y del dominio sobre él, se manifiesta como otro más de los muchos informadores que destacan por su falta de rigor, por su falta de preocupación por la objetividad o por no relativizar el hecho político de países ajenos a nuestra idiosincrasia y condiciones, que abundan en España. Y además, con los antecedentes y consecuentes señalados en España que explicarían incluso que un militar tomase las riendas del poder, algo que apoyaría las tres cuartas partes de la población, no se comprende cómo esos periodistas se atreven a mostrar tanto encono con el gobierno de Venezuela, después de venir presenciando a lo largo de tanto tiempo hasta qué punto el imperio “americano”, coreado por sus turiferarios, ha ido reduciendo a cenizas los santuarios del socialismo en desarrollo en Irak y Libia, y asolado Afganistán por maniobras geoestratégicas o vaya usted a saber por qué...
Pues bien lo que viene sucediendo en Venezuela está fuera del alcance de la sagacidad de este y de otros periodistas y de la mayoría de los políticos españoles. Venezuela acaba de abortar “un plan de golpe de estado minuciosamente orquestado en cuatro fases con apoyo del exterior y participación de un grupo de oficiales de la aviación militar, varios de los cuales están presos y otros en fuga. Dicho plan estaba proyectado exactamente para un año después del inicio, el 12 de febrero de 2014, de las “guarimbas” sangrientas protestas con el gobierno que se saldaron con 43 muertos y más de 870 heridos. (…) Teniendo todo esto como antecedente el golpe de estado de abril de 2002, la usurpación de la presidencia por unas horas por parte de, éste sí, indeseable (hoy refugiado en Estados Unidos) y el posterior paro petrolero que provocó ingentes daños a la economía del país”. (Ver Redes Cristianas y Argenpress).
Por razonar como lo hago yo, con una voluntad de amplias miras, los dirigentes del partido de los profesores en España tienen relación con los países latinoamericanos. Su realidad es la altísima presión a que son sometidos por el poder del imperio que se hace insoportable y causa estragos sin cuentos en un continente que se pasa la vida sufriendo los embates constantes de la nueva Roma que viene tratando de apoderarse del cono sur y del mundo desde que ganó la segunda guerra mundial.
España y la grandeza de infinidad de españoles prudentes demandan mucha más categoría y más talla de las que vienen dando muestra sus políticos, sus periodistas y la judicatura. Confiemos en que lleven esa misma prudencia a las urnas para que de una vez por todas dejen de mangonear los ladrones, los pícaros, los mediocres y los miserables.
Jaime Richart es antropólogo y jurista y socio de infoLibre