Desde la tramoya
Cuatro rasgos para un retrato robot de Pablo Casado
El nuevo presidente del Partido Popular consagró su liderazgo el miércoles, tras su primera intervención parlamentaria desde la tribuna. No es un rito menor. Los diputados y los observadores esperan ese momento para tomar la medida al debutante. Casado no sólo no decepcionó, sino que gustó mucho a los diputados del PP y señaló a los demás que no será adversario fácil. 25 minutos de intervención en los que dirigió ataques sin piedad al presidente del Gobierno sin apoyarse en papel alguno (que es una temeridad absurda, pero que gusta mucho al personal). Pablo Casado necesitaba ese éxito, porque venía de unas semanas bastante anodinas, con intervenciones excéntricas (como la invitación a que los españoles incorporemos a nuestro saludo un “¡viva el rey!”) o su visita a Bruselas para despreciar sobre el terreno las líneas presupuestarias enviadas por el Gobierno español.
Revisando el historial real (y no sólo su dudoso currículo oficial), podemos trazar las líneas gruesas de un retrato del nuevo líder del PP. Los matices irán definiéndose con el tiempo, pero se constatan ya los rasgos generales:
1. Pablo Casado no es una paloma, sino un halcón. Lo que está sucediendo estos días en el PP es básicamente la vuelta de la vieja guardia después de su retiro a los cuarteles de invierno, que se produjo en 2008 en Valencia. Recordemos: tras unos cuantos desprecios encadenados por parte de Aznar y un breve intento de Esperanza Aguirre para destronarlo, Rajoy aparta a los duros veteranos (Acebes, Mayor Oreja, Zaplana…) y nombra un equipo nuevo y moderado de su máxima confianza para inaugurar una nueva fase del partido, con Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal como puntales. El aznarismo queda informalmente archivado, tanto que el propio Aznar dimite posteriormente de su presidencia honorífica y tan sólo de vez en cuando emite opinión – siempre crítica con Rajoy– desde la FAES. ¿Qué hace mientras Pablo Casado? Entre 2009 y 2012 es, precisamente, director de Gabinete de José María Aznar, pero mantiene buenos lazos con la nueva dirección de Rajoy, y llega al Congreso como diputado en 2011. Su capacidad para sentarse con unos y con otros, que denota que es tenido por “buen chico”, no resta nitidez a sus posicionamientos ni contundencia en sus decisiones. Aunque diez años después de aquel Congreso refundacional pierde frente a Soraya Sáenz de Santamaría en el voto de las bases, de pronto olvida lo de “respetar la lista más votada”, para aliarse con los cuadros en contra de ella. Al día siguiente prescinde por completo de sus antiguos compañeros, sin mostrar piedad alguna.
2. Pablo Casado es ultraconservador. En sentido estricto. Ha reconocido en muchas ocasiones sus profundas creencias religiosas y frecuenta foros promovidos o apoyados por la Conferencia Episcopal. El presidente de HazteOir, Ignacio Arsuaga, le dio la bienvenida diciéndole que con él “se abre una puerta de esperanza para que la defensa de la vida, la familia y de España vuelvan al Parlamento y a las instituciones”. El propio líder popular definió su partido como “el partido de la vida y de la familia, sin complejos, con todas las letras". El Partido Popular nunca ha revertido ningún derecho social promovido por los socialistas, pero en ningún lugar está escrito que lo que no sucedió no suceda nunca. Uno de los motivos por los que el ala más conservadora del PP no soportaba a Rajoy es porque no derogó ni la Ley de Memoria Histórica, ni la reforma de la ley de interrupción del embarazo de Bibiana Aído, ni la ley de matrimonio homosexual. Casado no es sólo conservador por convicciones religiosas, sino también por la defensa encendida de la monarquía, la nostalgia por el imperialismo español, el apoyo al sionismo y la permanente suspicacia con que trata el desafío de la inmigración.
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3. Pablo Casado no va a llevarse mal con Vox. Más bien intenta seducir a sus votantes potenciales para que se queden en el PP. Cuando se le ha preguntado, no ha hecho el esfuerzo de situar a Vox en la extrema derecha. Ha dicho que coincide en muchas cosas con él. De pelear por uno de los dos lados del espectro, Casado parece más decidido a proteger el lado derecho de su partido, que podría fugarse a Vox, que el izquierdo, que podría deslizarse hacia Ciudadanos. El “nuevo” PP, que, paradójicamente, Casado identifica con el de siempre que ahora vuelve, tratará de recuperar la hegemonía de la derecha española con fundamentos nítidos: los valores morales conservadores clásicos, el ultraliberalismo económico, el nacionalismo español y la autoridad y la fuerza “sin complejos”.
4. Pablo Casado no tiene escrúpulos políticos. Detrás del semblante eternamente sonriente del cuñado perfecto, esconde una crueldad idéntica a la de sus mentores más señalados, Esperanza Aguirre y José María Aznar. Visto el éxito de su confirmación parlamentaria del miércoles, es muy probable que no retire la acusación al presidente del Gobierno de que él es “partícipe y responsable del golpe de Estado que se está perpetrando en España". Como no llevaba papeles, podríamos pensar que Casado se excedió involuntariamente en la acusación. Pero cuando Sánchez le conminó a que se retractara o no tendría nada más que hablar con él, Casado no sólo no lo hizo, sino que lanzó a sus portavoces a reconfirmarlo.
La virulencia con que ha empezado Casado su trabajo como líder del PP y la efervescencia que ha provocado entre sus seguidores más conservadores, añadidas a las excentricidades de sus primeras actuaciones, ponen al PSOE y a Podemos ante una oposición relativamente fácil de administrar. Para los socialistas – y también para Podemos– es más fácil combatir a una derecha echada al monte que a una derecha sinuosa, moderada y más discreta. De momento, el espectáculo parece garantizado a corto plazo.