Así fue la semana a la deriva de un barco de migrantes abandonado a su suerte en el Mediterráneo

Embarcación de rescate de Frontex.

Cécile Debarge (Mediapart)

Este lunes 26 de mayo, los magistrados del tribunal de Crotone, en Calabria, han iniciado la penúltima jornada de vistas preliminares para decidir si dos guardacostas italianos y cuatro militares de la Guardia de Finanzas deben ser juzgados por el naufragio del Summer Love, frente a las costas de Cutro, que causó la muerte de 94 personas en febrero de 2023.

A la sombra de este juicio, Mediapart ha reconstruido el destino de otra embarcación de migrantes que, aproximadamente un año después, en marzo de 2024, quedó a la deriva en el Mediterráneo central durante casi una semana, a pesar de haber sido localizada por Frontex.

El 13 de marzo de 2024, aún no es mediodía cuando el Ocean Viking, el barco de rescate fletado por la ONG SOS Méditerranée, pone rumbo hacia una embarcación de madera que le han señalado. En la cubierta, los rescatadores escudriñan el horizonte. A unos quince kilómetros, aparece un pequeño punto. A medida que se acercan las tres lanchas semirrígidas, distinguen a unos hombres que agitan sus camisetas desde un bote neumático.

“La gente estaba en silencio y con aspecto demacrado, a uno de ellos le caían ríos de lágrimas de los ojos, sin gritar ni moverse”, describe Jérôme, el responsable en aquel momento del equipo SAR (Search and Rescue, búsqueda y salvamento). A bordo hay veinticinco personas, gambianas, senegalesas y malienses. Casi la mitad menores no acompañados. El más joven tiene 12 años. Hay dos personas inconscientes, tendidas sobre tablas de madera clavadas provisionalmente en el fondo de la lancha. Una de ellas fallece poco después.

Ayuda denegada

En el momento del rescate, el bote se encontraba a 120 kilómetros al norte de la costa de Zawiya, en Libia, desde donde había partido una semana antes. Pero la embarcación había sido avistada en varias ocasiones. “Durante tres días, todos los días, un helicóptero se acercaba a nosotros, daba media vuelta y se marchaba. También vimos drones por la noche”, declara un superviviente entrevistado por la ONG Alarm Phone.

Sus palabras son confirmadas por dos supervivientes que ha entrevistado Mediapart. También mencionan la presencia de barcos pesqueros o mercantes, algunos de los cuales se detuvieron cerca de la embarcación para luego marcharse. “Les hacíamos señas para que nos ayudaran, nos dieran de comer o de beber, muchos murieron por beber agua de mar”, testifica Moudu, un superviviente senegalés de 21 años. “Todos los días veíamos barcos y helicópteros, pero nadie nos rescataba”.

Tras una primera salida fallida hacia la 1 de la madrugada, el bote neumático puso rumbo a Italia en la noche del 7 de marzo. Según los testimonios de los supervivientes, había entre 75 y 85 personas a bordo. A medida que la embarcación se adentraba en la noche, era sacudida por olas cada vez más altas. A lo lejos, las luces de la plataforma petrolífera de Bouri salpican la oscuridad. “El motor se estropeó”, recuerda Moudu, “seguimos avanzando sin motor”.

La gasolina se derrama por el fondo del barco y se mezcla con el agua, que amenaza con hundir la embarcación. Los bidones, ya inservibles, se vacían y se cortan para achicar agua. Algunos se levantan y quieren saltar al agua, pensando que encontrarán la salvación. No les dejan hacerlo. Son las primeras alucinaciones a bordo. Según los testimonios de los supervivientes, ese momento coincide con el momento en que Frontex avistó la embarcación por primera vez.

El helicóptero de Frontex

Un Eagle-1, el helicóptero de vigilancia aérea utilizado por Frontex, avistó la embarcación el 8 de marzo a las 20:49, hora universal. En ese momento se encontraba en la zona de búsqueda y salvamento de Libia. Un avión abandonó la zona diecisiete minutos más tarde tras emitir un Mayday Relay a los centros de coordinación de salvamento italianos, malteses y libios. Según el procedimiento, debían tomar el relevo para iniciar las operaciones de búsqueda y salvamento. Sin embargo, durante casi cuarenta horas no hicieron nada.

A bordo, el agua llega hasta las rodillas. “Seguíamos el movimiento de las olas», cuenta Moudu. “Teníamos una cuerda para intentar dirigir el barco, pero no funcionó”. El teléfono GPS ya no funciona. El hambre les devora el estómago. Un niño de dos años, en brazos de su madre, hace tiempo que ya no tiene fuerzas para llorar ni gritar. Los pasajeros le dan la última botella de agua para que no tenga que beber agua de mar. Muere poco después.

A primera hora de la mañana del tercer día, el tío de uno de los pasajeros consigue contactar con la ONG Alarm Phone para informarles de la embarcación en peligro. Las coordenadas que proporciona se encuentran a unos trece kilómetros de las identificadas por el Eagle-1. La embarcación ya está a la deriva. Media hora más tarde, la ONG informa a los centros de búsqueda y salvamento italianos, malteses y libios. Dos helicópteros de Frontex regresan a la zona, pero no encuentran el barco.

“El Mediterráneo central tiene el tamaño de Francia o España”, explica el portavoz de Frontex, Chris Borowski. “Buscar un bote neumático es extremadamente difícil, hemos realizado cuatro vuelos adicionales al primero para encontrar esta embarcación, sin éxito”.

Los centros de coordinación de salvamento libios, italianos y malteses no reaccionan. Ninguno de ellos ha respondido a nuestras solicitudes de entrevista.

Responsabilidad libia

La Oficina de Derechos Fundamentales de Frontex, encargada de supervisar el cumplimiento por parte de Frontex de sus obligaciones en materia de derechos humanos con arreglo a la legislación europea e internacional, ha establecido las responsabilidades que condujeron a esta tragedia en un informe al que Mediapart ha tenido acceso: "Las autoridades libias tenían la obligación de coordinar y asumir la responsabilidad del salvamento de este barco de migrantes, porque nunca salió de la zona de búsqueda y salvamento libia y las autoridades libias fueron informadas al menos cuatro veces de la presencia del barco en peligro”.

Cuarenta horas después de que Frontex localizara la embarcación y casi treinta horas después de que la ONG Alarm Phone diera el aviso, el centro de coordinación y salvamento italiano finalmente emitió una alerta Inmarsat “en nombre de los guardacostas libios”. Cuando la Oficina de Derechos Fundamentales de Frontex les preguntó por qué habían tardado cuarenta horas en dar la alerta, los guardacostas italianos no respondieron.

Si dormías, aunque fuera tres o cuatro horas, al despertar te volvías loco. Y si te volvías loco, morías

Ali, superviviente

Una vez emitida la alerta Inmarsat, no se puso en marcha ninguna operación de salvamento. Al barco se le asignó el número SAR Case 225. Sus coordenadas seguían siendo las de la primera localización por parte del Eagle-1 de Frontex. La embarcación seguía a la deriva.

El salvamento final tuvo lugar a veintisiete kilómetros del lugar señalado por las autoridades italianas. Es decir, sin actualizaciones de la posición de la embarcación a medida que iba a la deriva, era casi imposible que los barcos de las ONG que patrullaban la zona la encontraran. En dos ocasiones, el 9 y el 11 de marzo, el barco de salvamento marítimo Life Support intentó localizar al bote, sin éxito.

A bordo era la hecatombe. “La gente hablaba sola como si llamaran a sus familias para que vinieran a rescatarlos”, recuerda Moudu. Algunos quieren comprar cigarrillos y se lanzan al agua, desesperados. En cuestión de segundos, sus cuerpos desaparecen entre las olas. Por la noche, la situación empeora. “Si dormías, aunque fuera tres o cuatro horas, al despertar te volvías loco”, recuerda Ali. “Y si te volvías loco, morías”. Recuerda los árboles que creía ver a lo lejos, las horas que pasó convenciendo a uno de sus amigos a bordo para que lo acompañara al supermercado para volver a casa. Frontex organizó otros dos sobrevuelos de la zona el 10 y el 11 de marzo, sin éxito.

Un barco a la deriva

Al quinto día, la embarcación había perdido al menos la mitad de sus ocupantes. “Lo más difícil fue tirar los cadáveres al mar”, cuenta Moudu. “Nadie quería hacerlo, pero había que hacerlo por su dignidad, para que los cadáveres no se descompusieran en el barco”. En esos momentos, las oraciones rompían el silencio. “Era lo mínimo por alguien que había muerto delante de nosotros sin que pudiéramos hacer nada, era como entregarlos a los brazos de Dios”, dice.

La frontera entre la vida y la muerte es tan tenue para algunos pasajeros que los demás esperan varias horas, incluso un día entero, a que el cuerpo esté rígido antes de separarse de él. Los que aún tienen fuerzas para moverse se encargan de comprobar la rigidez de las manos y las pupilas. Cuando el barco de salvamento de SOS Méditerranée los encuentra ninguno de los supervivientes tiene fuerzas para levantarse ni andar.

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Para la ONG Alarm Phone, se trata de un caso de barco left to die, es decir, deliberadamente abandonado a su suerte. En su informe, la Oficina de Derechos Fundamentales de Frontex también denuncia la falta de comunicación entre los diferentes centros nacionales encargados de coordinar las operaciones de búsqueda y salvamento. “Localizamos el barco, lanzamos un Mayday, alertamos a los centros de salvamento de la zona”, relata el portavoz de Frontex. “Es lo que tenemos que hacer, pero no tenemos ninguna competencia para coordinar las operaciones de rescate”.

Moudu nos enseña en su teléfono los mensajes intercambiados con los demás supervivientes, sus constantes plegarias por los fallecidos: “Los que perdieron la vida en el mar tenían una misión: llevar esperanza a su familia”. Con el apoyo de una asociación siciliana, lleva meses buscando el lugar donde fue enterrado su amigo Abdou, que viajaba con él y murió poco después de ser trasladado al hospital. Quiere ver su tumba y decirle a sus padres dónde descansa ahora su hijo.

Traducción de Miguel López

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