Así ha pasado Extremadura de feudo socialista a ser el laboratorio de Vox en solo seis años

Gallardo en su comparecencia la noche electoral.

“Un auténtico desastre sin paliativos. No hay justificación que poner encima de la mesa”. Es el resumen que hacen desde dentro del propio partido. Las encuestas ya lo barruntaban, pero hasta que las urnas no se abrieron y avanzó el recuento de papeletas aún quedaba esperanza de que el batacazo no fuera tal. El PSOE ha obtenido el peor resultado de su historia en Extremadura, ha tocado el subsuelo en un tradicional feudo socialista. El giro hacia la derecha de la comunidad autónoma es más que evidente.

Ha habido trasvase de votos desde el PSOE a Unidas por Extremadura (la coalición de Podemos, Izquierda Unida y Alianza Verde), al PP e incluso a Vox. Pero el alza de la derecha y la ultraderecha no se entiende sin la alta abstención: casi la mitad de los votantes socialistas se ha quedado en casa.

La traducción en datos deja una realidad curiosa. Tanto PP como PSOE han perdido papeletas, mientras que Unidas y Vox han conseguido más apoyos. Pero en el reparto de porcentajes las derechas han sido las más beneficiadas precisamente por esa baja participación, que se ha notado especialmente en los pueblos más pequeños, donde sus vecinos esta vez no tenían que elegir, además, a los alcaldes.

En cifras y en comparación con las autonómicas de 2023, los socialistas han perdido 106.642 votos (pasando de 242.659 a 136.017 y quedándose en el 25,72%), los populares han recibido 7.935 papeletas menos (bajando de 236.235 a 228.300 pero subiendo al 43,18%), mientras que Vox ha arrastrado 39.960 apoyos más (de 49.400 a 89.360, elevándose al 16,9%) y Unidas 17.810 más (de 36.379 a 54.189 y creciendo hasta el 10,25%).

Pero es que, asimismo, 320.292 votantes no han acudido a su colegio (en una comunidad de apenas un millón de habitantes y 890.985 electores). La abstención se ha elevado en diez puntos, variando del 27,5% al 37,2%, también una cifra histórica.

En el análisis de cómo ha afectado esta realidad al PSOE, todas las miradas estaban puestas en su candidato al 21D, Miguel Ángel Gallardo, cuestionado por las voces críticas de su partido antes de que empezara la campaña, puesto que ponían en duda que fuera la mejor opción para una formación ya bastante herida.

Su imputación por el supuesto enchufe en la Diputación de Badajoz a David Sánchez, hermano del presidente del Gobierno y alto cargo en la Institución provincial de la que era presidente cuando se le contrató, lo ha perseguido como una sombra alargada que no se va nunca. Y su aforamiento exprés solo echó más leña al fuego. Tanto David Sánchez como Gallardo tendrán que sentarse en el banquillo el próximo 28 de mayo para ser juzgados por un delito de tráfico de influencias. Pero es que, dicen las voces críticas, tampoco ha sabido sacarle partido a la campaña electoral en ningún momento.

El resultado es una pérdida de apoyos sin precedentes. No hay que mirar muy atrás para evidenciar que el PSOE ha caído cuesta abajo y sin frenos en poco tiempo.

El cambio se ve con claridad en la comparación con las elecciones autonómicas de 2019, cuando el PSOE recuperó la hegemonía con un Guillermo Fernández Vara muy fortalecido. En esos comicios los socialistas lograron 34 escaños (hacen falta 33 para la mayoría absoluta), obteniendo 286.563 papeletas, lo que significó un 46,73% de la tarta electoral. Solo seis años y dos convocatorias después, ha perdido casi la mitad de sus escaños y más de la mitad de sus votos. Ahora mismo está en el 25,72% de esa nombrada tarta.

En esa cita con las urnas la abstención fue del 28,6%, unos nueve puntos más baja que en el 21D.

Más atrás en el tiempo, y sin contar el paréntesis entre 2011 y 2015, cuando el popular José Antonio Monago se hizo con la Junta gracias a la abstención de Izquierda Unida —pero el PSOE llegó a los 30 escaños—, los socialistas siempre han sido la opción más votada para gobernar en la Junta, una realidad que esta vez se ha dado la vuelta. También en las zonas rurales, a través de las Casas del Pueblo, el partido ha sabido asentarse. Pero en esta ocasión en muchas localidades pequeñas, incluso con alcalde socialista, la derecha y la ultraderecha se han impuesto.

Porque, más allá de la indiscutible victoria del PP frente al PSOE (le saca 17 puntos de diferencia), la principal consecuencia de presentar un candidato socialista fallido y de la baja participación ha sido la subida disparada de Vox en Extremadura.

En aquella cita electoral de 2019 los de Abascal no lograron alcanzar el 5% necesario para hacerse hueco en la Asamblea (se quedaron en el 4,7%), lo que permitió un mayor triunfo de Fernández Vara. Pero ahora la historia se escribe al revés. Precisamente en la comparación con esa fecha, hace seis años y dos convocatorias, Vox ha pasado de 28.849 a 89.360 votos, y de no tener diputados a repartirse 11 escaños (el total son 65). Esta vez han logrado el 16,9% de los apoyos. Han cuadriplicado sus resultados.

Ahora mismo, en Extremadura el PP le saca del doble de distancia al PSOE que los socialistas a Vox, que se sienten más fuertes que nunca pero que permanecen como tercera fuerza.

A la izquierda

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Asimismo, en el análisis de la situación actual del espacio de la izquierda, si bien Unidas, liderada por Irene de Miguel, ha recogido parte del voto desencantado del PSOE, hay un gran porcentaje que se le ha escapado. Esto se entiende, por un lado, por la complicada relación que los socialistas han tenido siempre con IU en Extremadura, especialmente en los pueblos; y también porque parte del votante del PSOE regional se siente más cómodo con una ideología de centro.

Con los resultados sobre la mesa, el PSOE ha perdido gran presencia en el Parlamento extremeño, hasta tal punto que por la provincia de Badajoz se quedan sin asiento figuras relevantes como José María Vergeles, consejero de Sanidad con Vara que ejerció durante la pandemia y uno de los rivales de Gallardo en las primarias, aunque después se unió a él; y el alcalde de Mérida, Antonio Rodríguez Osuna, cuyo nombre también se barajó para ser sustituto si el proceso judicial de Gallardo se complicaba.

Y en la circunscripción de Cáceres, el PP está pendiente del recuento final porque faltan los datos de dos pequeñas localidades (Monroy y Campillo de Deleitosa); aspiran a llegar al diputado 30 y quitárselo al PSOE. Si así ocurriera, perdería su escaño Blanca Martín, quien ha sido presidenta de la Asamblea de Extremadura en esta última legislatura que apenas ha durado dos y años y medio.

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