El beso del machirulo

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

La RFEF —siglas de la federación futbolera española— se ha acostumbrado a ser presidida por la corrupción y el escándalo desde Pablo, Pablito, Pablete —o antes, vaya usted a saber—. El último presidente de la cosa, Luis Rubiales, de naturaleza macarra y proceder chulesco, con antecedentes de escándalos varios, ha sacado a relucir su esencia de machirulo, aliñada con abuso de poder, con motivo de la celebración del Mundial conseguido por la selección femenina de fútbol de España. Cuando la jugadora Jenni Hermoso se acerca a saludarle, la abraza, le agarra la cara con ambas manos y la besa en los labios. El beso, ya fuera ósculo, pico, francés interruptus o cualquier otra versión de juntar los labios con los de ella —incluidos los cuatrilabiales de entre los 22 tipos que cita el Kamasutra—, sin su consentimiento, fue un acto de violencia; una agresión sexual que podría ser constitutiva de delito

Las peticiones de dimisión y denuncias contra el impresentable personaje se amontonan; mientras tanto, el gran triunfo de estas mujeres queda eclipsado por un machismo difícil de vencer

Antes, Rubiales, mientras el público aplaudía al final del partido, levantó los brazos en un gesto eufórico, señaló el césped y se agarró los genitales con la mano, tras lo que parece pronunciar la palabra «cojones». Como quiera que no pareció un acto provocado por una repentina e inaguantable picazón ni por una urgente necesidad de recolocación o acomodación genital, es de suponer que él es así y vive instalado en subidones continuos de los niveles de testosterona. Es muy posible también que la inseguridad derivada de su machismo le llevara a querer afianzar el papel de macho alfa o que intentó demostrar a los asistentes que lo único que hace durante todo el día es tocarse los huevos tanto en sentido literal como figurado.

Asumo que debo encontrarme en alguno de los grupos de «idiotas, estúpidos, tontos del culo, pringaos que dicen gilipolleces», o en todos ellos, como califica a los que se atreven a criticar su indecencia en una entrevista radiofónica con un Juanma Castaño condescendiente con él, aunque luego se disculpó de manera correcta. Manolo Lama, en cambio, lo defendió con argumentos obscenos como que quienes se cabrean es porque nunca les han dado un beso, y pidió perdón posteriormente afirmando que «España se ha convertido en un país de inquisidores». En este sentido, ignoro si el periodista ha podido ser invadido por el espíritu represor que le hayan transmitido sus jefes episcopales, herederos de tal tradición, aunque dándole la vuelta a la historia inquisitorial. A veces, las disculpas empeoran la imagen de quien las pide y ahondan en el conocimiento público de la propia desvergüenza. Igual pasa en el caso de Rubiales: empujado por el miedo a perder sus privilegios, el ególatra intentó pedir perdón, de forma nada creíble, incluso intentando convencer a la agredida, sin éxito, para que le apoyara.

Las peticiones de dimisión y denuncias contra el impresentable personaje se amontonan; mientras tanto, el gran triunfo de estas mujeres queda eclipsado por un machismo difícil de vencer. Tiene huevos la cosa. 

¡Vivan las campeonas del mundo, coño!

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José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández es socio de infoLibre.

José Félix Sánchez-Satrústegui Fernández

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