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Europa camina hacia la reducción de jornada mientras en España la patronal permanece parada

Burricie planetaria

Antonio García Gómez

Los países más poderosos e industrializados, en consecuencia, más contaminantes, han logrado que se demore dos años más –eran cinco los previstos, ahora serán siete– para que llegue el momento de afrontar en serio la reducción de contaminantes echados al aire viciado que ya sufrimos, desde hace tanto tiempo y tanto aviso, porque los beneficios contables, megamillonarios, para las grandes empresas están por encima de toda consideración. Y es que no caben en sí de tanto gozo escuchando los ríos de dinero que van acumulando como para pensar en otras cosas, aunque el señor Guterres, secretario general de la Sociedad de naciones, haya dicho que “le hemos abierto las puertas al infierno”. Así que, del “calentamiento climático”, pues ya se hablará, si eso, dentro de siete años. Y entretanto sube que sube el descalabro medioambiental, pero, claro, “la pela es la pela”.

La empresa que construye las piezas de Lego es la primera en el mundo que contamina más y más.

Resulta que por cada kilo de piezas fabricadas se necesitan dos litros de petróleo. Y su volumen de fabricación es incalculable. Redondo negocio, desastre medioambiental gigantesco e irremediable. A los responsables del abrumador negocio no les debe de importar mucho y, de paso, a los usuarios, pues tampoco.

La empresa farmacéutica que fabricaba y fabrica una medicación para luchar contra la diabetes y que se ha visto “premiada” por su capacidad de hacer “adelgazar” a los usuarios que, entre 10 y 20 kilos en poco tiempo, por su cuenta hayan decidido ponerse en línea, ha aumentado de tal manera su volumen de ventas y beneficios que su continente financiero, en miles y miles de millones, ya es superior al PIB del país que la acoge: Dinamarca. De modo que podrá uno preguntarse: ¿Quién mandará en Dinamarca: la farmacéutica en cuestión o el gobierno danés? Y de los efectos secundarios, pues ya se hablará cuando las consecuencias sean devastadoras.

Guerra de Ucrania: pasarela de las nuevas armas, 234.000 billones de dólares es el volumen, por lo tanto “el haber” del gran negocio de las armas. El no va más en el arte o la ciencia del bien matar a mansalva, vaya uno a saber, de en cómo matar más y mejor, sin duda, sin complejos, con suma eficacia. Entretanto la guerra en Ucrania languidece, como en otros tantos lugares, y los muertos y los heridos ya ni contabilizan sobre el horror, el dolor y la pena infinita, y van perdiendo interés paulatinamente, ya ni escandalizan ni sobrecogen.

Así que del “calentamiento climático”, pues ya se hablará, si eso, dentro de siete años. Y entretanto sube que sube el descalabro medioambiental, pero, claro, “la pela es la pela”

En otro orden, malicia sin sentido, que es lo mismo:  en tono menor, “pudriendo la tierra” como hubiera dicho el poeta: “El PP borra el mural del artista Manuel Sierra que homenajea a las víctimas del franquismo en una localidad de Valladolid”. Concretamente en Castronuño. Les molesta tanto que su recordatorio por las víctimas fuera solo de parte.

Y otra barbaridad más, Vox retira de la biblioteca de Castellón los libros con temática LGTBI para que “no contaminen a los niños”. Estupidez, burricie y, por qué no, también maldad, mucha maldad, y mayor estupidez.

Y entre aviso catatónico, amnistía por un lado, unidad de la patria por otro, el acabose en todos lados, van y los bancos, al dictado concurrente de la señora Lagarde suben y suben los intereses y las hipotecas, y entonces, ¿qué hacen los bancos? Pues engordar y engordar sus arcas, y la última subida de las hipotecas variables ya ha sido de 138 euros por hipoteca media y por mes. Y ante los nuevos compradores de viviendas: ¿Cómo reaccionan las entidades financieras? Pues, o bien no hablando de los pagos fijos por hipoteca, o entorpeciendo y encareciendo las condiciones para fijar esos pagos fijos. Y entretanto, todos entretenidos con los abstractos retos que la patria ha de encarar, muy alejados del día a día de los consumidores que somos todos, mal que nos pese.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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