Crece el temor y baja la moral europea

Fernando Granda

Las últimas noticias que llegan de Ucrania, cuando se han cumplido ya dos años de invasión, apenas hablan de combates, de guerra, de ataques de uno y otro contendientes. Para unos la guerra se ha estancado, para otros la invasión se ha enquistado. No avanzan unos, tampoco recuperan otros. Entre tanto, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha reunido en París a una veintena de dirigentes de la UE y la OTAN para contrarrestar el pesimismo y demostrar el compromiso con Kiev: “Nada debe excluirse para evitar la victoria rusa”, parece que les ha dicho tras proponer una fuerza militar de la Unión Europea para combatir a Vladimir Putin. Pero en la sociedad europea cunde gran temor a un ataque ruso sobre tierras limítrofes.

Versiones que se comentan en Europa hablan de una vida “casi normal”. Bueno, se dice normal entre bombardeos, muertes y destrucción, vamos, dentro de la gravedad, es decir, de una situación “estable” en el estado de guerra. Funcionan muchos espectáculos, hay discotecas abiertas, los supermercados también abren, muchos servicios funcionan. Todo está reglado por una guerra, unas restricciones y unos servicios limitados. Las alertas se comunican y las sirenas suenan cuando hay alguna alarma. Fuentes procedentes de las provincias ocupadas por los rusos hablan de suministros procedentes de Rusia mientras los ucranianos resisten con la falta de muchos productos a los que estaban acostumbrados. Poca gente recuerda ya la vida en tiempos del Telón de Acero pero los mayores la rememoran y hablan de una vuelta a aquellos años. Los ucranianos se van haciendo a esa vida cruel de amenaza, con sirenas de alerta, refugios antibombas y la falta de materiales a los que se habían acostumbrado. A la fuerza se amoldan y tratan de llevar una vida lo más normal posible.

Sin embargo –sin querer comparar una situación con otra– las encuestas señalan que tanto entre los alemanes como en los residentes en países colindantes con Ucrania, sin bombas ni destrucción, la moral decae. Preguntado días pasados a un corresponsal alemán en España cómo veían sus compatriotas la situación ucraniana, constataba que más de un sesenta por ciento de las respuestas a los últimos sondeos indicaban una gran preocupación. Y, sobre todo, en esas encuestas se descubría el temor.

Una mayoría de alemanes temen una invasión rusa. No sólo de Alemania sino de más territorios de Europa. También en Países Bajos y otros pequeños estados occidentales el temor a una invasión crece. No significan esos resultados de las investigaciones sobre opiniones que se vean fundamentos para justificar ese temor, pero la moral se va resquebrajando poco a poco y el bajón parece contagiarse.

Poca gente recuerda ya la vida en tiempos del Telón de Acero, pero los mayores la rememoran y hablan de una vuelta a aquellos años. Los ucranianos se van haciendo a esa vida cruel de amenaza, con sirenas de alerta y refugios antibombas

Unos acontecimientos recientes han contribuido a ello. Por una parte está el asesinato en un pueblo español de un piloto ruso que se refugió en nuestro país. Las investigaciones policiales apuntan al envío desde Moscú de unos pistoleros expresamente llegados para perpetrar el atentado. El origen de la información se centra en una fuente italiana, lo que hace sospechar que la noticia ha corrido por canales subterráneos acentuando su carácter conspiranoico y de espionaje.

Otro de los temores viene dado por la implacable persecución a los opositores a Vladimir Putin realizada por personal del Kremlin. Aunque la muerte del disidente Alexéi Navalni se ha producido en territorio ruso y también el accidente del jefe de los Wagner, Yevgeny Prigozhin, que se enfrentó al presidente de Rusia, los precedentes de los presumibles atentados personales –envenenamientos– contra opositores a la política de Putin hacen pensar que la larga mano del jerarca de Moscú puede llegar a cualquier parte. Lo que hace ver a muchos europeos que el exespía soviético puede ordenar venganza en cualquier momento y en cualquier lugar.

Por último, la paralización o ralentización de las ayudas occidentales prometidas a Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, para combatir a las fuerzas de invasión rusas; la confusa situación en Estados Unidos entre demócratas y republicanos respecto a la política de ayuda a Ucrania; las noticias recientes de las escasas reservas de munición en arsenales de varios países europeos, principalmente en Alemania, y la constatación de que mandatarios como Benjamin Netanyahu o Vladimir Putin hacen lo que les da la gana sin cumplir resoluciones y recomendaciones de Naciones Unidas u otras organizaciones como la OTAN, contribuyen a ese temor…. suben el miedo, la alarma, el terror, el espanto, el pánico.

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Fernando Granda es socio de infoLibre.

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