Una derecha parvularia

Cesar Moya Villasante

Vivimos unos momentos de transformación total del mundo. Parece que algo va a ocurrir cada día, en donde las noticias del cambio climático o de guerras creadas por las potencias económicas parece que nos hunde en un espectáculo muy difícil de definir. Hemos salido de una pandemia y parece que lo que pase después del verano nadie lo puede saber, quizá por ello la salida veraniega de este año se ha convertido en una huida hacia un no sé dónde, pensando que a la vuelta "dios dirá". 

Quizá nuestra mente no es capaz de procesar todo el cambio que creemos está ocurriendo. Mientras tanto, nuestra derecha solo tira petardos al Gobierno en el momento más crucial de, quizá, nuestra historia. Un momento en el que esa derecha debería estar a la altura y tratar de hacer oposición leal para llegar a acuerdos. Para defender el futuro de esa España que tanto dicen amar. Es la situación más adversa que se puede pensar de un partido que debería pensar su futuro. Poner palos en las ruedas, solo eso, no lleva a ningún lugar porque el carro se para. Pensar que España es un país o una patria donde sobran tantos, como los que sabemos que les sobran a ellos, es ignorar el mundo nuevo. Con problemas tan profundos como la tecnología, la globalización o el cambio climático, nada menos.

Cuando vemos a un buitre por la calle en Madrid no hay que hacer una broma de ello. Habría que estudiar donde nos lleva un calor excesivo en donde cualquier especie animal, con muchos más sensores que nosotros, se encuentra perdida. En donde un mar con aguas a más de 30 grados pueden hacer desaparecer especies que nos son necesarias para el equilibrio ecológico de la vida. Vemos paisajes del norte de España antes verdes y hoy marrones. Aun así, vemos a políticos nefastos negando todo para ganar votos, porque eso es lo increíble, al menos en España. Cuantas más estupideces digas más votos ganas. Un ejemplo claro está en la tal Ayuso, a la que gente aplaude solo porque su único valor es negar todo lo que diga el Gobierno. ¿Y eso nadie piensa que a nada positivo conduce?

La gran desgracia de España, nuestro odio hacia el otro, que siempre es gilipollas y yo soy el listo. Qué pena de país, que podía hoy estar a la cabeza del mundo por su creatividad, algo querido hoy en un nuevo mundo. La postura de esa derecha es copiada de esos niños de párvulos que no se “ajuntan” con un amiguito porque no ha querido jugar con él. Y no estoy creando una caricatura dentro de un humor sencillo, porque cualquier persona de mediana inteligencia que no tenga el odio como su sentir más profundo pensara lo que expreso. Somos incapaces de entendernos y entender el futuro. A esta situación añadimos unos medios de comunicación, una gran mayoría, aferrados a esa derecha que les paga en formato de grandes empresas que se anuncian con ellos. Y añadimos a ello una judicatura que, quizá por ideología, está más cercana a ellos, pero también por estar en la ola actual para no perder el paso en futuros nombramientos. O sea, y, en resumen, el dinero gana todo. Y la izquierda pierde fuerza con su desunión. Que más nos puede pasar…

Esos medios de comunicación además echan leña porque se deben al poder económico, que tampoco se da cuenta que quizá en un futuro no van a tener quien les ponga una caña porque podemos desaparecer como planeta ocupado. Cuando veo Marte a veces pienso si allí en su día ocurriría lo que nos pasa a nosotros ahora y lo dejaron como lo vemos, hecho un erial. Quizá exagero, pero la rabia que me da la ignorancia del poder me hace escribir en modo de enfado.

La izquierda debe hacérselo pensar y olvidar las aspiraciones personales para apoyar a un proyecto auténtico y cambiante. El modo Rajoy ya lo vivimos todos y sabemos cómo acabó. ¿Lo repetiremos?

Porque ese mundo nuevo está llegando. Suelo estudiar por dónde va la tecnología en la que siempre trabaje con avances impresionantes, pero se llega a la conclusión que para poco sirve en el comportamiento humano. Pienso en esa física cuántica que nos dice ahora que Newton plantea sus dudas, que la física no es exacta y que se puede estar o no estar al mismo tiempo y que el tiempo puede que no exista porque lo sentimos de forma subjetiva. Cuando vemos el universo eterno que nos rodea, creer que somos los únicos y los más listos que lo ocupan es de imbéciles, porque por mucho que veamos en los avances de la tecnología cada día estamos más lejanos de conocer donde nos movemos. Y para saberlo deberíamos haber descubierto muchas cosas de este género humano tan cortito en ideas. Pero esa ignorancia nos lleva a odiarnos, estamos alejándonos cada día más de un desarrollo intelectual que nos haga progresar. Aunque también hay que saber en qué consiste el progresar, porque quizá no sea lo que queremos ahora: tener más poder o dinero a costa de lo que sea. Quizá lo que estamos haciendo con ello es hundirnos más en nuestra propia ignorancia. Y eso puede ser muy peligroso para un futuro ahora ignorado. Y para una juventud que no ve nada positivo en los que deberían estar haciendo por ellos.

Me hunde esa España rota por una derecha que solo habla de patrias, banderas, himnos… en fin, símbolos. En el siglo XXI. Una derecha que gana votos porque dicen que el gobierno se ha unido a los enemigos de España. Y no es así. Ellos, los que todos sabemos quiénes son, no son enemigos de España. Son enemigos de la España que ellos quieren. Un país de pensamiento uniforme, que aplauda una bandera que derrotó a otra en una guerra cruenta. Que se hable un solo idioma, algo que define el peor fascismo conocido que es el que niega la cultura porque el idioma nos traza nuestra manera de ser y de entendernos. Nadie con dos dedos de frente puede ir en contra de un idioma. Nadie va contra el inglés, que se ha hecho único por su poder económico. Quizá la derecha si aplaude ese idioma por lo que supone. Y, obviamente, no seré yo quien vaya en su crítica porque es otra cultura más. De los miles que existen en el planeta variado.

A un republicano convencido no le puedes decir que ame profundamente a quien le ganó en aquella guerra cruenta y que se cebó en el en la posguerra de 36 años, nada menos. Quizá si aquellos 36 años se hubieran invertido en la reinserción de los derrotados, en el perdón de los errores, en reconocer que otros pensaban de forma distinta, tratando de reconocer sus pensamientos, en vez de cebarse en ellos, de liquidar a tantos sin una justicia que les defendiera, quizá hoy España no estaría tan inmersa en esa derecha que nunca entendí que siguiera atacando al vencido. Al vencido hay que dejarle respirar para que no se trate de vengar algún día futuro. Al escribir esto me vuelvo a acordar de esa gran mujer que es Maixabel.

Son ideas escritas en un totum revolutum en este momento de nuestra vida en que unos políticos nefastos nos pueden dejar descolgados de la historia. El día que Sánchez deje de gobernar y dar paso a una Ayuso o a un Feijóo habremos perdido nuestra oportunidad que ahora la defiende el Gobierno con gran valor y resistencia de su presidente que aguanta insultos, bulos, mentiras pero que ha conseguido algún avance social. Y alguna ley que ningún presidente anterior se atrevió a hacer, incluidos los socialistas. Todos sabemos que eso lo echara abajo la derecha que gane en 2023 y seguiremos en modo Rajoy unos años más, o sea en la nada, porque la izquierda es muy torpe y no sabe unirse en este momento, precisamente, vital para este país inmerso en batallas de párvulos desde hace demasiado tiempo. Si algún día nos gobierna Ayuso quizá seamos el hazmerreír de muchos que nos miran desde fuera. Pero la amenaza está porque en este país se vota al que mas sale en la tele y ahí Ayuso vence por goleada. La izquierda debe hacérselo pensar y olvidar las aspiraciones personales para apoyar a un proyecto auténtico y cambiante. El modo Rajoy ya lo vivimos todos y sabemos cómo acabo. ¿Lo repetiremos?

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Cesar Moya Villasante es socio de infoLibre

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