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El empresario español y el sistema JIT

Laura Quintana Díez

El sistema Just in time (JIT) pretende satisfacer al cliente en el momento que lo requiera, con la máxima calidad y con la cantidad necesaria, eliminando costes innecesarios que no aporten valor al cliente. No obstante para lograr éxito en este sistema la gran inversión se deposita en la base que supone llevarle a cabo, la planificación a largo plazo .

¿Prevalece la premura en los negocios frente a la previsión y el saber hacer?, ¿acaso el empresario en España trabaja bajo el concepto del Just in Time sin una infraestructura detrás que apoye este sistema?Just in Time Estas cuestiones se entienden cuando el empresario se ve superado por el día a día y no delega responsabilidades ni opta por la contratación. Veamos.

Pablo tiene 35 años, es joven pero tiene su vida bastante organizada, tiene una mujer preciosa y hace cinco meses hay un nuevo miembro en la familia. Lleva trabajando diez años para una empresa de electricidad, hace unos tres que va dando vueltas a una idea, se siente algo presionado en el trabajo y ha nacido en él la semilla creativa que le dice que “él lo haría mejor”. A lo largo de estos diez años trabajando por cuenta ajena ha logrado ahorrar, aunque la llegada de su hijo ha bajado los números, aún le queda remanente para alguna pequeña inversión. Esta noche hablará con su mujer…

Ya ha pasado un año, un año duro en el que ha consolidado la idea de negocio, trabaja más horas, más duro, pero duerme poco y satisfecho sabiendo que todo el esfuerzo es para él y su familia. Ha sido un año de lucha, el emprendimiento en España pasa por nadar contra la corriente burocrática y los pagos por adelantado. Dar de alta a la empresa, a él mismo como autónomo en el epígrafe correspondiente, solicitar ciertas subvenciones que en las que debes adelantar el capital, encontrar el local y un vehículo para soportar el servicio, ponerlo a su nombre, pero con la dirección en el local y un largo etcétera, que ha supuesto la casi descapitalización de la familia. Además ha contratado los servicios de una gestoría, no desea tener problemas legales, todo lo quiere hacer con la legislación vigente.

Empiezan a llegar los clientes, inicialmente conocidos, los llamados 'Bussiness Angels', esos amigos y familiares que te apoyan pagándote los primeros trabajos. Normalmente le da algo de reparo cobrarles y suele permutar parte del material por el trato y la confianza.

Para el segundo año tiene clientes nuevos y empieza a consolidarse como una empresa recurrente para estos. Ya no da abasto y se plantea la contratación como alternativa a pedirle a su amigo más íntimo ayuda, pagando el día, en los casos en los que tiene que agilizar el trabajo. Su cuñado le sugiere contratar a su sobrino, recién salido del modulo formativo. Es un contrato en prácticas, piensa, mas barato, y acepta.

Tercer año, el contrato en prácticas se acabó, demasiado que enseñar, tiempo limitadísimo. Contrata a dos trabajadores con experiencia, responden, pero a su manera, él quiere las cosas hechas de otra manera y supone enfrentamientos ligeros en cada obra abierta. Hace bien las cosas pero no admite sacrificar dinero u obras nuevas por calidad y premura. Así que tiene abiertas varias obras que intenta alternar. Los clientes se quejan, además tiene que preparar la liquidación del IVA para la gestoría.

Cuarto año, está desbordado, un error con Hacienda le supone un pago de unos cien mil euros. Los trabajadores se han quejado de no cumplir horario y ahora se van a su hora. Él se pasa en la furgoneta media vida de una obra a otra. La crisis hace que se acobarde a la hora de invertir en más trabajadores, así que aguanta aunque apenas vea a su familia. Además ha tenido que reducirse el salario para afrontar la nueva situación y está aguantando, estoicamente, con un 40% menos, su mujer está trabajando aún y además no será para siempre, esto mejorará, ¿no?

Se dedica a ir dando bandazos de una llamada a otra, ahora piensa que no es tan fácil hacerlo mejor, se plantea traspasar la empresa, no se puede trabajar y gestionar simultáneamente. 

Conclusión, Pablo ha cometido varios errores:

–La planificación a largo plazo. Cuando planteamos una empresa contamos usualmente con la inversión inicial que hay que realizar, en la que incluimos el material, el alquiler, los suministros, la conexión a internet… pero no contamos con el mantenimiento o el crecimiento.

–La contratación. Dedicar tiempo a la formación y técnicas de trabajo suponen un trabajador a tu medida y una inversión en calidad de tus trabajadores. La experiencia soluciona, sí, pero la formación soluciona bien y cuidando lo que quieres mostrar a tu cliente.

El trabajador sostiene una parte de la carga, ¡cuídalo! Un trabajador satisfecho con un horario cómodo y que no desee estar en otra parte es una inversión que te hará generar beneficios.

–Simultaneidad y delegación. Para los jefes la capacidad de delegación en sus directos está limitada por la confianza que en estos depositan. Lo que nos lleva al punto en el que tratábamos la contratación, es mejor formar para poder confiar y delegar en un futuro, pero cierto es que esto lleva tiempo, lo que nos lleva a la planificación a largo plazo. No debemos sustituir la premura del dinero por la sostenibilidad de nuestra empresa.

En cuando a la hora de la simultaneidad, es obvio decir que la posición en la que debería actuar Pablo es la de refuerzo y gestión, si no llega a adoptarla es por falta de tomar la decisión de invertir en personal o reducir el trabajo al que realmente se pueda asumir.

Entiendo que hay trabajos que reportan una suma que nos arregla parte de los gastos y consideramos irrechazable, pero si un estudio de esta nos afirma la inviabilidad de la misma, es posible que debamos replantearla asumiendo más inversión en contratación o subcontratación y sin olvidarnos de imprevistos.

Laura Quintana Díez es socia de infoLibre

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