Con el humor hemos topado
Con el humor y los peros que condicionen el humor bien entendido, peor digerido, por lo visto, según por quienes, paladines del buen humor, ortodoxo y homologado, tras una sucesión de mascaradas tomadas muy en serio, como para impedir cualquier desbarre que nos entresaque la menor de las sonrisas, con gracia o sin ella, en pro de un humor tan soso como llevadero.
Y que si resulta que, en cualquier caso, el número de humor desea hacer sorna con la virgen del Rocío, o de la Moreneta, o de la madre de dios en cuerpo y alma subiendo a los cielos, pues allá quien se parta de risa o inicie una novena expiatoria, con el frunce echado o la carcajada a tiempo, o a destiempo. Pero, sin el pero que valga para justificar o no el humor que habrá de ser sometido al criterio de los Cleofás enfurruñados, de turno o de guardia, para decirnos de quiénes sí o de quiénes no podremos reírnos.
Salvo que se interprete que solo se trata de ofensas malintencionadas tendentes a herir al contrario, al vecino, al adversario… con pedigrí y salvoconducto, pues allá cada quién con sus reservas humorales para tomarse todo o nada a chufla, de parte de los ofendiditos en estado de excitación permanente.
Y aún, hoy en día, seguimos partiéndonos la caja, recordando aquella parte de la historia, callada, enterrada y cuasi olvidada. Frente a la ya cercana juerga multitudinaria, jamón y whisky a raudales, que conmemorará el enésimo “salto a la verja”
Coincidiendo como llevamos, por cierto, con una temporada de solemnidades a cual más ridícula e intragable, al menos para quien suscribe estas líneas, sin que, por otra parte, haya osado nadie decir ni mú respecto a tanto jipío envarado, a tanto “guapa, guapa y guapa”, exultante y quebrada, a los pies de tanta imagen coloreada, con unos cuantos presos de poca monta haciendo el paripé de agradecidos por haber sido liberados, como lo debió ser Barrabás y compañía, como para que ahora tengamos que expiar los fieros regüeldos de quienes osan indignarse en nombre de sus dioses y sus vírgenes, tan todopoderosos ellos. Han de acudir sus valedores de a pie a entresacar sus honores ultrajados de tanta ofensa insufrible.
Más allá de aún no haberse dado por buena su propia existencia, tras la tabarra de tambores, cornetas, desfiles y paradas marciales, devoción rendida mediante, ante las fes de unos cuantos miles, mientras despliegan sus complejos propios, provincianos, regionalistas, que, probablemente, solo dejan asomar esos sentimientos vergonzantes a quienes, con gusto o sin él, a ver quién sabe dar en el punto clave, creen hacer humor, figurando que el espantajo de una virgen de colorines puede sentirse afectado ante la risa de unos cuantos, sean quienes sean los que se rían, sean los de costumbre los que se ofenden.
Como para tomarse a risa o a lamento limpio, a los mismos pies de la virgen del Rocío, en Almonte, la aldea, donde “no hubo guerra, pero los fascistas se limpiaron a más de cien almonteños, por republicanos”. Y aún, hoy en día, seguimos partiéndonos la caja, recordando aquella parte de la historia, callada, enterrada y cuasi olvidada. Frente a la ya cercana juerga multitudinaria, jamón y whisky a raudales, que conmemorará el enésimo “salto a la verja” por hacerse con la Virgen para pasearla por las Hermandades a salto, voz y jarana de tanto devoto ahíto de alcohol y desbarre. Como para partirse el alma de tantas raíces ancestrales y bla, bla, bla…
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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.