Prefiero ser tonto
Cuando leo en algún lado de cualquier pantalla aquello de "búsqueda inteligente" o aparece en mi móvil el insoportable asistente de Google (que no hay manera de quitárselo de encima), de inmediato, en una ráfaga cuántica, ignoro la recomendación y profiero un inaudible "¡vade retro! Apártate de mí, Satanás" y apelo a mis neuronas, supongo que aún poco contaminadas de pandemias víricas de IA, en un esfuerzo titánico por intentar seguir controlando mis circuitos mentales para caminar al compás de mi cerebro y según las órdenes que me vengan en gana dar a mis dedos ya casi magullados de tanto toquetear botones, pestañitas, flechitas, asteriscos, teclitas y demás celditas digitales.
(Por cierto, ya hablaré un día, que ahora no toca, de cómo cada vez pensamos más con los dedos que con el cerebro, ya que éste, según los últimos avances de la investigación, no es quien rige el pensamiento sino que son los apéndices de nuestras extremidades quienes se han autodeterminado y piensan ya por sí mismos)
Según los gurús de la IA somos nosotros los responsables por no tener la suficiente y acertada información
Sospecho que los nativos de esta era y sus voceros literarios, visuales, expertos en memes, tiktokeadores de mensajes microtódicos, los guionistas mediáticos "enredados" en miríadas de marañas datódicas ya habrán fantaseado lo que no está escrito sobre distopías sin cuento a la hora de imaginar los mundos posibles y por venir de esta realidad artificial en la que nos movemos y en la que reina el más completo caos.
Y si alguien no está convencido de este aserto no tiene más que ver los primeros minutos (si es que aún los soporta) de la última película oscarizada, "Todo a la vez en todas partes" (hay que joderse!) y que después intente explicarme de qué va y sobre todo que me aclare el argumento, aunque por simplificar ya le ayudo: se trata de Dios, pues no hay otra cosa, otro ente que esté a la vez en todas partes y al mismo tiempo en ninguna; es decir, si seguimos este argumento tendríamos que nos encontramos en el reino de la teología más profunda que no es sino la simple y llana fe del carbonero, y que ese es el resultado final de las mentes más sesudas e inteligentes de Silicon Valley.
Siempre recordará esta anécdota atribuida a San Agustín de Hipona: ¿para qué nos obcecamos en llenar de agua un hoyo de arena en la orilla de la playa? Jamás se llenará porque el agua se filtra por la arena y queda su rastro, pero llenarlo es imposible. ¿Para qué entonces? Para mantenernos en la ilusión como el niño de que es posible.
Dios es la IA, es el ChatGPT, es todo eso que se apropia de todo lo nuestro sin pedirnos permiso y luego lo reelabora para seguir dominando nuestras vidas y sobre todo nuestros dedos que son al fin y a la postre los que piensan (menos mal que aún no hemos llegado a la zona de los pies, pero sin duda todo llegará, al ritmo que vamos).
Yo por eso prefiero ser tonto, tanta inteligencia que no depende de mí, me hace desconfiar de la naturaleza de cualquier Dios, porque aún no conozco a ningún Dios que atienda por su nombre, porque en sus descensos hacia lo humano suele disfrazarse de todo lo más benéfico que podemos anhelar para tenernos esclavizados, esclavizados pero alegres y confiados en que nos salvará… de que nos salvará de todo lo peor: de la crisis climática, de los trabajos insoportables, de las guerras, de las migraciones de seres humanos, de los crímenes machistas, etc., porque según los gurús de la IA somos nosotros los responsables por no tener la suficiente y acertada información; que todavía somos tontos; que si tuviéramos la información adecuada acabaríamos con todos los males...
Llegados aquí no puedo por menos de acordarme de ese chiste de Eugenio, en el que una voz "potente, con personalidad", le dice a alguien colgado de la rama de un árbol junto a un precipicio, que confié en Dios, que mandará a una cohorte de ángeles custodios que "succionando el aire" le cogerán al vuelo y lo llevarán a tierra firme; pero ese alguien, apenas pudiendo articular palabra, le pregunta a su vez a la voz: "¿Pero, hay alguien más?"...
Por cierto: ya empiezo a oír hablar de que estamos en la fase necrotecnológica del capitalismo.
Sin remedio.
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Javier Herrera Navarro es socio de infoLibre.