PSOE y feminismo: ¿Un encontronazo sin retorno?

Pilar Laura Mateo

La laguna jurídica que contiene la ley del 'solo sí es sí', del Ministerio de Igualdad, denunciada desde diferentes posiciones (Asociaciones de juristas feministas, informes del CGPJ y otras instancias jurídicas), pone en entredicho la solvencia y competencia de los partidos que la votaron en el Parlamento, pero especialmente al PSOE y a Unidas Podemos. Si algo así se vuelve a repetir con la discutida ley trans, y el Gobierno sigue sin escuchar todas las objeciones y problemas que su puesta en marcha puede acarrear a muchas personas, el descalabro está servido.

El asunto no es baladí, pues el 80% del feminismo de este país plantea serias reticencias con el texto de esa ley y las plantea desde una óptica constructiva y con la clarísima intención de apoyar los derechos del colectivo LGTBI. El problema es otro, a nadie se le escapa la profunda brecha que se ha instalado hoy entre el feminismo de la igualdad y las teorías queer, que no solo parten de interpretaciones de la realidad diferentes, sino que proponen para la sociedad alternativas y soluciones que difieren y colisionan entre sí. Hagamos un poco de historia.

La violencia contra las mujeres tiene muchas caras y no siempre proviene de un agresor concreto

Los movimientos feministas y gays de los años 60, 70 y 80 fueron corrientes de cambio personal, enormemente liberadoras, en los que era fundamental el rechazo de los estereotipos y las jerarquías de género. Ambos trajeron muchas mejoras para las mujeres y construyeron algunas de las bases en las que asienta hoy el feminismo.

En los noventa, las teorías posmodernistas y deconstructivas defendían que la realidad objetiva no existe, que lo que llamamos realidad es solo una narración entre un número ilimitado de narraciones y que ningún sistema político u obra de arte es superior a otro. En este contexto, surgieron las teorías queer abogando por la posibilidad de cambiar la naturaleza del ser humano para hacerla más libre y mejor, una ideología que no es nueva en la historia y que, siempre que se ha impuesto, ha causado inmensas atrocidades. La novedad es que este “transhumanismo” de nuevo cuño, que usa como herramienta la tecnología, (cirugías, cyborgs, hormonaciones, etc…) se ampara en ideas como “los derechos humanos».

Naturalmente, esta filosofía tiene su versión seudofeminista, con la ayuda inestimable de Judith Butler (el sexo biológico no existe) la teoría queer entiende el género como una actuación en un teatro y sus consiguientes “papeles” o géneros posibles son numerosos, polarizados y unos mejores que otros. Aparecen así las dicotomías cis/trans, hetero/homo, igualdad/diversidad, racista/racializada, excluyente/incluyente, etc… Algunos géneros sentidos y elegidos como “drag queen”, “gay dominante masculino”, “mujer prostituida”, “género fluido”, etc… serían los “transgresores” por excelencia que hay que defender y perpetuar. De este modo, se difumina la diferencia de poder entre sexos y la opresión femenina.

Por tanto, puesto que el sexo con el que has nacido no es relevante, (los cromosomas y la reproducción no existen), el “transgenerismo”, o sea, que el individuo cambie de género cuantas veces quiera, sin transicionar físicamente, pasa a ser uno de estos géneros revolucionarios y transgresores. También se abandera la legalización de la prostitución, pues las mujeres prostituidas eligen serlo libremente y son felices con ese trabajo que cumple una función social al satisfacer los deseos (palabra sagrada en esta teoría) de los puteros. Una argumentación que, por cierto, presenta inquietantes similitudes con la de los grandes empresarios y proxenetas. Por supuesto, la pornografía (principal escuela de violencia contra las mujeres) tampoco hay por qué limitarla pues también satisface deseos ¿legítimos? Lo mismo ocurre con los vientres de alquiler, defendidos por los neoliberales. A la vista está que el negocio que representan todas estas utilizaciones del cuerpo de las mujeres es enorme. Empezando por las cirugías y hormonaciones y terminando por las granjas de vientres de alquiler.

Unidas Podemos, con Irene Montero como su representante en el Ministerio de Igualdad, y sectores de otros partidos parecen estar del lado de esta filosofía a tenor de lo que propugnan: leyes que impulsan el transgenerismo y no ayudan a los transexuales, defensa de la legalización de la prostitución y los puteros, tolerancia con la actual pornografía y posturas dudosas en cuanto a los vientres de alquiler.

La violencia contra las mujeres tiene muchas caras y no siempre proviene de un agresor concreto, todas las situaciones arriba citadas son de una violencia física, estructural y simbólica inadmisible. También las feministas que nos oponemos a la explotación, especulación, coacción y otras prácticas habituales de la “industria del sexo y del género”, que defendemos que los cuerpos de las mujeres no deberían estar en venta y que la prostitución no es una solución humana para la pobreza de las mujeres, la soportamos. Además de sufrir cancelaciones y ataques, algunos de ellos físicos, de estos nuevos/as feministas, somo tachadas de “fachas”, “carcas”, “neo-victorianas”, “antiguas”, “puritanas” “frígidas”, tránsfobas que socavamos la “agencia y la libertad “de la mujer prostituida, etc…

El PSOE, aliado tradicional del feminismo y hoy alejado de este, debería explicar claramente su proyecto (no basta con asignar el mayor presupuesto de la historia a Igualdad) máxime cuando muchas de las actuaciones del Ministerio de Igualdad están siendo cuestionadas. Aunque, a mi juicio, lo peor no es eso, sino que la situación de las mujeres españolas se ha deteriorado mucho en los últimos años según todos los estándares internacionales (brecha salarial en aumento, retroceso en los puestos de responsabilidad de las empresas, crecimiento de la violencia contra las mujeres, cifras de prostitución en alza, conciliación imposible…)

La vida humana es finita y frágil y un mundo donde el deseo personal es lo único que cuenta es despiadado e insostenible. Los partidos y fuerzas progresistas deberían trabajar por un feminismo “sin disputa” que ayude a mejorar la situación de las personas más deprimidas y a conseguir una sociedad más justa.

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Pilar Laura Mateo es socia de infoLibre

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