Sacro imperio

Jose Maria Barrionuevo Gil

En nuestros años jóvenes, por imperativo del régimen que tenían las leyes de Educación, pudimos y tuvimos que dedicar tiempo a saber de todo. También teníamos la asignatura de Religión, que nos iluminaba sobre las creencias correctas, la moralidad universal, la historia de la Iglesia... Pudimos conocer todas las andanzas de la fe y todos los éxitos tanto de sus instituciones, como de sus dirigentes y de sus seguidores.

La secuencia histórica no reparaba en depararnos sorpresas, aun siendo la historia oficial y, además, la acreditada por la autoridad competente, aunque esta autoridad se viera en muchas ocasiones bastante comprometida.

La autoridad de la Iglesia estuvo a veces desasistida de la independencia que debía ostentar y la que debía ofrecer al común de sus creyentes. Desde el “Constantinismo”, ya la Iglesia, sintiéndose liberada de las persecuciones, entró en una dinámica de amistad con el poder político. Esto no solo le concedió la oportunidad de crecer, sino también de crecerse.

Poco a poco, y sin desfallecer, la religión fue tomando cartas de confianza y cotas de autoridad, que fueron ampliando su espacio y su tiempo por todo el orbe “con ocasión y sin ella”. La catolicidad se fue consagrando poco a poco por todo el orbe, como era lo suyo, aunque hubiera algunas disidencias y, muchas veces, unas más llamativas que otras.

No obstante, en nuestra piel de toro, paladín de la religiosidad romana, se le permitió dejar pequeños a aquellos tiempos del Imperio Carolingio y del Sacro Imperio Romano Germánico. Pudimos observar que, con mayor orgullo y satisfacción, si cabe, la religión tomó partido por un régimen dictatorial que parecía quitarle las penas sufridas durante los años treinta del pasado siglo. La victoria lograda por el fascismo hispano, que podía cantar “por el Imperio hacia dios”, tranquilizaba enormemente a la religión, quizá, por aquello de que “el espíritu impera”.

Se ha llegado al espectáculo no previsto de la ridícula vuelta atrás de la connivencia, más que convivencia, “del trono y el altar”

Incluso la religión le permitió al dictador el poder entrar bajo palio en las iglesias, no sabemos si era, como decíamos, hace unos años, porque al jefe político no lo podía ver ni dios. Ahora, como la madre patria se ha vuelto muy acogedora con los hijos de la América hispana, ha podido recuperar su talante maternal con sus hijos de allende los mares, ha querido sacar cuello, concediendo un protagonismo político y religioso a nuestros hermanos hispanos, aunque su religión sea muy peculiar, como muchas que están surgiendo en todo el continente americano. Hemos podido contemplar, en estos días, cómo la falta de poder político y de prestigio popular, por mucho que quiera y pueda mostrar este prestigio en “su apellido”, ha inducido, por mor de unos asesores, que son los mayores y mejores del reino, a una manifestación religiosa más que política de tono también popular y que ha tirado encendidas palabras sobre su propio tejado.

Ya contamos con antecedentes en pueblos de Andalucía, y hemos podido saber cómo algunos cabezas de lista de la derecha popular facilitaron la presencia de insignes pastores en los cultos evangelistas. Así se llegó incluso a conseguir la mayoría absoluta. Ahora, por ignorar la letra pequeña de la mescolanza del imperio con la religión y de que ganancias pretéritas no aseguran ganancias futuras, se ha llegado al espectáculo no previsto de la ridícula vuelta atrás de la connivencia, más que convivencia, “del trono y el altar”. Con todos nuestros respetos a todas las religiones, ya que todas son verdaderas, no podemos dejar de recordar que vivimos en unos parámetros vitales que corresponden al siglo XXI.

Por supuesto que no nos ofende que se acuda a estos estrafalarios montajes políticos con excelentes pastores que puedan conducir a su grey a los no menos verdes campos del paraíso. Ya nos costó dejar atrás el cuius regio, eius religio de la Paz de Augsburgo, que nos llegó España, de nuevo, no hace tanto tiempo. No podemos volver atrás ni por un puñado de votos. Es verdad que algunos partidos andan a tarascadas políticas para hacerse con el poder a base de bulos, ruidos, letanías de palabras vacías sin consistencia alguna, sin proyectos de peso y que no aguantan un serio juicio público. No esperamos tampoco un milagro.

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Jose Maria Barrionuevo Gil es socio de infoLibre

En nuestros años jóvenes, por imperativo del régimen que tenían las leyes de Educación, pudimos y tuvimos que dedicar tiempo a saber de todo. También teníamos la asignatura de Religión, que nos iluminaba sobre las creencias correctas, la moralidad universal, la historia de la Iglesia... Pudimos conocer todas las andanzas de la fe y todos los éxitos tanto de sus instituciones, como de sus dirigentes y de sus seguidores.