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Ucrania: una fantasía geopolítica del belicismo

Juan José Torres Núñez

Lo único que enseña la historia es que la historia no enseña nada.

Augusto Zamora R.

Para saber lo que está sucediendo hoy en Ucrania se necesita conocer su historia, su situación geopolítica y el renacimiento de Rusia como una superpotencia, después de la desintegración de la Unión Soviética en 1991. Tampoco podemos olvidar la ceguera de la OTAN al querer acercarse cada día más a las fronteras de Rusia. ¿Qué pasaría si Rusia quisiera instalar bases militares en Tijuana (México) y en Santiago de Cuba?

Augusto Zamora R. señala en su libro Política y geopolítica para rebeldes, irreverentes y escépticos que Ucrania es “el Estado que nunca existió”. En realidad fue un Estado creado por Lenin en 1921, que más tarde en 1922 le traspasó territorio ruso. Stalin lo amplió entre 1939 y 1945, agregando a Ucrania territorios conquistados por la URSS en la Segunda Guerra Mundial. En 1954 Nikita Khruschev transfirió Crimea a Ucrania, que había entrado a formar parte del imperio ruso en 1783 como parte del botín de la guerra de Rusia con el imperio otomano. Ni Khruschev ni Lenin pudieron anticipar el derrumbe de la Unión Soviética. Zamora matiza que “Ucrania nunca existió como Estado independiente”, pues el Estado independiente que Hitler creó en la Ucrania conquistada, solo tenía el propósito de reclutar ucranianos para utilizarlos como carne de cañón para aniquilar la URSS. Miles de ucranianos participaron con las fuerzas nazis en las masacres que organizaron contra partisanos, comunistas y judíos, que se unieron para luchar contra la ocupación. Como consecuencia de esta participación, los fascistas ucranianos fueron duramente represaliados. Según Zamora, “más de la mitad del actual territorio ucraniano pertenecía a Rusia, de ahí que la mayoría de sus habitantes tengan el ruso como lengua materna”. Vladímir Putin ha responsabilizado recientemente “a Lenin de la desintegración de la URSS por no haber construido un Estado unitario”.

Como afirma Zamora, Europa es “la única región del mundo donde Estados Unidos ha podido alcanzar sus objetivos, excepción hecha de Ucrania y Georgia”. Pero nuestro proyecto social ha sido devorado por el neoliberalismo y ha quedado reducido a un proyecto militar al servicio de la OTAN. Bruselas ejerce su autoridad sobre todos los estados miembros de la Unión. Controla  los sistemas financieros de cada país y ha acabado con sus soberanías. Con los recortes que ha  impuesto, asistimos hoy a una Europa con una parálisis generalizada en un momento en donde el incremento de la extrema derecha, como consecuencia de las políticas erróneas, obliga a reflexionar para salir de las falsas esperanzas y de las nociones románticas que han producido este estado de hemiplejía y ceguera.

Para Estados Unidos, con su belicismo y sus más de 800 bases militares en todo el mundo, Ucrania es una fantasía geopolítica que le permite soñar con acercarse a las fronteras de Rusia en Europa. Como precisa Zamora, Ucrania es “el elemento geopolítico clave para arrinconar a Rusia y sacarla del tablero europeo”. Esta fantasía estaba en las mentes de Barack Obama, Hillary Clinton, Victoria Nuland y las élites belicistas neoconservadoras cuando prepararon un golpe de Estado en febrero del año 2014, con una ayuda de cinco mil millones de dólares. Con una Ucrania en la OTAN y con la base naval de Sebastopol en Crimea,  arrebatada a Rusia, valía la pena seguir pensando en esa fantasía geopolítica. Pero Rusia, consciente del peligro que suponía la jugada de Estados Unidos, se reincorporó Crimea con la aprobación del 96% de sus ciudadanos, para pararle los pies a la OTAN. Esta reacción lógica ha demostrado que a Rusia no se le puede engañar dos veces. Hoy los ucranianos viven en un Estado neofascista mucho peor que antes del golpe y además, están obligados a vivir en un estado de guerra permanente. Estados Unidos sigue enviándoles armas y ha creado una situación impuesta por la geopolítica en un país que habla ruso y que debería seguir con sus lazos fraternales de paz y amistad con Rusia. Pero claro, Ucrania era “la pieza geopolítica” más importante para terminar de arrinconar a Rusia. Hoy, al haber escogido Ucrania un camino de guerra permanente, se ha convertido en una “república bananera”.

Comenta Daniel Lazare en su artículo Corporate Media’s About-Face on Ukraine’s Neo-Nazis que con el golpe que apoyó y sufragó Estados Unidos, el país quedó partido en dos con la consiguiente guerra civil. “Se tramó una alianza entre los oligarcas pro-occidentales […] y los neonazis”, de tal manera que hoy “el Estado es tan débil y está tan infectado de ultraderechistas que como resultado [tenemos] la pasividad del gobierno por una parte, y por otra la creciente ola de violencia”. En Ukraine’s ultra-right militias are challenging the government to a showdown, un artículo en The Washington Post,  Joshua Cohen ha escrito que “los fascistas se han desmandado, mientras que la camarilla en el poder en Kiev cierra los ojos”. El presidente Petró Poroshenco “podría tomar medidas enérgicas, pero por razones obvias no lo hace”.

En un artículo magnífico, FBI: Azov Battalion Trained Rise Above Movement, Max Blumenthal nos da información sobre las organizaciones de ultraderecha que están actuando hoy en Ucrania. Enumera las siguientes:

-El Partido Svoboda: Con una larga historia de antisemitismo, lo dirige Oleh Tyhnybok, que jugó un papel prominente en el golpe de Estado de 2014. Compartió escenario en la plaza de Maidán con los senadores estadounidenses John McCain y Chris Murphy. Andriy Parubiy, cofundador, es ahora portavoz en el Parlamento.

-El Asov Battalion: Es una organización neofascista que forma parte de una unidad de la Guardia Nacional ucraniana. Este grupo lo dirigió Andriy Biletsky, ahora miembro del Parlamento.

-El Ukranian National Corps: Es responsable entre otras cosas del reclutamiento de neonazis por todo el mundo. El trabajo social de los miembros lo dirige Olena Semanyka, fotografiada con una bandera con la esvástica.

-El National Druzhina: Esta organización se creó en enero de 2018 para “restablecer el orden ucraniano”. Sus miembros han jurado lealtad a Biletsky y han realizado “pogromos contra grupos de gitanos, LGBT y otros activistas”.

-El Right Sector: Está formado por neonazis y ultras del fútbol. Está “implicado en la represión letal de todos los movimientos anti-Maidán”. En mayo de 2014 cometieron una masacre en Odessa al atacar a una manifestación de pro-separatistas. Cuando los manifestantes se refugiaron en un edificio de sindicatos, estos ultras le pegaron fuego al edificio y los quemaron vivos. Más de 40 pro-separatistas murieron en las llamas.

-El C14: Esta organización neofascista, financiada por el Gobierno, “es responsable de pogromos letales contra los gitanos y grupos de LGBT”.

-El Rise Above Movement (RAM): Esta milicia neofascista la adiestra el Asov Battalion y “ha sido oficialmente incorporada a la Guardia Nacional de Ucrania”.

Según Blumenthal, Estados Unidos “ha enviado al Asov Battalion armas y dinero, incluso un equipo de oficiales del Ejército en 2017”. El Asov Battalion no solo ha recibido armas de Estados Unidos, sino “también veteranos militares voluntarios como Brian Boyenger”, que dice que ha servido como asesor. Este Battalion se jacta de tener apoyos en el Ejército ucraniano. El profesor Katchanovski, de la Universidad de Ottawa (Canadá), le comentó a Blumenthal (citado en el artículo) que las “organizaciones fascistas son más fuertes en Ucrania que en ningún otro país del mundo. Pero este hecho no se informa en los medios occidentales porque ellos ven estas organizaciones como un apoyo para la agenda política contra Rusia”. Los medios han restado importancia al hecho de que la milicia RAM se ha centrado en Ucrania como “base para la conquista fascista de Europa”. El congreso Pan-Europa, celebrado en mayo de 2018 en el Club Reconquista en Kiev, sirvió para animar la colaboración internacional de los fascistas.

Lo triste de todos estos hechos es que Europa, o mira para otro lado, o desconoce que Estados Unidos no solo “ha silenciado la ola de violencia de la ultraderecha que está barriendo a Ucrania, sino que es cómplice al legitimar a los perpetradores”, explica Blumenthal. Europa también es cómplice porque tiene con Estados Unidos un vínculo de vasallaje. Resulta indignante que Olena Semanyaka –del Ukrainian National Corps– haya declarado que “por primera vez en mucho tiempo, el éxito de la derecha en Europa occidental, [debido] a la afluencia de refugiados y al terror, da la posibilidad de realizar ‘un pacto de acero’ entre el Este y el Oeste de los nacionalistas europeos”. Para ella la única alternativa es el “eje de integración europea que se está formando en Kiev, Europa Central y Europa del Este, como un trampolín para la reconquista de toda Europa”.

Una Europa unida por el conflicto

Una Europa unida por el conflicto

Lyndon LaRouche advierte en Children of Satan que con los horrores de la invasión ilegal de Irak, el mundo ha visto una imagen creciente de un despliegue de Estados Unidos parecido a la “bestialidad” de Hitler contra la humanidad. Según él, “el remedio disponible para estas condiciones peligrosas, sería una vuelta a los precedentes exitosos de Franklin D. Roosevelt. La fuerza del presidente Roosevelt se expresó en su liderazgo sobre la recuperación de Estados Unidos en la depresión de los años 1929-1933 y en el papel decisivo de Estados Unidos [para] evitar que los fascistas de Europa, liderados por Hitler, establecieran su imperio mundial” (No olvidemos que fueron los soviéticos los que izaron el 30 de abril de 1945 la bandera roja en lo alto de la cúpula del Reichstag). Roosevelt “expresó una tradición constitucional de resistencia a la práctica de la usura, de estilo veneciano, que fue el origen de la aparición del poder fascista en Europa entre los años 1922 y 1945”.

Si Estados Unidos y sus vasallos en Europa aprenden la lección de Roosevelt, seguro que en 2019 podremos combatir al neofascismo que está cobrando auge en nuestro continente, diciendo todos a la vez que hemos aprendido de la historia. ___________

Juan José Torres Núñez es socio de infoLibre

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