Música

Amparo Sánchez: “La violencia machista no es una prioridad para los políticos”

La cantante Amparo Sánchez, en una foto de promoción.

Hace un año que Amparo Sánchez (Alcalá La Real, Jaén, 1969) lleva su imagen pública más allá de los escenarios, que la han visto crecer como música desde su etapa bajo el nombre Amparanoia hasta hoy. Desde hace poco menos de 12 meses recorre ferias del libro, institutos y asociaciones hablando de su primer libro. No es, sin embargo, por promoción, ni siquiera por motivos totalmente gozosos: La niña y el lobo relata su vivencia como víctima de la violencia machista, que sufrió desde los 15 hasta los 24 años. El 19 de agosto participó en la charla sobre este tema organizada por el Foro Social del Festival Rototom Sunsplash, donde también participó en el homenaje a Bob Marley.

Hace 22 años que la cantante jienense consiguió romper la relación con su maltratador, 22 años que ha tardado en atreverse a contar su historia. "Es un proceso de aceptación, de perdón, de quitarte la culpa, el miedo, y de romper la vergüenza", cuenta, calmada, al otro lado del teléfono. El 26,6% de las mujeres maltratadas que no acudieron a la policía ni a los juzgados alega el miedo a las represalias como una de las razones para no pedir ayuda, y el 21% culpa a la vergüenza, según la última Macroencuesta de Violencia contra la Mujer, realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad el pasado marzo. 

El punto de apoyo necesario para vencer la vergüenza ("Había miembros de mi familia que no lo sabían, o que sabían algo pero no con tanto detalle…") fue "escuchar noticias casi a diario de mujeres que son asesinadas por sus parejas o exparejas". Está siendo un verano negro: solo en agosto, seis mujeres han sido víctimas mortales de la violencia machista. Ella decidió contar su historia "para que la gente no mire para otro lado". Lo dice calmada, sin alterarse, pero lo dice: "No hay suficiente cohesión y fuerza social para erradicar el problema".

Frenos a las denuncias

Y si la sociedad no está convencida, asegura, es en gran medida responsabilidad de los políticos. Aquí sí se enciende, sí se le encrespa la voz: "No es una prioridad en la agenda política. Durante la crisis se ha recortado muchísimo en la lucha contra la violencia de género [un 28% entre 2011 y 2014], en formar a profesionales, en ayudas a las casas de acogidas. Las mujeres que necesitan recursos para dejar a sus parejas no tienen una protección real". No han cambiado tanto las cosas, por desgracia, desde aquel día en que ella se atrevió a acudir a la policía, cuando era casi una niña. "No tuve una recepción muy buena. Me pidieron un informe forense que no me dio tiempo a hacer porque mi agresor descubrió la denuncia", recuerda con amargura en medio de una mudanza que la llevará de San Pere de Rivas a Barcelona capital. 

Quizás por esa primera experiencia, y por los casos que ha podido conocer en los últimos meses, piensa que "las denuncias no tienen por qué ser el primer paso". Los fallos: la falta de formación, que hace que los agentes, muchas veces, no estén preparados para atender casos delicados, y la desprotección de la víctima. "El primer paso es aceptar que está siendo maltratada, y empezar a amarse lo suficiente como para creer que no merece ese tipo de vida. Entonces, una puede recurrir a una asociación de mujeres, o a una abogada que te oriente. Muchas denuncias se quitan, pero la fuerza y el apoyo del entorno y ciertas instituciones, no", explica.

El fallo, explica, es que la violencia machista se toma aún como un suceso privado de la pareja. Solo el 2% de las denuncias presentadas en el primer trimestre de 2015 venían de familiares y amigos de la víctima. "En cuestiones de pareja muchas veces la gente piensa: 'Ellos sabrán, ellos se arreglan'. Pero no es así, es un problema cultural. Tenemos que darnos cuenta de cuándo en una película, en una anuncio de televisión, en una canción, nos están dando esos mensajes de los roles machistas, el sufrimiento, el dolor…", explica Sánchez. 

Un logro del feminismo

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Por eso la cantante ha dedicado parte de su año a impartir charlas en institutos. Recuerda con amargura cómo ve todavía conductas machistas en ellas y en ellos, adolescentes que han crecido con el mensaje institucional contra la violencia de género pero que continúan reproduciendo actitudes tóxicas. Ellos controlan los mensajes que ellas reciben en el móvil, ellas están dispuestas a renunciar a su independencia económica para quedarse en casa. "Intento decirles que, en una pareja, cuando empiezan los primeros síntomas de control, lo mejor es decirle adiós a esa persona", sintetiza Sánchez.

No es tan fácil. La cantante denuncia que los adolescentes están bombardeados por una cultura del "por amor todo vale": "Tenemos que darnos cuenta de cuándo en una película, en una anuncio de televisión, en una canción, nos están dando esos mensajes machistas. Hablamos de que el amor no es dolor, el amor no es sufrimiento". Ellos suelen poner más resistencia ante estos mensajes: "Se sienten al principio muy ofendidos por ser varones. Pero les decimos que les necesitamos a nuestro lado".

Les enseña también que el feminismo "no es odiar a los hombres". "Me duele cuando escucho a mujeres decir 'No soy feminista'. Si no hubiera sido por las feministas, seguiríamos sin poder votar, entrar a un bar, pedir un préstamo a un banco o subir a un escenario", reivindica. A las chicas las imagina "creando círculos", "dándose cuenta de que son hermanas". A los chicos, les imagina "uniéndose a la lucha".  Seguirá hablando con ellos, distintos cada día, en cada instituto. Seguirá escuchándoles. Seguirá proponiéndoles "otros relatos" que hablen de un amor que no duele, que "no te pide cambiar". Otros relatos, como sus letras: "Siglos de impunidad, invisibilidad,/ de silenciar la voz y de mirarnos mal. /No cargues más con la culpa, vístete libre./ Mujer, levántate". 

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