El auge de la crónica y el reportaje no es ficción

Antonio G. Maldonado

Se ha extendido en los libros la costumbre cinematográfica de recalcar que la historia está basada en hechos reales. Y es que los elogios a los géneros de no ficción, a la crónica, a las memorias, la correspondencia y las biografías, no han hecho más que crecer en los últimos meses, algo que se ha traducido en nuevas publicaciones y proyectos periodísticos y editoriales especializados en ellos. La realidad parece cotizar al alza frente a la imaginación. Pero, ¿estamos ante una percepción asentada en hechos, o tiene que ver con los gustos de quien mira? Al fin y al cabo, toda realidad se sostiene secretamente en el deseo, y la mayoría de los glosadores de sus virtudes y buena salud son periodistas.

“Nosotros notamos un mayor interés por parte del lector y eso tiene su reflejo en nuestras estanterías”, afirma Francisco Llora, de la librería madrileña Tipos Infames, aunque puntualiza. “De todas formas, las diferencias entre ficción y no ficción muchas veces son difusas y, de esa hibridación han nacido algunas de las obras más interesantes que hemos leído últimamente”.

Las estadísticas son caprichosas por definición, y más en el mundo del libro, sujeto a devoluciones y fronteras poco definidas entre géneros, lo que hace difícil sacar conclusiones contundentes. ¿Es una novela Di su nombre de Francisco Goldman? ¿No son ficción en parte las memorias de la Segunda Guerra Mundial de Winston Churchill? Sea como fuere, lo cierto es que la crónica, la biografía y las memorias han aumentado, si no en ventas, al menos en popularidad y espacios mediáticos, y por supuesto en protagonismo editorial.

¿Es la demanda la que lo provoca? ¿O tiene que ver con una cosecha especialmente buena en estos géneros? Ambas son preguntas clave que los editores tratan de responderse a diario. “No me parece que sea un auge cuantitativamente significativo”, afirma Miguel Aguilar, editor de Debate Debate. “No creo que haya una relación directa. Pero el interés de los medios nunca perjudica las ventas de un libro”.

Pese a que la editorial Libros del KO está especializada en crónicas periodísticas, Emilio Sánchez Mediavilla, uno de sus editores, es bastante más cáustico. “Empiezo a sospechar que se trata simplemente de un deseo de los propios periodistas. Está por ver si se trata de una alucinación endogámica o de una demanda real de los lectores”. ¿Pero, cuál es su experiencia? “Para evitar bochornos estadísticos tipo Montoro, preferimos en su momento no hacer previsiones”.

Y si damos por hecho que el mayor protagonismo en medios –y quizá en lectores– se corresponde a una mayor demanda, ¿a qué se debe este aumento? ¿Se debe a la crisis y nuestro intento por comprender la penuria sobrevenida? “Para ciertas personas sí, por supuesto, pero creo igualmente que otras muchas escapan con mayor desesperación de esa misma realidad, por ejemplo, a través de la ficción”, dice Rubén Hernández, editor de Errata Naturae, que no cree que haya un boom de la no ficción en términos estadísticosboom. Y, entonces, ¿el aumento de presencia mediática no tiene una traducción comercial significativa? “Como estadística global, no, ni mucho menos. Sin embargo, es cierto que un libro capaz de captar ese 'algo' que a una parte de la ciudadanía le interesa en un momento dado, y que una parte de los medios refleja (porque en los medios también escriben ciudadanos con interés en ciertos 'algos'), sí puede obtener una cuota de lectores superior a la estimada 'lógicamente'”.

Eduardo Rabasa, de Sexto Piso (editorial en cuyo catálogo cada vez adquiere mayor protagonismo su colección de crónicas, “Realidades”), también duda de que la crisis y su intento por comprenderla sean causa del mayor interés en la no ficción. “No me parece que sea así del todo. Creo que en todo caso ese 'querer saber' está en general bastante acotado a lo breve, instantáneo, fácil, e incluso un poco morboso”. Además, tampoco cree en un trasvase directo de la crónica desde los diarios a los libros. ¿El medio condiciona el contenido? “Creo que es pronto para saberlo. Hasta el momento, me parece que el modelo imperante era que los textos periodísticos aparecieran justo en los periódicos, y después quizá como libro se publicaran compilados, o versiones más extensas”. De modo que, tras la crisis de la crónica en la prensa, ¿vendrá la crisis de la crónica en los libros? “Si cierto tipo de textos desaparecen de los periódicos o de las revistas, no estoy seguro de que encontrarán cabida en los libros, de entrada porque quizá ya ni siquiera se escribirán”.

Puede que la vía intermedia sean las nuevas cabeceras, muchas de ellas exclusivamente digitales, y la consolidación de algunas más antiguas, sobre todo en América Latina. La mayoría de análisis ha querido ver en esto un síntoma que confirma la mayor demanda lectora de crónicas y el reportajes. Quizá porque su industria periodística ha sido históricamente más débil –y ha estado más ligada a intereses de las élites–, el lugar natural del género siempre ha estado en publicaciones minoritarias y alejado de las grandes cabeceras, lo que parece que empieza a ser la tendencia en España. Es el caso de Etiqueta Negra en Perú, Gatopardo en México, El Faro en El Salvador, El Malpensante en Colombia o El PuercoespínEl Puercoespín en Argentina, entre muchos otros.

“Creo que sí, hay más interés, por dos motivos: por un lado, por la crisis de las formas tradicionales del periodismo, y, por otro lado, por el empuje de una serie de periodistas y una camada de nuevos medios (esto es muy claro en América Latina) que cultivan y ponen en el centro de su práctica esa forma de periodismo que describimos como 'narrativa'”, afirma Gabriel Pasquini, director de El Puercoespín. Aunque puntualiza: “Ahora, me parece que vale una salvedad: la gente que consume la crónica como género, es decir por la mera forma, es una minoría, o al menos esa es nuestra experiencia en El Puercoespín”.

Entonces, ¿no son viables los medios que se dedican a ella o le confieren protagonismo sobre otros géneros periodísticos? Pasquini, en este punto, resulta moderadamente optimista. “Creo que sí, pero la verdadera pregunta es ¿qué tipo de negocio: de qué dimensiones y características? Quiero decir: puedo perfectamente imaginar un blog unipersonal o de unos pocos (muy pocos) autores que hagan crónicas y encuentren su público y monten a partir de allí un circuito que obtenga ingresos, vía avisos pagos, mecenazgo y/o suscripciones. Lo que no creo posible es montar un medio del tamaño de los tradicionales que sólo se dedique a la crónica”.

La reducción de costes que supone el formato digital también está para Pasquini entre las nuevas facilidades que han propiciado el aumento de publicación de crónicas. “La curiosidad y el interés públicos siempre fueron mucho más grandes que aquello que los medios de comunicación podían ofrecerles por limitaciones de soporte y formato. Con Internet, esas limitaciones ya no existen”.

El caso especial de las biografías

Si hay un género que se ha cultivado poco en comparación con el mercado anglosajón (aunque también otros), es el de la biografía. No existe un biógrafo español de referencia como puede serlo Peter Arckroyd en Reino Unido, ni existe un mercado editorial tan pujante como en Estados Unidos, donde son legión los biógrafos encargados de crear libros sobre el último senador por Dakota del Sur o las relaciones extramaritales del director de la CIA. No son envidiables, en cambio, sus diseños de portada.

Parece que algo está cambiando en los últimos meses, en una progresión parecida a la de la crónica. Las editoriales que publicaban biografías, aumentan su protagonismo en el catálogo, y éstas parecen haber encontrado más protagonismo mediático y –es de suponer– más lectores. Es el caso, entre otros, de las biografías de Francisco Largo Caballero, del recientemente fallecido Julio Aróstegui, publicada en Debate y la de Curzio Malaparte, de Maurizio Serra, editada en Tusquets, o del relanzamiento en la editorial Acantilado de las biografías que escribió el escritor austríaco Stephan Zweig de variados personajes históricos. Paradójico de la situación histórica del género en España y América Latina es la falta de una biografía canónica de Salvador Allende, o el hecho de que el gran libro sobre el Che Guevara lo escribiera el periodista estadounidense Jon Lee Anderson.

La culpa puede ser, una vez más, no de la falta de talento, sino de la falta de recursos en uno de los géneros más caros. Miguel Aguilar matiza desde su experiencia en Debate: “Más que caro en sí, el problema es que una buena biografía requiere mucho tiempo de investigación. Gerald Martin, por ejemplo, trabajó durante 17 años en su biografía de García Márquez (es un caso extremo)”. ¿Hay alguna forma de solventar estos problemas inherentes al género? “En el mercado angloamericano, la tradición divulgativa de los académicos permite que sean las universidades las que financien en gran medida esa investigación. En España por desgracia hay una brecha entre el mundo universitario y el gran público que se logra salvar en ocasiones, pero no es lo habitual. Y con lo que puede pagar una editorial de adelanto, es difícil financiar una investigación seria”.

Jean-Matthieu Gosselin, editor en Edhasa (una de las editoriales que durante más tiempo ha apostado por la biografía), está de acuerdo con el anterior diagnóstico. “El tema es que son libros extensos, que necesitan en muchos casos traducciones de calidad, revisiones, y que son caros de producir”. ¿Ayudas? “En estos tiempos de recortes es cada vez más complicado. Pero sin duda hay un público para Pep Guardiola aquí, o para Felipe II allá”.

Se le atribuye a Mario Vargas Llosa la afirmación que dice que los españoles, o los latinos en general, de viva voz lo cuentan todo, frente a la reserva inglesa, pero por escrito no contamos casi nada, frente al exhibicionismo protestante. Aguilar se muestra de acuerdo, pero matiza: “Puede ser, pero ha habido iniciativas muy buenas, como el premio Comillas o la colección que dirige Javier Gomá en Taurus que esperemos cambien la situación”.

Gosselin apunta una particularidad del mercado biográfico español respecto al francés, su país de origen. “Aquí, en España, encontramos a todos los grandes anglosajones, podemos editar sobre todos los personajes, hay una apertura de espíritu muy grande. Publicar para el gran público en Francia sobre los grandes protagonistas de la Roma antigua es complicado, aquí no. Conseguir un gran éxito con el Dickens, de Ackroyd, es posible aquí”.

No obstante, en el panorama editorial español, y en las preferencias generales de los lectores, sigue estando la ficción en primer lugar. “Aunque se pueda hablar de un incremento en la publicación y el consecuente interés en el panorama de la crónica, de momento, la ficción sigue ganando”, afirma Armando Sousa, de La Central de Callao, Madrid, que desde que abrió sus puertas a finales del año pasado se destacó por conceder grandes espacios a la no ficción. “Es una apuesta realista y un deseo de los libreros, sin ignorar las estadísticas de venta”.

Los editores y los libreros son los que deben dar con la fórmula mágica que establezca cuál es el equilibrio entre realidad e imaginación deseado por sus potenciales lectores, y los periodistas deberán continuar apegados a la realidad, sin desechar necesariamente las armas narrativas que la ficción nos muestra, y que dio a mediados del siglo pasado una camada tan fecunda como el Nuevo Periodismo en Estados Unidos. Eso que la Federación de Periodistas llama en su último boletín “periodismo de libro”.

Se ha extendido en los libros la costumbre cinematográfica de recalcar que la historia está basada en hechos reales. Y es que los elogios a los géneros de no ficción, a la crónica, a las memorias, la correspondencia y las biografías, no han hecho más que crecer en los últimos meses, algo que se ha traducido en nuevas publicaciones y proyectos periodísticos y editoriales especializados en ellos. La realidad parece cotizar al alza frente a la imaginación. Pero, ¿estamos ante una percepción asentada en hechos, o tiene que ver con los gustos de quien mira? Al fin y al cabo, toda realidad se sostiene secretamente en el deseo, y la mayoría de los glosadores de sus virtudes y buena salud son periodistas.

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