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Me encantaría contarles lo nuevo de Almodóvar pero no he podido verlo

Los actores españoles Manu Ríos y Jason Fernández, el actor estadounidense Ethan Hawke, el cineasta español Pedro Almodóvar, el diseñador italiano Anthony Vaccarello, el actor portugués José Condessa, y el actor George Steane llegan a la proyección de 'Kaibutsu' (Monster) durante la 76ª edición anual del Festival de Cine de Cannes, en Cannes, Francia.

Alberto Mira

Enviado a Cannes —

Pues no, no voy a poder contárselo. Supongo que Cannes quiere que nos enteremos de que, si uno está en lo del cine, ha de hacerse a la idea de que el mundo es brutalmente injusto, así que para darnos una lección nos ha tenido a los fans empapados bajo la lluvia (sospecho que ha sido cortesía del propio Festival para que la lección nos entrase con agua) durante dos horas, haciendo una de las colas más caóticas que he visto fuera de Empire of the Sun. Otros, más prácticos, menos generosos, dirían que se trataba simplemente de un caso flagrante de incompetencia a nivel global. Y luego estarán los que imaginan que en realidad en el acceso a las entradas no todos somos iguales.

El caso es que tenía muchas ganas de contarles algo sobre el corto Extraña forma de vida de Pedro Almodóvar porque llevo años escribiendo, leyendo y asistiendo a conferencias sobre la queerización del western (mejor si no entro en detalles) y esto constituía una ocasión única para ver la teoría en acción. Así, sin haberla visto, me parece más Lonesome Cowboys que Brokeback Mountain. Les prometo un artículo cuando consiga verla. Hoy me he tenido que conformar con ver al reparto despechugado en todas las pantallas del Palais des Festivals. Y aunque un canalillo me gusta tanto como al que más, habría preferido la película a los escotes porque soy de una generación, de un imaginario, a quien el cine importó más que la carne.

Les cuento estas cosas porque mi plan A para hoy era hablarles de lo mucho que había disfrutado, y sé que en su momento disfrutaré como un niño (a la crítica parece haberle dejado con ganas de más, en eso coincido con la profesión, aunque es verdad que ellos al menos han visto algo), pero se me ha quedado un hueco de cosas que contar. Las horas de cola han significado que la jornada se ha ido a pique y he visto menos de lo que me gustaría. Al final, Cannes, que aprieta pero no ahoga (de momento: llevamos sólo dos días) me ha ofrecido otras tres películas queer, y no estoy seguro de que se trate de azares de la programación.

Por la mañana, Tiger Stripes (dir. Amanda Nell Eu) en la Quincena de Realizadores, una simpática película malaya sobre la pubertad de una niña de familia conservadora en una escuela islámica. Las protagonistas son dos niñas, una de ellas, extrovertida y popular, acaba de tener su primera menstruación y esto despierta ciertas suspicacias entre sus amigas. A partir de aquí la película podía haber caído en la convencionalidad, pero se atreve a dar un salto hacia lo fantástico y la pubertad se convierte en algo que es feroz y peligroso. Al principio, la protagonista simplemente entristece, se queda aislada. Pero pronto empieza a tener visiones de una mujer con ojos luminosos y sufre una transformación física medio real medio imaginada que cambiará las tornas. La pubertad le ha obligado a cambiar, pero también le ha empoderado. Es girl power en la jungla. La cosa queer no queda del todo explicitada o articulada en la trama, pero está ahí si uno sabe leerla. Y lo queer es un tema de lectura. La danza desenfadada entre lo sentido, lo imaginado y las estructuras del mundo resulta de una frescura irresistible.

Y por la tarde, la japonesa Monster, de Kore-Eda Hirokazu, que se presenta a competición en la sección oficial y que, creo, supone el verdadero despegue del Festival este año. En ella convergen temas como la educación, el bullying, la responsabilidad, la culpa, pero sobre todo es una película que revela la complejidad de cualquier situación, especialmente en lo que se refiere a la infancia. Consta de tres episodios, o tres versiones de un episodio, que orbitan en torno a dos alumnos de un colegio. Al parecer uno de los maestros ha maltratado a uno de ellos. La primera sección se centra en la madre, que denuncia al maestro. Pero una segunda perspectiva, la del propio maestro, aporta otro aspecto que completa la realidad. Sabemos pronto que uno de los niños está siendo maltratado por otros. Y que las emociones se mezclan hasta que es difícil separar abuso de afecto.

El profesor es acusado de algo que no ha hecho y la película sugiere que aunque siempre hay que escuchar a la víctima, escuchar siempre a los acusadores es más problemático. Pero la segunda versión tampoco nos da la medida de la realidad. La última parte presenta la perspectiva de los niños, quizá queer, pero ciertamente pre-identitarios, sujetos a emociones que preceden toda etiqueta, confusos entre las ideas y las acciones de los adultos, en pos de su propia utopía.

Monster marca el regreso a Cannes de Kore-Eda después de Broker el año pasado. Entonces, a mí me pareció que el mundo que proyectaban sus propios guiones empezaba a agotarse con regresos a familias con problemas. Esta vez, con la inestimable colaboración del guionista Yuji Sakamoto, creo que se trata de su mejor película hasta la fecha: es una película sutil que nos sugiere que la realidad es siempre compleja y que una sola perspectiva conduce a engaño. La película trenza múltiples hebras y quizá el monstruo del título sea precisamente el trenzado: el modo en que buenas intenciones devienen en violencia.

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Finalmente, en la sesión de noche, Le retour, de Catherine Corsini. Corsini ganó la Queer Palm en 2021 por La fractura, pero en esta ocasión ha tenido que enfrentarse a críticas por acoso o falta de sensibilidad en el rodaje de escenas de sexo. El conflicto entre una generación, la de Corsini, para quien representar el sexo sin tapujos era una liberación y otra, la de sus críticos, que creen que hay que limitar este tipo de representaciones será un tema interesante de seguir en los próximos años. Las críticas han llevado a un amago de boicot del film. Como en los otros casos, la película no centra su atención en un contenido queer. La historia presenta a una madre que regresa a Córcega quince años después de marcharse a París con sus dos hijas tras la muerte de su marido. Las hijas adolescentes encontrarán en su tierra natal un espacio para explorar su pasado, sus relaciones y su sexualidad.

Hay que constatar que, a pesar de que Cannes siempre resistió las etiquetas, como feminista o queer, lo cierto es que ya el año pasado premió la encantadora Joyland y Close, otro drama queer infantil, y este año el contingente queer está en alza. No se puede poner puertas al campo y lo queer ya no es tema de grupos, es una categoría del mainstream, que va de Élite o Euphoria a Monster. O incluso, como seguro que podría decir si la hubiera visto, Extraña forma de vida.

Mañana toca lo de Indiana Jones. Uno intenta siempre ver lo mejor y trata de buscar películas que interesen. Cosas como Indiana Jones and the Dial of Destiny me crea un dilema, porque sospecho que una parte de ustedes irán a verla diga lo que yo diga y otra parte, espero que tan o más sustancial, la evitarán a toda costa aunque se la ofrezcan gratis. Así que llega el momento en que uno no está seguro de que sea el mejor uso del tiempo. Pero acabamos de empezar y pronto llegan Haynes, Wenders, Scorsese, Escalante, Loach y Erice. Cruzaremos los dedos. 

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